Marquitos, el del Ateneo

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Marquitos, el del Ateneo

Cuando en 2014 se jubiló después de 37 años de trabajo, Marco Antonio Saucedo Gatica, “Marquitos”, para la comunidad del Ateneo fue objeto de emotiva despedida en el glorioso colegio. El pasado día 9, la institución honró sus restos mortales en ese recinto que él tanto amó, antes de ser llevados a su última morada. Su corazón había dejado de latir el día anterior, y el Ateneo Fuente le brindó el homenaje con el que honra a los ateneístas de corazón.

Siete años antes, su merecida jubilación dejó un hueco difícil de llenar. Su buen carácter, su don de gentes y su vocación de servicio siempre estaban dispuestos para el apoyo a los estudiantes en la solución de sus problemas escolares. En el Archivo Histórico del Ateneo siempre estaba presto para la búsqueda de un dato, una fecha, un nombre, un documento. Marquitos fue, además, un consejero para los estudiantes en sus problemas personales. ¡Cuántas cuitas de muchachos oiría! ¡Cuántas veces levantaría un caído estado de ánimo! ¡Cuántas otras se ocuparía de curar las heridas de un rompimiento amoroso o de restañar la rotura de una buena amistad entre jóvenes! Su personalidad lo hizo indispensable en otros aspectos de gran valía para la comunidad, como la organización de las graduaciones año con año y la recopilación de documentos solicitados a los alumnos de primer ingreso y a los próximos a egresar para la obtención de sus certificados de estudios.

Miembro de una dinastía de trabajadores administrativos que ha entregado su vida al Ateneo Fuente, Marco Antonio no podía ser la excepción. Su padre, don Carlos Saucedo Valdés, de gratos recuerdos para tantas generaciones ateneístas, fue un hombre bueno, honorable y sencillo que puso su alma y su vida entera al servicio del colegio. En un acto de gratitud y reconocimiento a los valores ateneístas, la institución bautizó con su nombre el Archivo Histórico. Muy queridos por la comunidad ateneísta los hijos de don Carlitos: Marco Antonio, Rodolfo Héctor, Ramiro y María Guadalupe, y su yerno, Ignacio Valadez, dejaron todos muy gratos recuerdos a su paso por el Ateneo.

Marquito encontró ahí su verdadera vocación, la del servicio incondicional a los demás. Cuando se le encargó el Archivo, se propuso ordenar dos cuartos llenos de pilas y pilas de documentos, muy bien resguardados, pero hacinados sin orden ni concierto a falta de espacio y mobiliario adecuado y, sobre todo, de personal capacitado para su ordenamiento y conservación. Antes de Marco Antonio hubo algunos intentos de rescate del archivo que no cristalizaron porque las autoridades no comprendían que ahí estaba la memoria de la institución. Marquito tocó puertas, se movió en todas las direcciones y consiguió el respaldo. La iniciativa partió del entonces tesorero de la UAdeC, Francisco Javier Duarte, y con el rector Remigio Valdez y el director del Ateneo, Jesús Santos Méndez, reconocieron la entrega de Marco Antonio y le otorgaron los apoyos necesarios. Con la ayuda de Teresa de Jesús Rueda Cantú, por entonces a cargo del archivo de la propia Universidad, se logró la catalogación y clasificación de los documentos y su colocación en estantes adecuados. Marquitos no cejó hasta lograr la publicación del catálogo del archivo, instrumento por demás útil para cualquier persona interesada en el tema de la centenaria institución.

El prestigio de una escuela no se finca solamente en sus autoridades, maestros y alumnos. Sin el trabajo desinteresado y eficiente de los empleados administrativos, la buena marcha de cualquier institución se detendría. Así fue Marco Antonio Saucedo Gatica, un excelente administrativo. El Ateneo extrañará su amable presencia, aun cuando su huella permanecerá en el archivo y los quehaceres cotidianos de la comunidad estudiantil. Su recuerdo, como el de su padre y sus hermanos, perdurará siempre en la historia del glorioso Ateneo Fuente.