Los políticos y la gente
Usted está aquí
Los políticos y la gente
El tema es ineludible y también repetitivo, pero no se le puede evitar.
Todo mundo habla de heroísmo, generosidad, participación, solidaridad y términos equivalentes. El asombro ante la organización del pueblo para resolver sus problemas sin recibir indicaciones de sus propios gobernantes es general y ha sido descrito en decenas de países a través de sus periódicos y noticias televisivas. Treinta y dos años son demasiados como para que la gente recordara que el presidente de México, Miguel de la Madrid, negó la tragedia e intentó rechazar los primeros aviones cargados de ayuda enviados por países hermanos de América Latina (por ejemplo, República Dominicana y Argentina). No sólo eso, sino que escondió de la manera más mezquina el número de muertos. Entonces, el pueblo, dejó de lado al Gobierno y se puso a enfrentar todos y cada uno de los problemas, incluyendo el del pillaje.
Son demasiados 32 años, puesto que muchos habitantes de la Ciudad de México no tienen el recuerdo del suceso como experiencia personal. Sin embargo, se ha mantenido en sus mentes (y las nuestras, los que vimos y vivimos esa desgracia desde lejos).
El hecho es memorable porque gente de todas las clases sociales se puso a resolver aquellos problemas en los que tenía la posibilidad de ayudar. Carlos Monsiváis dejó un relato muy fino acerca de lo ocurrido, algo que recordaba a la Comuna de París: en 1871, el pueblo francés tomó el poder durante dos meses y 10 días y arregló todo lo que sus gobernantes no habían podido o querido hacer.
En México sucedió algo cercano: desde las señoras ricas de Las Lomas hasta borrachines consuetudinarios, pasando por médicos, arquitectos, cocineras o estudiantes, individualmente o en grupo idearon sobre las rodillas las acciones que deberían emprender para salvar vidas, curar enfermos, alimentar desvalidos, cuidar de los ancianos y rescatar bienes. Y Elena Poniatowska dejó un hermoso texto sobre la grandeza de alma de los chilangos, no de todos, por supuesto, pero sí de muchos miles. El resumen fue fenomenal: con o sin Gobierno debemos enfrentar los problemas y ayudarnos los unos a los otros.
Pasando al otro término que puse en el título, recogí al menos cinco llamadas de atención de Enrique Peña Nieto en que pedía a los desamparados de Oaxaca, Chiapas y Morelos que no permitieran que los partidos políticos lucraran con su desgracia.
La advertencia es buena, es interesante, es oportuna, pero hipócrita puesto que junto al Presidente pululaban todos los políticos de su gabinete, muchos de los cuales no tenían vela en el entierro. Concedo que Rosario Robles o Miguel Ángel Osorio estuvieran en el teatro de los acontecimientos porque a ellos corresponden esos problemas, pero ¿qué hacían ahí José Antonio Meade o Aurelio Nuño? Hacían lo que Peña Nieto vedaba a los demás políticos: andar en campaña lucrando con la desgracia del pueblo. Nuño platicando con un niño y prometiéndole que le construiría una nueva escuela; Meade entregando litros de leche a señoras indígenas, ¡qué papelazo!
Y aunque pareció muy simpática la imagen de doña Angélica Rivera cargando cajas de galletas y la de su esposo metido en una fila india que pasaba bolsas de alimentos para cargar un vehículo, no se justifica. El Presidente está para organizar a las fuerzas de la nación para enfrentar las secuelas dejadas por los huracanes y los terremotos.
Lo que también ha quedado patentizado es que en esta infortunada ola de desgracias la respuesta del pueblo ha sido muy distinta en varios lugares respecto a la de la Ciudad de México. Es penoso decirlo, pero la participación popular no se dio en los mimos términos en el Sureste. Por lo que nos mostraron las televisoras que se dicen nacionales logramos ver que una gran parte de quienes habían sufrido desgracias las enfrentaban como individuos o como familias, no como ciudadanos. Quizás me equivoque, pero es lo que percibí.
Por lo pronto, los chilangos (ya no se les puede llamar defeños ni capitalinos) han dado un ejemplo que deberíamos imitar. Y no andamos tan lejos, en Coahuila han abundado en los últimos años agrupaciones civiles que tomaron sobre sus hombros responsabilidades que otros deberían asumir.