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Más de 3 mil 500 hectáreas perdidas para la indignación y la acción inmediata
Es domingo por la tarde y las noticias con respecto al incendio desatado en Coahuila y Nuevo León se siguen produciendo desde hace semanas que se inició. Las escenas son estremecedoras. Cuántas hectáreas se han consumido, cuánto bosque, cuántos años, tanta vida se ha extinguido por un descuido criminal.
No se aprendió la lección, nunca se ha aprendido la lección y la pavorosa irresponsabilidad ha desencadenado un infierno. En una época en la que debiera suponerse hay una mayor información con respecto al cuidado ambiental, el que sucedan las catástrofes que presenciamos levanta el enojo y la indignación.
Ha habido una mayor sensibilización en muchos ámbitos y promovidos desde las escuelas y los gobiernos. Pero se ha visto que sigue siendo insuficiente, a la par que insuficientes han sido las debidas penas para desalentar acciones como las que produjeron este incendio de increíbles proporciones hasta donde se sabe en el fraccionamiento Campestre de La Pinalosa, en los límites de la sierra de Arteaga, Coahuila, y Santiago, Nuevo León.
Entre las lecciones que debe dejar este incendio de magnitud gigantesca están las de la insistencia, desde el ámbito de la enseñanza. Que los contenidos tengan referencias inmediatas a lo que estamos padeciendo ahora, para no dejarlos en solamente información sobre la naturaleza. Hay que promover el amor a la naturaleza, pero de igual modo el conocimiento y todos aquellos temas que aborden las implicaciones funestas de la negligencia.
Fincar responsabilidades a los implicados de manera penal es otra de las acciones que debe ejercer de manera decidida la autoridad. Estamos siendo testigos de una de las mayores tragedias ecológicas en Coahuila y Nuevo León, y si no se aplican castigos severos estaremos frente a una impunidad total que dará pie a nuevas y terribles catástrofes.
Estimular vivamente a la juventud a programas de reforestación inmediata. Hay decenas, centenas de jóvenes que están dispuestos y tienen energías para participar en programas que desde ya deben estarse diseñando para aliviar el tremendo daño que se hizo a nuestra región. Capitalizar esta fuerza es una de las tareas que están al alcance de familias, sí, y en torno a instituciones que puedan ejercer un liderazgo organizadamente efectivo.
Por lo pronto, las autoridades de ambos estados deben, amén de reforzar la vigilancia en los accesos a la sierra –hasta donde ello sea lo más estrictamente posible–, proteger áreas naturales en sus respectivas regiones. En Saltillo pensar en una vigilancia más rigurosa, además de con el tema de la pandemia, en lugares ya abiertos al público, como son el Bosque Urbano, la Alameda y la Ciudad Deportiva, por mencionar algunos amplios y representativos.
Otro ángulo del mismo tema del cuidado ambiental: de ver a nuestra sierra de Arteaga así como a la de Zapalinamé deriva la necesidad de exigir se detenga la invasión de las pedreras. La devastación está a la vista y duelen los ojos nada más de observar cómo ha sido devastada. De igual manera, parar las construcciones que invaden los terrenos tan cercanos a ellas. Ha sido sofocada de tal modo que el enorme vaso de agua que representa va a terminar por agotarse.
Ya es hora de que se tomen en serio las medidas con respecto al cuidado del medio ambiente en la ciudad y la región. Es un hecho que ha faltado estrategia, demostrado en los continuos desastres de los últimos tiempos. Los paseantes han rebasado a las autoridades. Momento de actuar y de ejercer liderazgos que no se queden en palabras, sino en auténticas acciones con resultados.