María Teresa León, que la ilusión de su memoria no se extinga

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María Teresa León, que la ilusión de su memoria no se extinga

Para quien me presentó la Memoria de María Teresa en una soleada mañana.

Haber vivido el convulso tiempo de la Guerra Civil Española, trajo zozobra y dolor a María Teresa León, la protagonista de nuestra colaboración anterior en esta columna, y ahora aquí. Observó el sufrimiento de los suyos y lo padeció ella misma. Su legado dejó para la posteridad, sus lectores del futuro, la huella de su valentía y el poder de sus letras.

Como lo decíamos, María Teresa recorrerá junto a Rafael Alberti el continente europeo con la esperanza de ver consolidados proyectos literarios unidos al proyecto político contra Francisco Franco, quien para mal y desgracia, alcanzó el triunfo y se convirtió en el dictador de España por décadas.

Junto con Alberti lucha en contra del sistema que será opresor del pueblo español. Presenciarán asombrados, dolidos, indignados, el ataque a la ciudad de Guernica en el año de 1937, el primero que se hacía en la guerra sobre una población civil. Murieron por la bomba ahí lanzada miles de niños, mujeres y ancianos; no había hombres, pues habían sido reclutados para el frente de batalla.

En su “Memoria de la melancolía”, María Teresa recuerda el momento en que visitó el taller de Picasso, cuando el pintor concluía el enorme, en todos sentidos, cuadro de la guerra, el cual, con las palabras de la escritora: “aterraría los ojos de las gentes más que cualquier verdad fotografiada”. Era, dice: “El primer cuadro político donde gritaba el horror de nuestro tiempo”.

Relata ella misma que pasado más tiempo, tuvieron noticia que fue a ver a Picasso el embajador de Hitler, quien coleccionaba cuadros de la pintura contemporánea que desdeñaba el dictador. Al llegar se produjo un silencio, roto por el embajador: “Maestro, muéstreme usted sus mejores cosas”. Al aparecer el Guernica ante sus ojos, el visitante halagó así al pintor malagueño: “¡Oh, maestro!, es lo mejor que ha hecho usted”. A esto, contestó Picasso: “Esto no lo he hecho yo, lo han hecho ustedes”.

Y concluye el relato María Teresa, contundente: “La luminosa onda gris de repente se revolvía como las astas de un toro magnífico, defendiendo la verdad, la belleza, los hombres, los árboles de España, la luz, la esperanza”. 

Así ella misma, como Alberti y muchísimos más, defendieron la España que veían ante sí caer a pedazos. A la par de su producción literaria, su compromiso político la tenía en el primer frente de batalla: formaba parte de una organización de mujeres, ya exiliada en Argentina, de apoyo. Cuando a esta organización llegó un telegrama del propio Picasso solicitando ayuda para el hospital español de Toulouse, organizaron colectas para mandar zapatos a España, que incluían unos espléndidos para el propio Picasso, que en su telegrama había depositado estas palabras: “Estos hombres cuyo delito es amar la libertad, conservan su fuerza moral al mirar hacia el sur”. La angustia, escribió León, cubría a todo un continente. Cubría al mundo.

Empatada con el poeta John Donne, quien en su poesía definía que ningún hombre es una isla, que todos pertenecemos a un continente llamado humanidad, León tenía claros los dolores del país que se había visto obligada a dejar.

Compañera de Alberti, tuvo su propia vida, su propia creación, sus proyectos y sus ideas muy bien afincadas en el amor por su España. Vivió comprometida y anheló ardientemente la libertad para su amado país.

Despide sus líneas de “Memoria de la melancolía” con estas bellas palabras: “Pero aún tengo la ilusión de que mi memoria del recuerdo no se extinga, y por eso escribo en letras grandes y esperanzadas: Continuará”.

Leerle, luego de décadas y ver cómo se conserva la frescura de su valiente y constante trabajo y producción, alienta a las mujeres de otros tiempos a, como ella, continuar.