Los pobres han pagado la factura de la pandemia

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Los pobres han pagado la factura de la pandemia

Muchas voces habían advertido de forma sobrada: la ruta escogida por esta Administración para enfrentar el desafío representado por la pandemia fue equivocada y eso le ha costado la vida a decenas de miles de personas

“En México la baja escolaridad está asociada a condiciones precarias de vida y salud y a un mayor riesgo de muerte. No cabe duda que el COVID-19 ha afectado en gran medida a la población con menor escolaridad”.

La anterior es una de las más dolorosas conclusiones a las cuales arriba un estudio realizado por la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, revelado ayer, y que analiza el impacto social de la pandemia provocada por el coronavirus SARS-CoV-2 en nuestro país.

El estudio, titulado “Impacto de los determinantes sociales de la COVID-19 en México”, demuestra lo que se afirmó desde el principio respecto de la deficiente estrategia instrumentada por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador para atender la crisis sanitaria: serían los más pobres quienes llevarían la peor parte.

“Los datos aquí mencionados apuntan a grandes diferencias tanto en nivel de contagio como en la gravedad y mortalidad de la COVID-19, según el nivel socioeconómico”, señala el estudio según el cual, el 94 por ciento de los mexicanos muertos por efectos de la pandemia eran obreros, amas de casa y retirados y “la mitad de las muertes se produjeron en personas con un nivel educativo máximo de primaria”.

Muy lejos del discurso triunfalista del presidente López Obrador, según el cual en México se logró “domar a la pandemia” y las acciones de su gobierno “salvaron vidas”, el estudio de la UNAM demuestra que la inmensa mayoría de las víctimas mortales del coronavirus ni siquiera recibieron atención médica.

El reporte también refuta otro de los indicadores clave del pretendido “éxito” gubernamental: el hecho de que los hospitales nunca se hubieran saturado. De acuerdo con los datos divulgados, “a nivel nacional, sólo una de cada cinco personas fallecidas por COVID-19 fue atendida en una unidad de cuidados intensivos”.

Se trata de evidencia contundente en el sentido que muchas voces habían advertido de forma sobrada: la ruta escogida por esta Administración para enfrentar el desafío representado por la pandemia fue equivocada y eso le ha costado la vida a decenas de miles de personas.

Lo peor de todo, desde luego, es que no parece existir la más mínima posibilidad de autocrítica, ni la asunción de responsabilidad por el fracaso monumental en que se ha incurrido. Lejos de ello, lo que la autodenominada “cuarta transformación” hace todos los días es regodearse en su fracaso.

Conviene recordar lo que la Organización Mundial de la Salud ya advirtió al respecto en su informe “La respuesta de México al COVID-19: estudio de caso”, publicado el pasado mes de abril: frente a la catástrofe que en México provocó la pandemia es indispensable “instituir algún nivel de responsabilidad política por un liderazgo y un desempeño deficientes”.

Pero eso nos toca a los ciudadanos. Los especialistas ya nos ha proveído con los datos duros y el análisis puntual para normar nuestro criterio.