Magisterio y poder en Coahuila, una traición (2)
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Magisterio y poder en Coahuila, una traición (2)
Profesores que vivían en la medianería de sus raquíticos salarios, con una vocación envidiable, fueron aquellos de los trajes roídos y los zapatos reparados de media suela que pisaron las calles de las ciudades coahuilenses y pueblos que los circundaban en las décadas del siglo 20.
Fueron los que lucharon contra la apatía del Gobierno del general Madero, luego libraron batallas para el reconocimiento de sus derechos en los años 60 y lograron beneficios que un puñado de gañanes arrebataron en los últimos tres sexenios al patrimonio magisterial.
Surgió la clase dirigente magisterial con un status decadente, como cortados de la misma tela, se sirvieron de las arcas magisteriales de manera insaciable llegando al grado de no poder justificar sus ingresos contra el tren de vida que llevaban: residencias grotescas, mujeres en cada oficina, humos etílicos y vicios inimaginables.
Protegidos desde la elite del poder, los principitos en turno fueron impuestos a la mayoría de los docentes, que al final de cuentas resultaron cómplices al no denunciar los actos.
Muestras de esos excesos se multiplicaban: ranchos enclavados en las sierra de Arteaga y General Cepeda, complejos vacacionales, hasta uno se mandó hacer un corrido.
La toma de la Secretaría de Educación por Moreira el huido fue el inicio de esa conjura. El encargado de hacer los desvíos en los apoyos magisteriales que venían de la Federación fue Samuel Rodríguez, las cantidades fueron de miles de millones de pesos, el objetivo: llegar a ser gobernador.
La segunda parte del atraco la llevó Carlitos, quien desde la Sección 5 fue impulsando el saqueo de las cuotas para preparar la campaña de su hermano, cómplice y confidente desde niño. La misma debilidad por el hermano que lo hizo perdonarle todo, hasta el haber cacheteado al “Negro” Ochoa en las oficinas de Rectoría.
El tercer dispendio fue el salto de la muerte del mismo personaje a la Sección 38 a fin de apuntalar la campaña del hermano mayor, al que se le temía por vengativo y rencoroso, que exigía también el apoyo y vaya que lo logro. Todo a costa de las cuotas magisteriales y de las aportaciones gubernamentales al fondo de pensionados.
El mayor pecado que cometieron los atracadores fue tocar el dinero de las pensiones, ya que se les convirtió en una bola de nieve que no podrá solucionarse ni con la totalidad del presupuesto del Estado para un año.
Al percatarse de las consecuencias, estos boludos quisieron componer la trapacería inventando primero acciones entre los pensionados para que a través de la venta de boletos de rifas, solventaran la ratería.
Luego al no ser suficiente, el paso fue modificar las leyes para que los profesores siguieran pagando de sus míseras pensiones, los saqueos que sus lidercillos habían realizado.
Estos nombres deberían estar en una placa dedicada al descaro y la corrupción: Armendáriz, De la Cruz, Moreira, Montoya, Núñez, Delgadillo, Garay y muchos otros más.
Inventando pensiones a sus incondicionales, comisiones a sus allegados, nivelando sueldos y nombramientos a fin de cubrir favores de todo tipo fueron las prácticas constantes de ese lumpen resucitado.
Las consecuencias son evidentes y la de mayor peligro es la bancarrota del sistema pensionario y la imposibilidad de la cobertura de las pensiones a maestros, la desaparición de coberturas en el servicio médico (ya está sucediendo), la dilapidación de los deportivos de la 38 (uno dedicado a la desaparición de personas en Guerrero y el otro en Saltillo entregado a las fuerzas federales).
Y por último, el ataque a la dignidad del gremio por ese puñado de barbajanes, y el Gobierno de Riquelme: cómplice de los malvados y enemigo de los profesores. Pobre Coahuila, le impusieron a la hechicera y miren cómo va quedando.