Macondo (parte I)

Usted está aquí

Macondo (parte I)

“En la noche, después del toque de queda, derribaban las puertas a culatazos, sacaban a los sospechosos de sus camas y se los llevaban a un viaje sin retorno. Era todavía la búsqueda y el exterminio de los malhechores, asesinos, incendiarios y revoltosos del decreto número cuatro, pero los militares lo negaban a los propios parientes de sus víctimas, que desbordaban la oficina de los comandantes en búsqueda de la noticia. ‘Seguro que fue un sueño’, insistían los oficiales. ‘En Macondo no ha pasado nada, ni está pasando, ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz’ (Cien Años de Soledad. García Márquez).

Coahuila se asemeja a Macondo y Saltillo es idéntico, con las marrullerías de los gobernantes tanto administrativos como reales, y para muestra varios botones:

1. En lo que parecería que estuviéramos en la película de “Los tres entierros de Melquiades Estrada”, la inauguración del Centro Oncológico Salvador Chavarría ya contó con este número de inauguraciones presumidas, primero por el gober bailarín (pero con la feria en noviembre de 2011), después en ese mismo mes, pero de 2017, el consolidado dictador Rubén “N” presumía de la funcionalidad y cortó el listón, sólo que sin aparatos en funcionamiento y, el último entierro, digo inauguración, acontecido sólo parcialmente este julio de 2021. Por lo que 10 años han transcurrido y el nosocomio apenas puede ofrecer los tratamientos de quimioterapia como cualquier clínica común y corriente, ¡válgame dios!

A través del ejercicio predilecto de las dos administraciones de los hermanos “muerte charco de sangre”, de hacer cuentas mochas y con ganancias estratosféricas para los patrimonios familiares, el costo del centro oncológico ha representado una inversión mayor a los 150 millones de pesos de los 28.4 millones presupuestados en 2011 y entregados al hermano menor, y lo peor es que su fruncimiento será solamente de la primera etapa. ¡Qué rapiña!

2. Nos regresamos a octubre de 2018, cuando el candidato a alcalde, su bajeza Manolito I señalaba en plena campaña: “Saltillo necesita que le volvamos a meter recursos a las obras de drenaje pluvial que se necesitan en diversas arterias para desfogar los caudales con mayor eficiencia y que las afectaciones sean las menores para los automovilistas y las zonas habitacionales”. En alianza con el Gobernador del Estado, Miguel Riquelme, Saltillo contará con más de mil millones de pesos para diversas obras que llevarán a nuestra ciudad al siguiente nivel. Si en tan sólo seis meses logramos tantas cosas trabajando en equipo, imagínense lo que vamos a alcanzar en tres años, y uno de mis compromisos con los saltillenses es mejorar la capacidad de nuestra infraestructura para hacer frente a fuertes precipitaciones pluviales”.

Aun cuando se sabe de cierto que esos mil millones sí existieron, fueron utilizados en la campaña de otro nefasto personaje que gobernará la capital en próximos meses, los estragos de la falta de obra de drenaje pluvial se hicieron evidentes desde el año pasado y continúan en éste en las colonias de la parte norte de la ciudad, lugar en donde se debió construir un colector magno en la zona denominada 4 bajo y canalizar adecuadamente los arroyos de la ciudad, pero su bajeza entró al círculo de sus hacedores y entonces encontró la fórmula precisa de hacer dinero, sin mayor esfuerzo a costa de sus súbditos Saraperos.

3. Siguiendo con el principito y después de la campaña de su sucesor llegaron las facturas, en lo que supone un pacto previo a cambio del apoyo del infumable candidato del PRI para Saltillo por parte del gremio de los taxistas.

Y en un hecho orquestado desde el mismo gobierno municipal, según los enterados, los trabajadores del volante amenazaron con “paralizar” la ciudad sino se prohibía a los ubers y otros servicios de transporte en el ejercicio constitucional de su derecho a trabajar. (Ojalá los hubieran dejado declarar la huelga, sólo para darnos cuenta los saltillenses que no les necesitamos para nada).

De esa manera el principito impone a la comunidad un servicio deficiente, con falta de higiene, ajeno a las buenas maneras, caro y en unidades Tsuru que, si bien te va, son modelos 2014 hacia abajo, con espacios reducidos, que igual fueron halcones hace unos años y por ende delincuentes. Pero en Saltillo, al igual que en Macondo: “no ha pasado nada, ni está pasando, ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz”. Coahuila insumiso, ¡ya despierta, carajo!