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Los padres del Saltillo antiguo
En aquellos años a los niños se les veía como objetos de los que uno podía disponer. Fotos: Especial
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Así ha evolucionado la figura del papá saltillense; el recuento lo hace funcionario del Archivo Municipal
Hace unos días escuché que un mando policiaco señalaba que la figura de autoridad poco a poco se va perdiendo, debido a que la sociedad busca cada vez más vivir sin reglas o pretende desafiarlas. El jefe de la policía no únicamente se refería a los que dirigen las fuerzas armadas o los que administran un Estado o país, sino a los que encabezan las familias, dígase padre, madre o ambos.
Para reflexionar sobre la afirmación del policía, vamos unos siglos atrás, para conocer desde cuándo se tenía este comportamiento de los padres en la familia.
Según Iván Vartán Muñoz Cotera, jefe de Difusión, Publicaciones y Fototeca del Archivo Municipal, en el siglo XVII ellos (los padres) imponían los patrones culturales dictados por la sociedad que recaían en la reconfiguración de los roles familiares. A
Además representaban la autoridad —la cual estaba determinada por su edad— y esto les daba una cierta investidura de respeto, experiencia y sabiduría.
En ese tiempo los hijos eran enseñados por sus padres a trabajar en la tierra, a pastorear animales y eran considerados objetos al servicio de las labores del hogar.
Según Vartan Muñoz Cotera, en los siglos XVII y XVIII la educación de los menores era responsabilidad del padre, madre, y ocasionalmente de algún tutor; sin embargo, eran los padres de familia quienes dictaban las normas de crianza, muchas de ellas basadas en una estricta disciplina.
“Se puede deducir que los consejos basados en los valores individuales y colectivos estaban presentes y que las enseñanzas del padre sobre la agricultura, ganadería y oficios eran latentes”.
“LAS PRIMERAS BUENAS PRÁCTICAS”
En un documento emitido en San Esteban de la Nueva Tlaxcala, en 1713 la autoridad sentencia a los padres al ordenarles que cuiden a sus hijos para que éstos no anden con cuchillos en el pueblo, por ser un peligro, según su edad.
Iván Vartán, quien también es docente de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC), señala que a partir del siglo XIX y XX, comenzaron a surgir los cambios en el rol del padre.
Ejemplifica que en ese tiempo la sociedad ya comenzaba a condenar cuando un padre disponía sobre el futuro de sus hijos aunque permanecían existiendo delitos contra los menores.
“Encontramos manuscritos en los que adultos piden a la autoridad una ayudadita para casarse con niñas, tal como pasó en 1829, cuando Juan Bautista Ortega solicitó al gobernador del Estado que interviniera para casarse con una menor, ya que el padre de ella no le había dado su consentimiento.
Ese documento es una muestra que aun en aquellos años se veían a algunos niños como objetos que uno podía disponer, pero también como personas que tenían padres que los defendían. Al final del caso, el señor no se casó con la niña y su padre salió airoso”, relata.
En ese tiempo el gobierno adquirió mayor responsabilidad en la salud y educación, por lo que pedía a los padres que sus hijos no salieran a jugar en horas de clase. Tras ello, los padres de familia comenzaron a aplicar su autoridad aunque con mayor diálogo, tolerancia y llegando a acuerdos comunes. Ya en pleno siglo XX los niños asisten a la escuela, y el padre de familia le daba mayor importancia a los derechos de sus hijos hasta que cumpliera la mayoría de edad.
“En Saltillo en la década de los veinte se implementaron campañas que velaban por derechos como la educación y la salud. Además, un punto importante para promover oficialmente los derechos infantiles se da con la Constitución de 1917, y ese documento también fue producto del sentir de los padres”, expone el historiador.
Después de este retrato de cómo ha evolucionado la figura paterna saltillense, el jefe de Difusión, Publicaciones y Fototeca del Archivo Municipal de Saltillo, concluye en que esta cronología explica también que el tejido familiar ha sufrido cambios conforme pasa el tiempo y está en un constante e ilimitado proceso de reconfiguración, pues “el papel del padre en relación a estas modificaciones ha sido fundamental. Es, además, producto de su historia y sus transformaciones socioculturales”.
El cambio lo hacen hombres reflexivos
Les contaré un poco sobre la vida de mi abuelo. Se llamaba Rafael. Creció en un pequeño pueblo ubicado a unos kilómetros de la ciudad y durante toda su vida no se dedicó a otra cosa que no fuera la agricultura.
Creció sembrando maíz, frijol y arriando algo de ganado que finalmente descansaba en el monte, y ese oficio de agricultor con el tiempo también lo heredó a sus hijos varones. Él, como muchos padres, era el encargado de dictar las reglas en casa, era el que decía qué se comía, cómo se educaba, cuánto se gastaba y aunque no era un inquisidor, sí era muy disciplinado.
Les cuento esto porque por primera vez hablaré de algún miembro de mi familia poniéndolo como ejemplo de lo que fueron nuestros abuelos o tatarabuelos, y cómo era el rol que desempeñaban en la construcción de la vida familiar y por ende, de la sociedad.
Don Rafa se casó muy joven con mi abuela, tuvieron ocho hijos —cuatro hombres y cuatro mujeres— a los que les inculcó siempre el respeto hacia la autoridad, cualquiera que fuera. No permitía que alguno de sus vástagos se dirigiera a él como ‘tú’, o que alguien lo interrumpiera, ni mucho menos una desobediencia.
Desde muy pequeños a los varones les inculcó el amor por el campo, porque les decía que sería lo único que les daría de comer y no los defraudaría. Así que, hasta la fecha, tres de ellos siguen teniendo actividades agrícolas que alternan con sus profesiones.
UN HOMBRE QUE MEDITABA
Con el paso del tiempo mi abuelo comenzó a preocuparse si era el campo lo único que querría para sus hijos, así que le pidió a mi abuela que se fuera a la ciudad para que los muchachos comenzaran a estudiar. Él mientras seguiría en el rancho para costear los gastos de la escuela.
Así vivieron los últimos 30 años de su matrimonio, hasta que un día un infarto en el corazón lo mató un día de abril, en pleno tiempo de siembra.
Este pequeño relato retrata la vida no solo de mi abuelo, sino la de muchos hombres que también han seguido un patrón de comportamiento de ser los proveedores del hogar, que dictaban las normas de crianza en las familias, aunado al trabajo duro.
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