Los que se van y los que llegan

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Los que se van y los que llegan

Cuando redactaba estas líneas se empezaban a organizar en los estados y municipios donde hubo elecciones los procedimientos de entrega-recepción. Desde esta semana y hasta el día de la toma de posesión, los empleados gubernamentales tratarán de poner al corriente el manejo de la oficina. Los que lleguen le darán otra desempolvada, pero más a fondo, para ver qué encuentran.

Eliminarán todo lo que pudiera dejarle a los nuevos inquilinos datos para que enderecen sendas acusaciones, si no jurídicas, al menos mediáticas.

Recuerdo a unos vecinos que se cambiaron de casa: no sé si por la premura por salir, dejaron olvidadas en los closets, prendas íntimas, joyería de fantasía, hasta una daga manchada con lo que parecía ser sangre, encontraron los nuevos moradores en una maceta. Cuando llegaron descubrieron sin desearlo las prendas y artículos; éstas exhibían el estilo de vida, las diversiones, las preferencias y gustos de los que se fueron.

Algo parecido sucede en las instituciones públicas, durante los cambios de administración. Aun cuando sucede que quienes lleguen sean correligionarios de los que se van. Para tomar precauciones, evitan dejar en el olvido un cadáver enterrado en el jardín, un collar de chaquira o algunas prendas debajo de la alfombra o secándose en la azotea.

Los nuevos ocupantes de las instituciones llegarán con nuevos bríos. Buscarán acomodarse en sus nuevas oficinas y una vez apoltronados, empezarán a buscar qué señales dejaron los que acaban de marcharse.

Después de unos días, la ciudadanía se empezará a enterar por los periódicos que Fulano y Zutano se fueron con todo y hebra. Que Mengano ya está en otro país, viviendo en un rancho con ganado de alto registro y que vende aceite de oliva. Casi siempre los que se van, después son buscados para que digan dónde quedó lo que los nuevos funcionarios andan buscando.

Los empleados que se van, dejarán en los archivos facturas de las golosinas que consumían. El jefe que llega les dirá a los burócratas a sus órdenes que realicen una exhaustiva revisión a todos los gastos de los últimos años, para tener conocimiento de todo lo que hacía el que despachaba hasta apenas ayer.

Preguntará a los que se quedaron en dónde se reunían para divertirse, en qué cantina se juntaban los viernes, de qué platicaban en el tiempo libre, si hay razones de parentesco entre el que se fue y los que se quedan. Si tenía o tiene alguna relación más que de amistad con la señorita que hace el aseo de la oficina o la recepcionista. El que llega querrá saber todo del que se fue. Aunque hayan coincidido en las campañas políticas y se den tamañas palmadas cuando se encuentran en la calle y se saludan.

Vendrán también los nuevos estilos de gobernar. Los nuevos funcionarios de forma muy solemne citarán a todos los trabajadores de la oficina y les transmitirán las nuevas disposiciones administrativas. Les dirán que todas las cosas se van a realizar de manera diferente, con una nueva visión, con otro estilo de hacer las cosas, para fortalecer las instituciones, por el bien del pueblo y para el pueblo aunque usted no lo crea, ese discurso sigue en uso.

La publicidad gubernamental se realizará con el sello de los nuevos gobiernos. Mandarán imprimir papelería con los logotipos de las administraciones que llegan. Se crearán otras formas de narrativa gubernamental. En otras palabras, todas las cosas serán transformadas.

Inclusive, se le recomendará a los pocos burócratas que se quedan, no mencionar ni por accidente los nombres de los funcionarios que se van. Los que llegan dan miedo y los que se van inspiran lastima. Esto acontece en cada cambio de administración…

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