Más populismo a caballo

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Más populismo a caballo

Una de la impresiones más grandes en la vida de Georg W. F. Hegel, fue cuando vio entrar a las tropas napoleónicas a la ciudad de Jena en 1806, ya que para el filósofo alemán representaban a los hijos de la Revolución Francesa, “esa aurora de la razón sobre el mundo” y no se diga de Napoleón, del cual, con una profunda admiración escribió: “He visto al emperador, espíritu del mundo a caballo, qué maravillosa sensación”.

Otras estampas de personajes a caballo que inspiran respeto son, por ejemplo, la de Pancho Villa entrando victorioso a Ojinaga en su caballo “Siete Leguas”, una imagen avasallante que nada le pide al retrato de Napoleón cruzando los Alpes, del pintor Jacques-Louis David.

De igual forma impacta la imagen del Presidente Francisco I. Madero a caballo enarbolando la bandera nacional en la memorable marcha de la lealtad, pues el Apóstol de la Democracia era un gran jinete y en esa foto se impone sobre los cadetes del Heroico Colegio Militar que lo resguardan.

Otro cuadro, aunque diferente, pero que inspira respeto y mueve a reflexión, es “La Conversión de San Pablo” de Lucas Jordán, donde se ve a Saulo de Tarso siendo derribado por un brioso corcel al que le hostiga su belicoso jinete, mismo que es humillado para luego ser reconocido como el gran apóstol de los gentiles.

Y todo el contexto anterior sirve para describir al Gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, entrando a caballo a Monterrey por el río Santa Catarina, y al cual vemos como a cualquier jinete vulgar, un personaje encasquillado en la imagen de Vicente Fox, porque ni modo de compararlo con el gran corso, tampoco con Villa o Madero y mucho menos con el Apóstol derribado en el camino de Damasco.

Y es que el populismo del Gobernador Rodríguez Calderón es preocupante, tanto así, que ya se anda tropezando con su propia lengua, dibujándose a sí mismo en esa caricatura gastada de la simplicidad ranchera, de la cual, quedamos hartos con el de las botas y las tepocatas.

Porque el pueblo sencillo, por lo general, no suele hacer juicios razonados de su diario acontecer, pero bien percibe lo que pasa en su entorno por mera intuición, y los regios ya vislumbran la llegada de otro farsante que se ostenta como “El Sol”, como el “El Diablo” que se aparece, el que dice no ser Superman ni Santa Claus, para luego arremeter contra la silla donde se sentaba Rodrigo Medina.

Y mire usted, de verdad que es espeluznante el que uno de los primeros actos de Gobierno de Jaime Rodríguez haya sido “vetar” a una silla, porque de inmediato nos remite a Hugo Chávez y su decreto para que en toda reunión y banquete, siempre hubiera una silla vacía que, según él, era ocupada por el espíritu de Simón Bolívar.

Y que conste que esta opinión no es un insulto sino un diagnóstico; porque entre el Piporro y Chelelo, don Jaime Rodríguez no puede controlar los esfínteres de su simplicidad. Tampoco podrá quitarse esa nostalgia foxiana que asimismo le caracteriza. Pobre Nuevo León, entre Mario Bezares, Chavana, el fútbol y el gobernador Rodríguez Calderón. Ya verán en que bronca los mete su “independiente”.