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Los Pinos de Peña Nieto o el Palacio Nacional de López Obrador
Esta semana se anunció oficialmente la salida de Alfonso Romo de la Jefatura de la Oficina de la Presidencia de la República. Ya era un rumor desde principios de año me atrevo a decir y un secreto a voces del descontento entre el Presidente y Romo. El mismo López Obrador declaró que la Jefatura de la Oficina no hacía falta. Pero, hagamos un poco de memoria. ¿Quién es Alfonso Romo? ¿Cómo terminó ahí? ¿Por qué se va de esta manera?
Alfonso Romo es un empresario regiomontano, fue de los primeros en confiar en el movimiento de López Obrador desde el 2006. Es decir, tenía ya más de una década con López Obrador cuando lo invitó el Presidente. En varias entrevistas, cerca de la elección y al ganar López Obrador, mencionó que no se integraría al gabinete. Al final lo hizo, se comentó que era para darle confianza al sector empresarial, pero desde el primer año en diferentes círculos (empresariales y políticos) se decía ya que Romo no estaba de acuerdo con López Obrador y peor aún, que no tenía ningún tipo de interlocución. Esto, para mí, era sumamente extraño. El Jefe de la Oficina de la Presidencia es (o era) el encargado de articular toda la política pública y el principal gestor del Presidente para que las cosas sí pasaran. ¿Por qué? Porque el día solamente tiene 24 horas y una sola persona no puede hacer ese trabajo en solitario.
Yo tuve la oportunidad de estar en Los Pinos de Peña Nieto. Si bien podemos estar de acuerdo con muchas cosas y en desacuerdo con muchas otras, una cosa sí es cierta, la estructura. Los Pinos de Peña Nieto tenía en promedio dos mil empleados. Yo misma me quedé sorprendida de la cantidad de personas involucradas. Uno pensaría que es una de las oficinas más pequeñas del gobierno.
Sin embargo, organizar y dar seguimiento a un país tan complejo (y en tiempos de pandemia) es una tarea monumental. Desaparecer de un día para otro, la Jefatura de la Oficina de la Presidencia porque “no hace falta”, solamente da fuerza a la hipótesis (y el secreto a voces) que al Presidente López Obrador le gusta gobernar solo.
Tenemos que hacer una distinción clara entre burocracia (gran cantidad de personas trabajando en gobierno) a la estructura de un gobierno. Diseñar e implementar (con monitoreo y evaluación clara) los programas de gobierno no debe tomarse a la ligera. Saber qué pasa en cada rincón de México (2 mil kilómetros en promedio) y cómo aumentar la calidad de vida de 126 millones de personas no se espera (nunca) que lo hagan una decena de personas. México merece los mejores servidores públicos.
Dejemos de confundir al servidor público (empleado del gobierno, quien decidió hacer carrera profesional) con el político. Si bien los políticos van y vienen, cada 3 ó 6 años, los servidores públicos se quedan y por ende son y seguirán siendo quiénes mejor conocen qué funciona y qué no funciona en el País. En mi opinión, desaparecer la Oficina de la Presidencia de la República no nos llevará a ningún lado.
Y como cereza al pastel, recordemos que según la nueva Ley Federal de Austeridad Republicana, no pueden trabajar los ex funcionarios (de alto nivel: Secretarios, Subsecretarios Jefes de Unidad y Directores Generales) por 10 años en empresas privadas vinculadas con su quehacer. En estricto sentido, el Jefe de la Oficina de la Presidencia se encarga de articular toda la política pública, sí toda, entonces ¿eso significa que Alfonso Romo no puede volver a sus propias empresas? Acabar con la corrupción, como ya lo hemos dicho más de una vez, no se trata solamente de prohibiciones, se trata de castigos ejemplares (reales) y educación cívica. ¿Cuándo lo vamos a entender?
#CiudadanosdeTiempoCompleto