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‘Los Zetas no están extintos’: Entrevista a Manuel Jesús Cicero Salazar
Una escisión del Cártel de Los Zetas, denominada Vieja Escuela, se adjudicó los ataques contra un bar en Playa del Carmen y a las instalaciones de la Fiscalía Norte en Cancún. Manuel Jesús Cicero Salazar, anterior subsecretario de Seguridad Pública en Quintana Roo, relató desde una ciudad de México que el cártel no está desaparecido.
“La droga la estaban moviendo por Veracruz, subía entrando por La Ribereña. Otra venía por Chiapas desde Guatemala, entraba por mar y tierra. Localizamos vuelos y se los dimos (al estado), tan vendidos en ese pinche estado”.
Y es que el Teniente Coronel Manuel Jesús Cicero Salazar, llegó a Quintana Roo después de trabajar como director de la Policía Municipal en Ramos Arizpe y de la Operativa del Estado de Coahuila. Ahí se puso a servicio de la administración del gobernador Roberto Borge.
En Quintana Roo fue destituido tras (aparentemente) chocar el auto en el que viajaba en estado de ebriedad. Fue acusado de proteger a Los Zetas e ingresado al Penal del Altiplano en febrero de 2012, bajo la averiguación previa PGR/SEIDO/UEDICS/197/2011, de la cual fue absuelto un año y seis meses después, al no encontrarle participación delictiva.
Después de su liberación, se dedicó a escribir un libro con sus memorias, titulado “Mi Vida como Policía”, donde relata la venta de droga en Quintana Roo:
“…En los hoteles es el gran negocio, en el hall un hostes compra la droga a $200.00 (pesos) y reparte a meseros, camareros, y ellos venden la droga a 100 dólares, por eso les mal pagan los dueños… a parte los vendedores de frutas y demás en la playa les hacían competencia y vendían más barato. Es el motivo que han existido homicidios en la playa…”
En sus investigaciones, donde mandó policías encubiertos disfrazados como turistas, investigaron que a Playa del Carmen llegaban 500 dosis diarias de cocaína.
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Dentro del penal del Altiplano, Manuel Jesús Cicero fue compañero de celda de Raúl Lucio Lechuga, “El Lucky”, tercero al mando de Los Zetas, además de convivir con gente del Cártel de Sinaloa. Un grupo delictivo lo invitó a formar parte de sus filas.
“Yo platicaba con ellos y les decía que estaban bien pendejos. Los Zetas sacaron lo violento porque tuvieron instructores de estos cabrones de Al Qaeda, trajeron unos güeyes, se infiltraron y vivieron en la frontera. Ellos los entrenaron, por eso andaban todos locos haciendo chingaderas, pero a lo idiota, no tenían idea de lo que eran. ¿Lazcano? (Heriberto Lazcano, Z-3) ¿Cuál era su grado? Cabo, otros güeyes que andaban ahí, nada más tuvieron un curso. Lo máximo que tenían era el básico especial”.
— ¿Usted ve un Cártel bien capacitado en técnicas de guerra?
— No, definitivamente no. Estos quisieron adiestrarse en un principio, y lo que hicieron fue hacer lujo de violencia y por eso causaron terror. Pero no estaban capacitados. A mi me consta que no tenían ni puntería, ni disparando con misil, ni disparando con lanza granadas, ni disparando con las automáticas. Y yo se los decía a los muchachos: “No tengan miedo, no saben disparar, por eso tiran ráfagas”.
— ¿Por eso se enfrentaba así?
— Ya sabes que no hay problemas, claro que si la traes chueca hasta un cuetito te cae encima.
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El domingo 30 de agosto de 2009, Manuel Jesús se enfrentó a balazos contra un grupo de pistoleros que habían asesinado a un apostador en el hipódromo Cañada Park, en el convoy viajaba Miguel Treviño Morales, Z-40.
Raúl Lucio Lechuga, “El Lucky”, le explicaría tiempo después:
“…Yo te conozco. ‘El 40’ mandó que te rompieran la madre y no te la rompieron, güey. ¡Ese pinche ‘Ardilla’ (Salvador Martínez Escobedo) pendejo!...”
— ¿Y si usted hubiera matado al Zeta 40?
— Se hubieran ido con todo sobre mí. Mira, puedes resistir una emboscada si te das cuenta, o un ataque de frente, corres y te haces a un lado. Lo más seguro es que el Ejército me hubiera agarrado y metido al cuartel, pero me hubieran estado cazando cuando saliera, ni modo que estuviera encerrado siempre.
— ¿Cómo ve a Los Zetas? ¿Están extintos?
— Están calmados, extintos no.
— ¿Volvería a combatirlos?
— Claro que sí. Te digo que iba con esa misión. Yo estuve a poco de haberme metido. A mí me iba a ayudar a meterme con ellos el Comandante de esos cabrones.
— ¿A meterse en qué sentido?
— Empezar a hacer tratos con ellos, yo quería hacerme de su confianza, no me buscaron. Eso fue lo peor. Yo no puedo presumir de honesto tampoco, porque a mi no me buscaron. Ni yo lo rechacé.
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Manuel Jesús Cicero Salazar, ahora de 69 años de edad, vive entre dos estados de la república visitando a su familia. Ha buscado trabajo en corporaciones de seguridad, recibiendo negativas.
— ¿Tu preguntas ¿Vale la pena? Llega el momento en que, mira: Qué hace uno en su casa, ¿Crees que no estoy aburrido? Sabes a cuántos le he escrito. Me hablan y a la mera hora se rajan.
— ¿Usted era feliz matando y sabiendo que lo iban a matar?
— ¿A qué crees que me dedicaba en el Ejército? Yo tuve la buena o mala suerte de vivir la época de las guerrillas. No me tocó época bonita.
— ¿Es más fuerte el narco o la guerrilla?
—Es lo mismo desde el punto de vista operativo, te vas a enfrentar a una persona que no trae uniforme, no sabes quién es, hasta que lo enfrentas. Pasa lo mismo con el guerrillero, no sabes hasta que dispara el cabrón. No es lo mismo porque el guerrillero, mis respetos, va con una idea noble, lo idiotizaron que es diferente, va noblemente a ofrecer su vida. Al otro le están pagando, son cosas muy diferentes.
—¿A cuántos Zetas cree que haya matado en combate?
— No, esos no se cuentan, ni hace uno el intento de contarlos, sepa la chingada, sobre todo cuando íbamos a un lugar y decíamos ¿Será Zeta o Golfo? Quién sabe mano, es delincuente.