Los padres de todos los niños del mundo

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Los padres de todos los niños del mundo

No recuerdo bien a bien dónde se suscitó la conversación. Pudo haber sido en el camino a casa o en medio del tránsito al trabajo. Pero sostenía yo con un inolvidable maestro, compañero en la vida, a finales del confinamiento obligado por la pandemia en marzo, que de declaraciones e informaciones las voces se unían conjugando en futuro. Desesperaba por ello su servidora aduciendo que para qué hablar de lo que vendría, que lo mejor era concentrarse en la situación del momento. No había ninguna certeza ni siquiera, insistía yo, de que en ese tiempo ya se hubiese desarrollado la vacuna contra el virus que provoca el COVID-19.

Con suavidad y calma, actitudes que desplegaba siempre al verme arrebatada, pronunció una frase con la que me dejó sin habla y sin argumento: “Es la esperanza. Los hombres siempre abren una puerta a la esperanza. ¿Qué hubiera hecho la humanidad si no hubiese existido la posibilidad de un atisbo de promesa para el futuro?”.

Hace unos días, Yael Weiss, coordinadora digital y audiovisual de la Revista de la Universidad de México, presentó un programa con el tema del futuro. Entrevistó al economista Jacques Attali, consejero del expresidente de Francia, François Mitterrand.

Centrados en el presente, enfocados en la satisfacción del momento, de esta premisa surgió la conversación. El pensador recordó con una sonrisa a Groucho Marx cuando se preguntaba: “¿Por qué preocuparse por las generaciones futuras si no han hecho nada por mí?”. Y Attali apuntó: “Para entender esto, hay que ver qué pasa si no existieran las generaciones del futuro. No habría más maternidades, ni hospitales, nadie operaría las carreteras, no habría electricidad”. Nada de esto y de todo lo que nos rodea tendría sentido, porque no habría nadie para quien serviría.

Señalaba que a quienes viven ahora debiera interesar el bienestar de los que aún no han nacido. En el pasado “nos interesaban las generaciones del futuro porque habíamos entendido la importancia del bienestar de nuestros hijos, pues dependíamos de ellos para asegurarlo”.

“Las generaciones futuras son nuestros propios hijos. Somos padres de toda una generación futura. Somos padres de todos los niños del mundo. Somos padres de quienes aún no han nacido y esto es la clave para resolver nuestros problemas”.

El presente y el futuro. La importancia de comprender y actuar el presente pensando en el futuro. Así mismo lo expresaba en el siglo 19 el gran Benito Pérez Galdós en su novela “Fortunata y Jacinta”, cuando describe a una de sus protagonistas de oficio comerciante: “La perspicaz mujer vio el porvenir, oyó hablar del gran proyecto de Bravo Murillo, como de una cosa que ella había sentido en su alma. Por fin Madrid, dentro de algunos años, iba a tener raudales de agua distribuidos en las calles y plazas, y adquiriría la costumbre de lavarse (…) Este Madrid, que entonces era futuro, se le representó con visiones de camisas limpias de todas las clases (…) De aquí nació la idea de dedicar la casa al género blanco (…).

Pues bien, el futuro, como se dice coloquialmente, nos alcanzó. Que sea pensando en él que hagamos todo lo que esté en nuestras manos para que sea un futuro promisorio, pletórico de esperanzas. Son las generaciones venideras las que se nos representan desde ahora mismo, y al trabajar por ellas se pavimenta el camino para unas y para otros.

El entrañable personaje del inicio de estas líneas atisbaba en el horizonte el surgimiento de la esperanza cuando, desde este presente, se conjugaba en futuro.

ADOLFO CASTAÑÓN

Sabio humanista mexicano galardonado con el Premio Nacional de Artes y Literatura 2020. Sus palabras al darle la bienvenida: “Es un impacto, un hito y un momento de pausa y de reflexión que implica una visión retrospectiva sobre qué he estado haciendo; una visión introspectiva en torno a qué significa para mí y una visión prospectiva referente a qué responsabilidades implica tener esta investidura”. Enhorabuena.