Luis Rafael, el niño artista que hace esculturas para poder sobrevivir

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Luis Rafael, el niño artista que hace esculturas para poder sobrevivir

Foto: Vanguardia/El Universal
Tiene 12 años y ayuda a su mamá. Quiere estudiar para ser arquitecto y construir casas

Gómez Palacio. Se llama Luis Rafael Zamarripa Sifuentes, tiene 12 años y es escultor. En la calle Bravo del centro de Gómez Palacio, Durango, Luis Rafael crea figuras con plastilina de caricaturas y videojuegos que vende al público. Lo hace con la gracia y el celo de un artista profesional. 

Luis Rafael pone su pequeño puesto a las afueras de una panadería donde su mamá Adela trabaja desde hace años. En la esquina, Luis Rafael, de cara redonda y cabellos ondulados, está sentado junto a su hermana Sanjuana Milagros, de 14 años. 

A un lado, encima de una caja de plástico, se halla su obra de arte: decenas de figuras creadas con plastilina y paciencia. Encima de otra caja de plástico hay un cartón blanco con dos leyendas: “Favor de no agarrar las figuras pedirlas al encargado. Gracias” y “No tocar o desacomodar de su lugar. Muchas gracias”. 

Luis Rafael vende su obra desde 12 hasta 40 pesos, dependiendo de la complejidad de la escultura. 

“Me gusta jugar con plastilina”, dice cuando se le pregunta por las obras. 

Estudia el primer año de secundaria en la escuela Federal 2 Héroes Anónimos. Su mamá cuenta que desde chiquito le gustó jugar con la plastilina. 

“Recuerdo que la primera figura (que hizo) fue la abejita que venía en la plastilina modelina. En eso empezó a entretenerse y todavía se entretiene en eso”, resume la madre. 

Luis Rafael habla poco y contesta directo. Cuida muy bien sus figuras y no permite que nadie las toque a menos que las vaya a comprar. Si alguien quiere tomarlas, él los regaña y les pide que por favor lean el letrero donde se prohíbe agarrarlas. 

Copia las imágenes de fotografías o directo del videojuego. Cinco noches en Freddy’s es su favorito. “Es de miedo”, responde cuando al preguntarle de qué trata. Refiere que se tarda de cinco a 10 minutos en esculpir una figura de plastilina. 

-¿Alguien te enseñó?- 

“No, yo solo”. 

-¿Cuál es tu personaje favorito?- 

“Me gustan todos”. 

-¿Uno en especial?- 

“Benson”, dice a secas, como si todos supieran que el tal Benson es un personaje gruñón y regañón de la caricatura Regular Show. 

-¿Cuánto tiempo llevas vendiendo tus figuras?- 

“Dos años”. 

-¿Y cómo te va?- 

“Hay días buenos y días malos— explica como todo un comerciante que sufre de las crisis económicas”. 

-¿Y qué haces con el dinero?- 

“Ayudo a mi mamá y pago mis estudios y eso”. 

Su mamá Adela dice que le ayuda para los pasajes, completar el almuerzo, pagar algunas cuotas de la escuela o comprarse zapatos. “Es muy lumbre con los zapatos, se los echa muy pronto”, explica la mujer. “A veces lo hacen enojar porque agarran las figuras y yo le digo que no importa, que les sonría”. Adela agrega que a su hijo también le gusta Bob Esponja y Los Simpsons. “Le digo que esos no son para niños, pero de todos modos los ve los jueves que es cuando descanso”. 

El niño artista 

Un día, hace casi dos años, Luis Rafael le dijo a su mamá que se pondría a lavar carros porque se aburría de estar toda la tarde sin hacer nada. De dos de la tarde a nueve de la noche es la jornada de la madre. Es la jornada de sus hijos en la banqueta. Los jueves son de descanso. 
El niño siempre cargaba con su plastilina para entretenerse cuando no había carros que limpiar, entonces decidió que intentaría vender sus creaciones. Primero fueron figuras de perritos de diferente raza. 

“Quién va a querer un perrito de plastilina”, le cuestionó su mamá. Pero no faltó quien se los comprara. Después dio el salto a los personajes de videojuegos y caricaturas. “Están bien feos, hijo”, le comentó Adela. “Pero los niños sí los conocemos”, le explicó y así empezó a hacer las figuras y venderlas. Cuando hay días flojos en la venta, se pone a limpiar coches. 

“Hay días que llega ‘amá, no vendí nada’ y le digo que es como todos los negocios”, platica Adela. 
Luis Rafael asegura que ya almacenó las imágenes en la memoria y que si le traigo una caricatura que no conoce, con sólo verla la puede plasmar en la plastilina. Lo dice con la confianza de un conocedor. Le pido si me puede esculpir una figura y accede. 

El niño amasa la plastilina. La hace bolita, la extiende. Toma un cuchillo y corta unas partes, extrae otras. Se apoya en una tabla que coloca sobre las piernas cruzadas. Usa un palo de madera para aplanar y moldear. Toca, da forma. Es detallista. Usa palillos, pintura. Peatones de acercan a observar al niño y cuando quieren agarrar una figura, les dice que no se puede. Y sigue creando con la plastilina. 

-¿Qué vas a hacer?- le pregunto. 

“Un zorro”. 

-¿Y ese dónde sale?- 

“En Cinco noches en Freddy’s”. 

El niño escultor de plastilina ya se sabe de memoria la figura. Dice que la ha hecho muchas veces. Tiene una caja con unos 30 paquetes de plastilina de diferentes colores, las cuales a veces le duran apenas una semana. Cuando las termina, las baña en pegamento líquido para evitar que se desprendan las partes. 

Luis Rafael termina su obra de plastilina. Ese lo vende en 40 pesos. “Es más difícil por eso es más caro”, explica sin rodeos. 

Su mamá Adela asegura que también dibuja muy bien. Cuenta que su materia favorita son las matemáticas. “Hasta ahora no me ha reprobado ni una materia”, comenta. 

Ahí mismo en la banqueta, a lado de sus obras, Luis Rafael hace la tarea y dice que le gustaría ser arquitecto y así construir casas. 

Rafael toma el zorro en la palma de su mano y lo modela como si fuera su más reciente creación. Después lo coloca junto a sus demás obras.