Mauricio Davison: Teatro para descifrar la vida

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Mauricio Davison: Teatro para descifrar la vida

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El legendario actor platicó con VANGUARDIA sobre Juan José Gurrola, su maestro, y cómo es una vida sobre el escenario

CIUDAD DE MÉXICO.-Mauricio Davison casi no parpadea. A veces cuesta trabajo descifrar si ya terminó de dar su respuesta o si el silencio es consecuencia de que sigue buscando las palabras adecuadas en su mente. Platica con VANGUARDIA sentado en su camerino del Teatro Juan Ruiz de Alarcón en el Centro Cultural Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde presenta la obra “Memorial” de Arturo Villareal. 

Cuenta que le diseñó a su personaje con sus características y que está contento de trabajar con un director joven. A un lado suyo está el espejo y una cabeza con un sombrero, barba y peluca judías, detrás algunas otras prendas de vestuarios colgadas en ganchos. Davison mira de frente, directo a la cara, casi sin realizar movimiento alguno.

El actor tiene 77 años y desde muy joven comenzó a trabajar, bajo las enseñanzas de Juan José Gurrola, convirtiéndose pronto en uno de sus intérpretes más reconocidos y un ícono del teatro universitario en México. Bajo su dirección trabajó en “La Prueba de las Promesas” de Juan Ruiz de Alarcón, “Lastima Que Sea Una Puta” de John Ford, “Miscast” de Salvador Elizondo y “El Hacedor de Teatro” de Thomas Bernhard, entre muchas otras. “Escarbaba dentro de ti, trataba de que tu personalidad resaltara sobre el papel, incluso, que estabas representando”, recuerda. Desde entonces no ha parado, le faltan pocos minutos para salir a escena, a ese lugar que le pertenece y que lo ayuda a comprender mejor la vida.

En general, ¿ha cambiado la forma de hacer teatro en México?
“Para bien. Cada vez se hace mejor teatro. Cada vez hay mayor competencia, mayores actores, actrices. Lo que también dificulta el trabajo de los jóvenes, porque encontrar trabajo hoy en día es muy difícil. Antiguamente, cuando yo comencé en teatro en México, había una cartelera de 20 obras, 25, actualmente pueden haber 100. Cada vez se ha logrado una mejor respuesta. Cuando hemos salido de México con obras, con Juan José Gurrola salimos en 1979, creo, a Nueva York y a Washington con ‘Lástima Que Sea Una Puta’ de John Ford. Tuvo una aceptación enorme, para un público que habla inglés, se demostró que estamos trabajando en un nivel de alta calidad a nivel internacional”.

¿Qué consejo les daría a los jóvenes?
“Que se dediquen a esto si realmente tienen una gran vocación. Porque es difícil, teatralmente estoy hablando, tienen otras opciones como la televisión y el cine, pero estoy hablando con relación al teatro. Que se dediquen a la actuación si realmente es una gran vocación, porque no es un trabajo fácil, ni tranquilo. Hay momentos en que se padece mucho, presiones de todo tipo. Pero el premio a veces es enorme. La gratitud del público, el mensaje que le puedes brindar a la gente”.

¿Cuál ha sido su obra favorita en la que ha participado?
“Tengo varias. Pero ahora estoy muy contento porque mi favorita en este momento sería ‘El Mercader de Venecia’ en que representé a Shylock, hace unos meses. Me acaban de dar el premio a Mejor Actor de México, por la Asociación de Críticos y Periodistas de Teatro, me dio mucho gusto. Así que en este momento esa sería la favorita. De las otras, con Gurrola tuvimos un éxito enorme en 1982 con la obra ‘Miscast’ de Salvador Elizondo, que presentamos en este mismo teatro, en este mismo lugar. Esa la recuerdo con mucho cariño, con mucho amor. ‘El Hacedor de Teatro’ de Thomas Bernhard, que también hice con Gurrola. Y en 2007 ‘Simplemente Complicado’ del mismo Thomas Bernhard, dirigido por Juan José Gurrola, que fue su último trabajo, porque en plena temporada falleció, a los 15 días se murió. Tuvimos una muy buena respuesta del público y de la crítica. Ahí volví a ganarme el premio a Mejor Actor. La recuerdo también con mucho cariño”.

¿Cómo percibe el éxito y los premios o los homenajes que le hacen?
“Confieso que me agrada, porque es una forma de reconocer tu trabajo, de que te están viendo y están pendientes de ti y que te están calibrando. Ha sido grato, estoy muy agradecido de todas maneras. Hace dos años se me hizo un homenaje nacional en el Teatro El Milagro, con ‘Minetti’ de Thomas Bernhard, que develó la placa el escritor Vicente Quirarte. También estoy muy agradecido de ellos, porque se preocupan, pues, de los actores. Y más de los actores, en este caso, de la época anterior, como soy yo, de los viejos. Quiere decir que nos están viendo y nos están apoyando de alguna manera”.

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¿Cuál fue el mejor consejo que le dio Gurrola?
“Difícil la pregunta, pero teatralmente: trata de actuar a veces como si estuvieras actuando esta escena de John Ford, de ‘Lástima Que Sea Una Puta’, trata de pensar que en vez de estar haciéndola en un palacio, la estás haciendo en una cocina de un condominio en Tlatelolco y vamos a buscar a través de esa relación formas nuevas de comunicación y de libertad. Él se manejaba con ese tipo de pensamientos, a veces. Era un genio del teatro, de repente te daba una palabra que era la clave, la palabra clave que te iluminaba el panorama teatral y de creación”.

¿Qué le ha enseñado el teatro?
“Me ha ayudado a comprender y ha descifrar un poco el misterio que significa la vida, estar vivo. Diría que ha sido eso”.

En alguna entrevista dijo que el teatro ayudaba a ser una mejor persona, ¿cómo lo ayuda en este sentido?
“¿Yo dije eso?”

Sí.
“Ah, sí, también sí. Recibimos tantos mensajes de grandes autores, de grandes compañeros que uno va limando asperezas en su personalidad y se va convirtiendo, o tratando al menos de convertirnos, en mejores personas, mejores gentes. A ver si lo logramos, a veces”.

¿Usted cree que lo ha logrado?
“Pues creo que cada vez soy mejor”.

¿Qué siente cuando está sobre el escenario, ha cambiado este sentimiento?
“Comencé muy joven a actuar, así que es una sensación como de poseer una parte de un lugar. Cuando estoy en escena me siento muy cómodo, porque es un lugar que es como mío, que conozco. Es un lugar donde se puede respirar con libertad, con total y plena libertad, y expresar tus sentimientos y tu forma de ser”.

¿Ha cambiado la forma en que se acerca a sus personajes?
“Va cambiando, depende del personaje. Va cambiando en que ya a veces una forma, un gesto, me da la clave de cómo es el personaje. En el judío Shylock, la manera en cómo él acaricia las joyas y cómo mueve los billetes entre sus dedos, me empezó a dar una característica de cómo sería todo el personaje. De repente un detalle ya te ayuda. Antes me tenía que hacer un estudio un poco psicológico de los personajes. Ahora es una forma, un modo de caminar, un modo de respirar, un guiño del ojo, que me hace comprenderlo y acercarme a él de manera más rápida y más directa, o más fácil, quizá”.

¿Qué significa ser actor?
“Pues es mi vida. Hijo mío, tengo 77 años. Comencé muy chiquito a actuar, he estado toda mi vida en el teatro. Es mi vida. Pero lo digo con tranquilidad, otros pueden decirlo como un esquema. He estado toda la vida en el teatro, aquí en la Universidad he hecho infinidad de obras. En este mismo teatro he trabajado en muchas, yo lo inauguré en 1970 y algo, con ‘La Prueba de las Promesas’ de Juan Ruiz de Alarcón , Rosenda Monteros era mi Dama Joven. Así que conozco a todos los técnicos desde que eran chiquitos, nos conocemos de años ya”.

¿La realidad inspira a la ficción o al revés?
“La ficción se basa en la vida, pero a veces la vida se basa en la ficción también. Hay una paradoja ahí, puede ser. Copiamos a la vida, pero también la vida aprende de la actuación y de la creación, formas de comunicación y de ser”.

Con toda una vida sobre el escenario, ¿qué espera dejar como legado en el teatro en México?
“Difícil la pregunta, pero te diría que se me recuerde como alguien que trató de hacer un trabajo bien hecho. Que buscó, trató de hacer algo bien fabricado, bien hecho. Sería eso, sencillo pero directo”.

¿Cree que lo ha logrado?
“Pues algo. Algo. Todavía me queda mucho tiempo en el teatro, no me quiero limitar. Todavía tenemos que seguir laborando”.