Los tres entierros de Juan Manuel Encina

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Los tres entierros de Juan Manuel Encina

Además del dolor al que fue sometido hubo quienes lo atacaron con algo tan lacerante como los golpes: la desacreditación y hasta la justificación del ataque.

Como si se tratara del guión de una película de terror, el periodista Ricardo Mendoza nos condujo el domingo pasado a través de las páginas del “Semanario” de VANGUARDIA, a una historia de muerte y resurrección. La de Juan Manuel Encina Lara, quien durante una madrugada del mes de enero del año 2010, fue atacado sin razón aparente por un grupo de jóvenes, tres hombres y dos mujeres que esa noche, se habían propuesto cumplir una especie de ritual satánico con un solo fin: darle muerte.

Y casi lo logran, o al menos eso parecía, pues la narración nos dice que la víctima de entonces 19 años, primero fue atacado con un block de cemento en la cabeza y luego golpeado en todo el cuerpo con “puños, pies, palos, tubos y objetos filosos”, hasta darlo por muerto.

Pero ahí empezó su pesadilla, pues sus atacantes, alejados de cualquier vestigio de humanidad, le clavaron navajas y un desarmador en el ojo derecho. La golpiza no cesaba, y al desarmador, le siguió una tabla con un clavo en la punta. Juan Manuel muere, o se hace el muerto, y los salvajes intentan cortarle la cabeza, lo que por fortuna no logran. Luego abandonaron su cuerpo en un casa en construcción, sitio en donde fue su primer entierro.

Pero la sed de sangre de sus agresores aún no había sido saciada y, minutos después, regresan por él para meterlo en bolsas de plástico negras y tirarlo a un arroyo. La crónica de Ricardo Mendoza, narra que el agredido cae siete metros y, ya al fondo, de nuevo es golpeado hasta provocarle la segunda muerte y con ello el segundo de los entierros.

Pero el ataque estaba lejos de terminar pues, ya en el delirio, lo sacan del arroyo y lo llevan a un cementerio ubicado al oriente de Saltillo. Ahí lo golpean de nuevo, cavan una tumba, lo arrojan al interior, le toman fotos, se ríen. La hazaña esta terminada y ellos celebran. Se trataba del tercero y último de los entierros de Juan Manuel durante esa noche negra.

Al creerlo, ahora sí, de una vez y para siempre muerto, sus agresores se van con la idea de que la tumba sería confundida con una más de las cientos que existen en ese cementerio. Lo mismo suponía y quizás hasta anhelaba la víctima, quien solo pensaba en morir de verdad como una forma de que la tortura pasara, de que el dolor cesara.

Pero por increíble que parezca, luego de tres entierros, Juan Manuel renació y seis años después, contó el horror y el miedo superados solo por sus deseos de vivir: “Recobré el sentido, no lo pensé y solo me levanté de un solo movimiento. No sé de dónde saqué las fuerzas para salir”. Horas después recibió auxilio, pero tuvieron que pasar meses en terapia de recuperación semejantes en sufrimiento al mismo al que fue sometido durante esa noche del mes de enero del año 2010.

Luego vino el otro tormento, el de las injusticias y la impunidad. Del saber que nadie fue a la cárcel por matar tres veces al mismo hombre. “¿Justicia? Andan como si nada afuera; solo los que tienen dinero tienen su justicia. Creo en la Justicia Divina y ya en su momento llegará”.  

Estamos ante una historia brutal, una que trascendió a la muerte y a los prejuicios a los que tuvo que enfrentarse para recuperar su vida. Y es que, como siempre, además del dolor al que fue sometido, hubo quienes lo atacaron con algo tan lacerante como los golpes: la desacreditación y a veces hasta la justificación del brutal ataque.

Al respecto, Juan Manuel dice: “Agradezco incluso a los que dudaron de mí y me criticaron, a las personas cercanas a quienes me hicieron esto. Les agradezco, ya que eso también me ayudó a salir adelante a pesar de las críticas a mi persona”. A pregunta expresa, declara: “Creo en un Dios creador de todo, pero no creo en la resurrección. Solo se nos da una vida, tal vez una segunda oportunidad como a mí y a muchas otras personas, pero cuando la vida se acaba, se acaba”.

Quizás tenga razón porque esa noche, no hubo resurrección; pero luego de atravesar la oscuridad y de sufrir hasta lo impensable, renació tal y como lo describió con maestría un atormentado Friedrich Nietzsche en su libro “Así habló Zaratustra”, cuando escribió: “Cómo podrías renacer sin antes haber quedado reducido a ceniza”. Y es que esa fría noche de enero de hace seis años, Juan Manuel Encina Lara fue reducido a cenizas y renació.

@marcosduran