Manual para denunciar a un acosador al volante
Opinión invitada: Diana Infante
Arte: Cortesía
Diseño: Edgar de la Garza
Fotos: Mayra Franco
Hace un par de semanas Vanguardia me invitó a escribir una pequeña pieza en conmemoración al aniversario de Saltillo, mi ciudad, que tanto quiero y tanto me ha visto crecer. En esa pieza hablé sobre cómo, si se quiere hablar del saltillense real, el de a pie, inevitablemente se necesita hablar de transporte público. La mayoría se ha subido al Ramos, el Periférico, la 10 Lomas o cualquier otra ruta urbana de la ciudad. La experiencia de viajar en el transporte público de Saltillo es una que se vive, y se sufre, casi a diario por más del 60% de la población de Saltillo, según el Sistema de Indicadores de Movilidad Urbana de Saltillo realizado por el IMPLAN Saltillo en 2015.
El tema del transporte público y la movilidad es uno con el que me identifico mucho y es uno de los puntos que considero centrales para el buen desarrollo de una ciudad y sus habitantes, sin embargo hoy no les escribiré sobre los efectos positivos que un sistema de transporte público articulado, eficiente y digno puede tener en una ciudad. Hoy les vengo a hablar de la gota que derramó el vaso para mí.
El día 3 de junio, a plenas 4 de la tarde, abordé la ruta 5B donde sufrí el caso de acoso sexual que ha desencadenado todo lo que estoy por contar. El chofer me miraba por el retrovisor mientras me enviaba besos, se lamía los labios e incluso se tocaba la entrepierna en repetidas ocasiones. Cuando decidí bajarme y le hice la parada hizo caso omiso y continuó haciéndolo a pesar de que comencé a gritarle que se detuviera. Otras personas en la parte trasera del camión también comenzaron a gritarle y fue solamente hasta ese momento que decidió detener la unidad. ¿Qué hubiera pasado si hubiera estado sola? ¿Qué hubiera pasado si los demás pasajeros ignoraran esto? ¿Qué tal si no hubiera sido yo y si una menor?
Cualquier cambio en el orden de los factores pudo haber terminado con un feminicidio o violación.
El chofer traía el tarjetón de identificación parcialmente escondido debajo de la caja de dinero, pero alcancé a ver su nombre y una vez que estaba en un lugar seguro me di cuenta que del billete de 100 con el que había pagado, únicamente me regresó menos de 25 pesos.
Ese mismo día, aún en estado de shock, marqué a la línea de quejas 072 para poder levantar un reporte contra el chofer solamente para toparme con una señorita que me comentó que a ella también la han acosado y le han pasado cosas similares, pero que solamente les ponen una sanción económica, la pagan y listo.
En este punto, todo empezó a ir en picada. ¿Realmente vivimos en una ciudad donde los choferes de transporte público básicamente "pagan" por acosar a usuarias y regresan a su trabajo como si nada para poder seguir acosando a más mujeres?
Me hirvió la sangre solo de pensar que el señor que me acosó tan descaradamente en un camión lleno de pasajeros podría volver al día siguiente a hacer su trabajo como si nada, y probablemente a hacerle lo mismo, o algo peor, a otra mujer. Desde el inicio me quedó completamente claro que el Instituto Municipal de Transporte no tiene la capacidad ni los protocolos adecuados para lidiar con casos de violencia de género y acoso y abuso sexual en el transporte público, ...y tampoco muchas ganas de hacerme caso. Al día siguiente asistí al Centro de Justicia y Empoderamiento para las Mujeres a interponer una demanda contra el chofer por acoso sexual y para mi sorpresa cada una de las mujeres que me atendió me platicó su historia de algún chofer o pasajero que las había acosado dentro de las combis, qué ironía. No estaba sola y sí.
Desde el inicio todo ha sucedido de manera pública, me encargué de publicarlo en mis redes sociales , al inicio desde Twitter y posteriormente a través de Facebook, y fue a través de ellas que el alcalde Manolo Jiménez me contactó al día siguiente de lo sucedido, sin embargo, después de recibir una llamada de Sigfrido Macías y de tener una junta donde se le entregó una queja por escrito, no han vuelto a ponerse en contacto, ni siquiera han tomado cartas en el asunto contra mi agresor a pesar de que cometió múltiples ofensas que lo harían merecedor de más de una sanción e incluso, despido.
En la queja que se le entregó a Sigfrido Macías, y a la cual no respondió nunca por ningún medio de comunicación, le comenté todo lo que sucedió con el chofer en extremo detalle y también elaboré una lista de medidas de reparación del daño, es decir, acciones que el Instituto Municipal de Transporte debe tomar para comenzar a atacar el problema de acoso y abuso sexual en el transporte público, y asegurar que esto no me vuelva a pasar a mí ni a ninguna otra mujer en Saltillo. A la fecha el chofer sigue trabajando como conductor de transporte público, sigue negando todos los hechos y el Instituto Municipal de Transporte sigue sin tomar cartas en el asunto, deslindandose de la responsabilidad que tiene en este problema.
A casi tres meses de lo ocurrido el caso sigue completamente igual. Municipio hace oídos sordos a mis quejas a pesar de que me encuentro en una postura de diálogo cooperativo y productivo. El Instituto Municipal de Transporte no ha resuelto nada, mientras funcionarios se pasan las capturas de pantalla de mis tuits y se lavan las manos de toda la responsabilidad que tienen, y algo que me queda perfectamente claro es que que resolver mi caso no resolverá el problema sistemático de violencia de género que tenemos en la red de Transporte Público Urbano de Saltillo, correr a quien me acosó y me agredió sexualmente no va a lograr nada si no existe la voluntad política de querer arreglar el problema de raíz.
Ignorar mis quejas y mis propuestas de solución no harán que el problema se resuelva mágicamente o deje de existir. El acoso y el abuso sexual en el transporte público de Saltillo es un cuento más viejo que nada y ninguna administración municipal ha tenido la voluntad política de querer atacar y resolverlo. Al día una mujer está expuesta mínimo a 2 episodios de probable acoso o abuso sexual en el transporte, y la gravedad del problema es tal porque el Gobierno Municipal ni el Instituto Municipal de Transporte ni siquiera tiene números oficiales sobre casos de acoso y abuso en el transporte público por parte de un chofer u otros pasajeros.
Plan de… ¿modernización?
No es secreto que hace meses el alcalde Manolo Jiménez anunció con bombo y platillo el nuevo plan de modernización del transporte público, que en su primera etapa contempla la modernización exterior de los camiones y la capacitación de los choferes a través de un convenio con la UTC. Pero, ¿realmente sabemos qué es lo que se les está enseñando a los choferes?¿ Quién imparte este curso?, pues no se pregunte más, querida/o lectora/o, hoy vengo a sacarlo de todas esas dudas.
Dentro del temario del curso que llevan los choferes de manera obligatoria, dentro de la unidad 2, existe un tema titulado “El operador evitará el acoso hacia usuarios del transporte, señalándose como una conducta no deseada de naturaleza sexual, física y verbal que hace que la persona se sienta ofendida, humillada y/o intimidada”, y muchos podrán decir “Bueno, Diana, por lo menos llevan un tema…”, pero, ¿será un tema, titulado casi como mandamiento, suficiente para prevenir estas conductas y asegurar la seguridad y el derecho a una movilidad digna de las usuarias del transporte público?
El curso que toman los choferes se imparte en fines de semana en las instalaciones de la UTC y el tema sobre el acoso sexual lo imparte un profesor cuya trayectoria enlistada dentro del sitio oficial es ser profesor de computación en una preparatoria privada de la ciudad. Ahora, no me malinterpreten, no dudo de sus capacidades como profesor por su experiencia profesional, pero dudo muchísimo que esa persona se la indicada para impartir un curso sobre violencia de género cuando podría apostarles que él nunca ha vivido esto, ni sabe lo que significa ser mujer y vivir el transporte público como tal.
En pocas palabras no hay ninguna preparación para evitar casos de abuso y acoso sexual, y tan es así que no tienen ningún tipo de protocolo de atención a víctimas de este tipo de violencia de género, a pesar de que es un problema latente y que tiene años y años. ¿Qué necesita pasar para que las autoridades por fin respondan y empiecen a atacar este problema?, porque no olvidemos que en esto los responsables no solamente son los concesionarios, sino la autoridad que permite comportamientos que claramente violan los derechos humanos de las usuarias y deciden voltear a ver para otro lado para no quemar capital político, para no tocar temas que incomodan, supongo que para que Manolo Jiménez no pierda la elección a gobernador.
El punto final es que lamentablemente no soy nada más yo la que sufre acoso y abuso sexual en el transporte público de Saltillo, ya sea por parte del chofer o por otros pasajeros las mujeres tenemos que vivir esto a diario y las instituciones escogen voltear al otro lado y pretender que nada pasa, que pintando los camiones, poniéndole camisa a nuestros agresores y sentándolos un sábado a escuchar “no deberás acosar” como si fuera misa se resolverá el problema cuando sabemos que no es así.
Cientos de mujeres son víctimas de abusos iguales o peores que el mío, alzar la voz sobre mi caso de acoso sexual por parte de aquel chofer de la 5B se siente como gritar a la nada, como estar encerrada en un cuarto en total oscuridad y en constante sensación de peligro. Desde el día en que tomé la decisión de denunciar no puedo caminar tranquila por la calle, tener que tomar la combi en la misma parada en la que aquel día me provoca ansiedad y miedo de que el chofer me reconozca y tome represalias. Así ha sido mi vida los últimos tres meses y probablemente no cambiará pronto. En Saltillo tenemos funcionarios públicos que hacen oídos sordos a todo esto, que eligen dejar en total vulnerabilidad a las usuarias del transporte público y las mujeres en general.
Al final del día mi caso contra el chofer de transporte público que me acosó es mucho más grande que solo eso, y sirve para evidenciar la incompetencia de nuestras autoridades en turno y la poca o nula disposición a reconocer la enorme problemática de género que se vive en la ciudad.
¿Cuánta brillantina rosa se necesitará para que las autoridades dejen de fingir que las mujeres no sufren violencia de género en Saltillo?
Marchas feministas
Este agosto se organizaron dos marchas feministas, por el hartazgo de hechos violentos a las mujeres de Coahuila. El del día de ayer fue organizado para reclamar por el caso de Gabriela, una mujer que fue descuartizada por su pareja y revictimizada.