Masacre animal en rancho de Saltillo: ‘Como andan los perros, que ya probaron sangre, pueden matar a un niño’

En par de ataques de una jauría, a don Guillermo le mataron los cabritos y borregas que criaba; la dueña de los perros ni se inmuta y las autoridades están atadas de manos

Que ni modo, que demandara a los perros, así le dijeron en la Fiscalía a don Guillermo cuando fue para quejarse de que los perros de una vecina le mataron a más de 25 animales, entre cabritos y borregos.

“Me dijeron que no procedía y ya me vine muy tristón”, narró el pastor.

La masacre, donde participó una jauría de al menos cuatro chuchos, ocurrió entre la mañana del sábado 6 de febrero y la tarde del martes 9, en el rancho “Los Magueyales”, al poniente de Saltillo.

Hecatombe. Los perros que mataron al ganado de don Guillermo fueron resguardados por su dueña. FOTOS: JESUS PEÑA

Don Guillermo Covarrubias Rivera, de 67 años, había salido al monte a pastorear a sus otras chivas, cuando regresó quedó atónito al contemplar el matadero: sus cabras y borregos recién nacidos se encontraban tirados en el corral, unos muertos, otros agonizando.

No, está vez tampoco había sido el chupacabras.

Mientras hacía un recorrido por el rancho para encontrar algún indicio, (al o a los victimarios) del ataque, Guillermo miró que los perros de su vecina, una mujer que hace tiempo fue a invadir “Los Magueyales” y se asentó al lado de la casa de don Guillermo, tenían el hocico ensangrentado.

De inmediato don Guillermo fue donde la mujer para reclamarle, pero ésta negó que sus mascotas fueran las responsables de la escabechina.

Don Guillermo Covarrubias Rivera, de 67 años.

“‘La señora dijo ‘¿cómo?, los míos no fueron, si quiere háblele a la patrulla, que venga’ y esto fue lo que quedó…”, contó Guillermo señalando a sus animales sin vida.

Entonces Guillermo se presentó ante las autoridades, pero no le hicieron caso y hasta se burlaron de él.

Luego don Guillermo dio sepultura a 15 de sus animales, entre cabras y borregos, que le mató la jauría.

25 animales le mataron a don Guillermo, el patrimonio de meses de trabajo.

Y LOS PROBLEMAS SIGUEN

Pero la cosa no paró ahí.

El martes por la tarde que llegaba del monte, de pastorear su ganado, se topó con que otros 10 de sus animales, la mayoría recién nacidos, habían sido víctimas de la jauría asesina.

Guillermo decidió no enterrarlos y esperar a que llegara la policía y la prensa para que atestiguaran el hallazgo.

Unos municipales le prometieron que mandarían a los de la Policía Ambiental, pero nadie se había apersonado en el lugar del holocausto.

La jauría habría entrado en el corral después de rascar un hoyo en una de las barreras de madera y cometido los crímenes.

En el recorrido efectuado por VANGUARDIA se pudo observar a la jauría, cuatro canes, encerrada, resguardada, en el corral de la casa de la vecina de Guillermo, la dueña de los perros, quien no apareció por ningún lado.

Impunidad. La dueña de los perros, luego de la segunda matanza, no se apareció por el lugar.

“Me quejo no por mi ganado, hay familias aquí y tienen niños chicos, así como andan de alborotados los perros, que ya probaron sangre, pueden matar a un niño, fue lo que les dije a las autoridades, pero me dijeron que no procede y me dijeron, ‘ni modo que al perro lo demandes’”.

Al mismo tiempo se apreciaron las mordeduras de los perros en el cuerpo de los cabritos y las ovejas muertas, de las cuales todavía una agonizaba.

“Mire, estaban chiquitos, todavía no salían al monte, mire ese todavía está vivo”, dijo don Guillermo.

Él pensó que estos hechos tienen relación con la disputa que existe por los terrenos de “Los Magueyales”, entre la familia Ascacio, una Constructora Prisma y la lideresa del rumbo, Prudencia Santana.

Guillermo estaba triste, dijo que sus chivas y sus borregos son todo su patrimonio, de dónde él se sostiene, lo que le da de comer.

“Es de donde se mantiene uno oiga, ái ta el trabajo de uno, el trabajo de casi todo el año, ya me amolaron, pos quién sabe…”.

Las pérdidas por la muerte de los 25 animales se calculan en unos 25 mil pesos.

“Era el ahijadero de este año”, dijo Guillermo.

Y la verdad es que hasta las borregas de don Guillermo lloraban la muerte de sus crías a las que ya no verán jamás.

“Por eso está el lloradero de borregas que quieren a sus hijos”.