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¿Los padres de esta generación están criando niños dependientes?
“¿Dónde guardas los cuchillos?”, le preguntaba una mujer a su hermana cuando festejaban el cumpleaños de su mamá. “No sé”, respondió ella. Su mamá, que era la tercera vez que pisaba el lugar, se dirigió a la cocina y con tres movimientos de abrir y cerrar un par de cajones encontró el utensilio para poder partir el pastel.
La anfitriona es una joven que decidió salirse de su casa para rentar un departamento desde hace tres años, independizándose así de sus padres. Sin embargo, esto no ha sido del todo cierto, ya que entre sus papás y hermanos se encargan de comprarle gran parte de su despensa, van a su casa para recoger su ropa y lavarla, y cuando se requiere, tiran su basura.
Esto ha provocado que ella sea una persona nada cooperativa, despistada, dependiente e insegura, gracias a que su propia familia nunca le enseñó a hacer las cosas por sí misma. Situación que provoca que las personas a su alrededor (familia, amigos, conocidos) la vean como una persona “frágil”, que requiere ayuda constante.
Algunos padres piensan que la mejor y más amorosa forma de educar es evitando a sus hijos todo esfuerzo, preocupación y pena. Nada más lejano a la realidad. Es importante que los padres permitan a sus hijos enfrentarse al mundo, así como es. Pero, ¿cómo hacer esto, si el mundo es tan hostil y peligroso? Una respuesta puede ser esta: brindándoles desde pequeños una vida construida sobre la base de valores firmes, que les permitan decidir sabiamente, actuar de manera responsable y así estar protegidos siempre.
Principios éticos y espirituales
La carencia de los principios éticos puede llevarnos a mentir, sobornar, incurrir en actos de delincuencia, a tener malos hábitos de salud, a ser corruptos, a cometer acciones fraudulentas y a robar. En el caso de los principios espirituales, de no inculcarse las personas no sabrían lo que es la bondad, la generosidad, el respeto, el amor y reverencia por lo sagrado, etcétera. En pocas palabras podrían hacerse la idea de que nada vale por sí solo, sino por su utilidad.
Por ejemplo, la pérdida de respeto es algo que se puede presentar desde temprana edad y alcanzar las relaciones con todo tipo de personas: abuelos, padres, hermanos, tíos, profesores, jefes, niños en general, adultos, adultos mayores; incluso con animales y los bienes ajenos, ya que no se tiene el conocimiento del respeto.
Todos los valores son fundamentales para el crecimiento y desarrollo de una persona, a lo largo de toda su vida. La gratitud y saber valorar de manera justa las cosas es fundamental, principalmente las cosas que no son materiales, como la vida, el amor, la paciencia, la solidaridad, la amistad, la puntualidad.
Es por ello que educar a los hijos —desde que son pequeños— en la enseñanza y práctica de principios y valores, es de vital importancia para su vida, para la familia, la comunidad y la sociedad en general.
Valerse por sí mismos
Es importante que desde pequeños se enseñe a los hijos cómo valerse por sí solos en cosas fáciles como vestirse, guardar sus juguetes después de jugar, levantar su plato. Más grandes, conviene aumentar el grado de complejidad en sus tareas, como lavar su plato, ayudar en el aseo de la casa, en la preparación de la comida, las compras, etcétera. Y cuando tengan la edad suficiente para hacerlo, motivarlos a que trabajen, que se hagan cargo de algunos de sus gastos y se compren sus propias cosas. Esto ayudará a que valoren lo que tienen y se esfuercen por lo que quieren.
En fin, de lo que se trata es de enseñarle a los hijos las cosas esenciales para la vida que no va a aprender en la escuela, que solo se trasmiten el casa, con el ejemplo y la práctica cotidiana. Para lograrlo es necesario “inculcarles hábitos de independencia para sus vidas —afirma la psicóloga Amaya Terrón—, para la autonomía, implica enseñar hábitos y promover habilidades en nuestros hijos desde edades tempranas del desarrollo”.
No hacer esto puede implicar que con el tiempo creemos personas inseguras, dependientes de los demás, con poca tolerancia a la frustración, miedosos, con carencias en sus relaciones sociales y afectivas.
Como puedes ver estos puntos son fundamentales para hacer de tu hijo una persona mejor, bien preparada para su vida.