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Los problemas mentales, el rival a vencer
TOKIO.- Hay que ganar a como dé lugar. Dominar al rival. Sobreponerse a la adversidad. Esa ha sido la prédica de los entrenadores de los deportistas de elite por años.
Simone Biles trató de hacerlo. Hasta que un día, para sorpresa de todos, decidió que no tenía la cabeza en el sitio indicado.
Al retirarse de la prueba por equipos de gimnasia en medio de una batalla por la medalla de oro, Biles bien puede haber replanteado el tema de la salud mental de los deportistas, del que se viene hablando desde hace algún tiempo.
Michael Phelps, ganador de 23 medallas de oro, hoy retirado, ha hablado abiertamente de sus problemas sicológicos. Dijo que después de los Juegos Olímpicos del 2012 tuvo un estado depresivo que lo hizo contemplar el suicidio. Hoy analista de las pruebas de natación de la cadena NBC, que transmite los juegos en Estados Unidos, dijo que los padecimientos de Biles los “destrozaron”.
“Desde hace 18 meses que se viene hablando bastante de los trastornos mentales” de los deportistas, dijo Phelps. “Somos seres humanos. Está bien no estar bien”.
Biles suma su nombre a una lista de figuras, la gran mayoría mujeres, que empiezan a hablar en público de un tema que es tabú en el deporte.
“No quiero tener que tomar medicinas para controlar mi ansiedad. Especialmente cuando participas en el evento deportivo más grande del mundo”, expresó en redes sociales.
Biles, no obstante, llevó esto a otro nivel al hacer algo que parecía inconcebible. Analizó el asunto en plena competencia y decidió que no era saludable seguir adelante.
Ayer se retiró de la competencia individual.
“Tengo que hacer lo que es mejor para mí, enfocarme en mi salud mental, no comprometer mi salud ni mi bienestar”, dijo Biles entre lágrimas luego de que Estados Unidos se conformó con la medalla de plata en la prueba por equipos, en la que era candidata al oro. Dijo que horas antes del inicio de la competencia se dio cuenta de que no tenía la cabeza en el sitio indicado.
“Era como pelear con todos mis fantasmas”, expresó.
En los juegos hay psicólogos y psiquiatras a disposición de los deportistas y una línea telefónica especial, confidencial, que ofrece apoyo psicológico.
Naoko Imoto, quien compitió en la natación de los Juegos de 1996 en Atlanta, asesora al comité olímpico japonés en temas de igualdad de género. Dice que la admisión de Osaka de sus problemas psicológicos, hecha en junio, abrió las puertas a un debate que se venía evitando.
“En Japón todavía no hablamos de la salud mental”, dijo Imoto. “Creo que no se entiende el tema, pero mucha gente está dando la cara y dice que es algo común”.
El nadador australiano Jack McLoughlin lloró después de ganar la medalla de plata en los 400 metros estilo libre el domingo, al describir lo duro que fue entrenarse durante la pandemia al tiempo que cursaba estudios de ingeniería. Dijo que llegó a pensar en dejar el deporte.
“Esto lo logré gracias a mi familia y mis amigos. Me ayudaron mucho”, dijo McLoughlin. “Me entreno 10, 11 veces por semana. Hacerlo cuando no estás seguro de que podrás llegar a dónde quieres llegar es duro”.
Sobre todo cuando todo el mundo te mira.
Thriveworks, empresa que ofrece servicios psicológicos y psiquiátricos en más de 300 sitios, dice que uno de cada tres deportistas de elite padece de ansiedad y depresión. Agrega que las críticas afectan mucho a los deportistas, sobre todo las mujeres.
Jenny Rissveds, una sueca que fue la campeona olímpica de ciclismo de montaña más joven de los juegos olímpicos al ganar el oro en Río en el 2016, a los 22 años, terminó 14 en Tokio y respiró aliviada cuanto finalizó la competencia. Un año después de la justa de Río fallecieron dos familiares suyos y ella cayó en un estado depresivo del que todavía no sale.
“Estoy muy contenta de que todo haya terminado”, comentó. “No la carrera, sino lo que pasé estos últimos años. No tener que cargar con ese título (olímpico) un minuto más, porque es una carga pesada”.
“Espero que ahora me dejen tranquila”, agregó.