Manolo, liderazgo y carisma

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Manolo, liderazgo y carisma

Manolo Jiménez Salinas es un líder democrático. No populista, tampoco autoritario y mucho menos mesiánico. Es más bien un líder carismático legitimado por las urnas, atento a las demandas populares, a las propuestas de sus electores, un líder que promete y cumple respecto a las necesidades de la gente que contribuye con sus impuestos al desarrollo de su comunidad, esa gran mayoría que hoy lo elegirá nuevamente como alcalde de Saltillo.

Y cuando decimos que es un líder carismático no nos estamos refiriendo exclusivamente al tipo de liderazgo que definió el sociólogo alemán Max Weber basado en las cualidades intangibles, casi sobrenaturales del Duce o del Conducator, sino a una mezcla muy sencilla de juventud, sensibilidad, transparencia, humildad, honestidad y, por qué no, también a la presencia de un carisma natural.

Y conste que tampoco estamos exagerando con respecto a dones carismáticos como los que dice Saulo de Tarso que el Espíritu Santo derramó sobre sus paisanos griegos de Corinto para hacer milagros, hablar en lenguas o emitir profecías, pero bien aplica en este caso en el aspecto de sanar males sociales, rezagos comunitarios, en lograr el bien común. El carisma ayuda mucho y Manolo lo tiene en esa capacidad de suscitar adhesiones, conciliar intereses y atraer seguidores.

La semana pasada acudimos a la presentación de las niñas que practican el patinaje en el Biblioparque Norte. Un joven y dos docenas de niñas practican esta disciplina en la cancha de basquetbol que mejor se adapta a sus necesidades y, aunque Manolo no estaba presente, el joven patinador, las niñas y los padres de familia empezaron a corear el nombre de Manolo, seguido de un “pista, pista, pista…”, lo que el sociólogo Max Weber definió como una invocación a la autoridad carismática en quien los miembros de una comunidad confían la solución de sus problemas y necesidades.

Los ejes en que Manolo Jiménez ha planificado su administración darán respuesta a esta petición y a muchas otras demandas y promesas que el panista Isidro López Villarreal dejó como rezago en esta ciudad debido, principalmente, a que don Chilo siempre le dio prioridad al golf, a la milonga y a la disipación y nunca tuvo el liderazgo suficiente para hacer de su administración una palanca para el desarrollo de Saltillo.

Y es que el bono democrático que López Villarreal obtuvo al vencer en las urnas a Fernando de las Fuentes, don Chilo lo dilapidó en francachelas con su amigote el “Calzón” Cepeda, perdiendo su identidad como alcalde, desgastando la investidura, faltando a la seriedad y a la sensibilidad necesarias para lograr el cariño y el respeto de la gente, que en eso consiste el verdadero liderazgo, en ser querido, respetado y seguido por el pueblo.

En eso consiste el sello distintivo del mandato de Manolo, en la adhesión de la gente a su proyecto político, a un liderazgo que rehúye al escapismo, a la simulación, a la falsa complacencia; no complaciendo por complacer, sino conduciendo un gobierno ciudadano, honesto, dinámico, seguro, incluyente y en orden. Liderazgo y carisma que hoy serán ratificados en las urnas con el triunfo de Manolo Jiménez Salinas.