Los milagros sí existen (Crónica de Jesús Peña)

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Los milagros sí existen (Crónica de Jesús Peña)

Estaba yo pensando, devanándome los sesos, sobre qué escribir para este martes de Semana Mayor.

Y me acordé de una anécdota que hace unos días me contó doña Irma Aguiñaga Gómez, artífice de un noble proyecto llamado “Refugio de los necesitados”.

Se trata de un comedor que a diario brinda alimentos gratuitos a los pobres e indigentes que deambulan por el centro de la ciudad.

Llámese vagabundos, cantantes callejeros, payasos de camión, vendedores ambulantes, albañiles, mujeres trabajadoras, familias en desgracia, limosneros y prostitutas.

Sucedió una de esas veces en que a doña Irma se le acabó el capital y no tenía con que darles de comer a sus pobres.

Acongojada se puso a rezar, doña Irma es mujer de fe, a pedirle al Creador que le enviase algo o alguien, a un ángel que remediara su aflicción o mejor dicho, que la sacara de su grande apuro.

En eso y por obra y gracia de Dios, porque no pudo ser de otra manera, cruzó la puerta del comedor una muchacha, una de esas prostitutas que paran en el centro y suelen venir a comer a este refugio en mitad de la jornada.

Le llevaba 300 pesos, 300 pesos una prostituta del centro. Venía a donar su dinero, dijo, que para que la casa siguiera dando de comer a los pobres de doña Irma.

Para la señora esto fue más que un milagro de Dios: una prostituta que venía a entregar al dispensario todo lo que tenía, lo poco que había juntado de vender su cuerpo, tal vez.

A doña Irma le enterneció el gesto de aquella mujer.

Y mire que doña Irma ha visto milagros en su vida y conocido miles de historias en el tiempo que lleva trabajando este comedor.

Aquella tarde me lo contó casi llorando y se prometió que nunca, nunca más, les faltaría un plato de comida, y otro tanto de amor, a cuantos vinieran aquí para saciar su hambre del cuerpo y del alma.

Y yo le creo, doña Irma, yo le creo…