Como quiera que sea, sí da un poco de pena constatar que los candidatos a ocupar un puesto político en varias de las ofertas que existen en el momento no tienen idea de lo que están obligados a propiciar en el campo de la cultura desde el lugar que pretenden ocupar. Lo primero que se observa es que el mayor acercamiento de casi todos se da en la confusión entre educación y cultura. Y cualquiera podría impugnarme alegando que la educación es cultura porque, evidentemente, lo es. Pero entonces podría también argumentarse que los ritos religiosos son cultura (las crucifixiones, las marchas del silencio, las simples ceremonias sacramentales…) porque lo son. O hacer empanadas de nuez es una de nuestras herencias culturales, ¿por qué no? En pocas palabras: todo lo humano es cultura, empezando por el lenguaje. Pero cuando se pide a un candidato proyectos de cultura se está pensando en otra cosa; se esperaría de cada uno un programa, su programa, para llevar a cabo determinadas actividades que no son las que corresponden a los profesores, ni a los pastores o sacerdotes, ni a la educación formal o a los artesanos, cocineras o fara-faras.

Lo que aparece, así, de repente, es que no tienen un lugar de cierta importancia en su (llamémosle así) plataforma política. Tal vez creen que lo cultural es nada más algo de relleno, el betún del pastel, aunque el pastel sea de yeso. Porque no son pocas las actividades culturales que se llevan a cabo fuera de la tutoría de los distintos Gobiernos. Gracias a múltiples clubs, organizaciones no gubernamentales, agrupaciones religiosas o sociedades civiles suceden cosas agradables. No está de más recordar que personas independientes, como Rufino Rodríguez y José Flores, han recorrido muchas veces Coahuila buscando vestigios dejados por los indígenas que habitaron la región durante miles de años. En Piedras Negras, la familia Terry lleva años luchando por defender al río San Rodrigo de los depredadores que estuvieron a punto de acabarlo. Dígase lo mismo de gente de Candela, Nadadores, Viesca, Patos o Peyotes.

No sé si no ha sido referido en los periódicos, al menos yo no lo he encontrado, pero el tema está ausente del discurso de los candidatos a Gobernador del Estado, con la excepción de Javier Guerrero, que ha dicho algunas cosas sobre el asunto. No es casual porque es el que tiene la formación académica más sólida.

Con proyectos culturales me refiero a varias cosas: la conservación, restauración (en su caso) y cuidado de los monumentos históricos (desde pinturas rupestres hasta edificios emblemáticos, religiosos o civiles); la promoción de la música en sus diversos niveles; el teatro; la publicación de libros (que Rubén Moreira ha apoyado, pero sin ponerlos al alcance del público lector); las tradiciones culinarias (en esto se ha avanzado no poco en los últimos años). En fin, lo que vemos es una andanada de ideas, peregrinas en su mayoría, que los candidatos nos arrojan a la cara. Sólo entregan sus gritos, la incapacidad para expresarse correctamente, sus rodeos que hacen que una respuesta que podría formularse en una frase se convierta en un rollo barroco y tedioso.

Es raro que no adviertan que la cultura, o lo que esto signifique, puede cobijarlos, acicalarlos, lucirlos. Pero no tienen ideas o no las han sacado a la luz. Cada uno se encerró en cuestiones que estarán obligados a hacer, es decir, que no tiene por qué estárnoslas embadurnando: deben controlar el crimen, darnos seguridad, propiciar el empleo, la vivienda y el agua, atender la salud y vigilar que se imparta  justicia, en fin, defender a los campesinos de las fieras que los atacan sin piedad. Aclaro que la palabra “fieras” es nada más que un recurso metafórico, cámbiela por “empresarios”.

Cabe conjeturar que alguien se encargará de atender lo referente al rubro cultura. Sin embargo, hubiésemos esperado que los candidatos tuvieran ideas. Podrían, al menos, preguntar a personas del entorno. No es difícil enterarse de lo que otros han realizado o imaginado. Aunque el tema sea resbaladizo.