Los mexicanos somos felices
Usted está aquí
Los mexicanos somos felices
Dentro de las incontables malas noticias que llegan día con día destaco una buena que es la siguiente: ya habíamos sido calificados los mexicanos con una alta valoración dentro de diversos países como un pueblo feliz. La mayor competencia es con los colombianos que se creen más felices que nosotros, ¡qué engreídos!, pero sí, en encuestas realizadas, los habitantes de ambas naciones nos declaramos felices de vivir e incluso muy felices. La pregunta surge de inmediato, ¿por qué estamos contentos? Pues parece que lo estamos y punto. Propondrán algunos: explíquesenoslo (en secundaria nos dijo el profesor que esa palabrita era una de las más largas de la lengua; no lo olvidé). Y sí, hay que dar alguna explicación.
Una vez le preguntó una entrevistadora (me parece recordar que fue la Poniatowska) a Juan Rulfo ¿por qué siempre mostraba un semblante apesadumbrado?, y éste respondió: ¿acaso hay algo de qué alegrarse en este País? Bueno, no dramaticemos, Rulfo era un ser inteligente, generoso, genial…, pero tendía a la melancolía y a la depresión.
Regreso a la encuesta que nos define como pueblo feliz. Hay algo de misterioso en ésto pero siempre ha apabullado a los extranjeros la capacidad de los mexicanos para recuperarse de los fracasos y reírse de las propias desgracias. Octavio Paz se maravillaba que los mexicanos aceptaran su suerte sin demasiada aflicción y eran capaces de burlarse de sus propios defectos. ¿Y por qué no?, es mejor ir al encuentro de tus carencias.
Uno de los rubros de la encuesta de marras era lo referente a la familia: casi todos encontraban en la familia motivos de orgullo, referencias a la calidez, la ternura, la seguridad, el disfrute. Incluso en referencia a los familiares muertos se comentan sus cualidades. El ejemplo es la Fiesta de los Muertos.
Otro recuerdo impactante: cuando llegamos a las comunidades tojolabales hace ya bastantes años hicimos más de mil encuestas en las que había una pregunta: “¿qué problemas tienes?” y luego dos que brotaban de la primera: “¿cuáles son las causas?”, “¿cuáles las consecuencias?”
La gran sorpresa: ninguno propuso como problema la pobreza (siendo todos pobres), tampoco mencionaron la salud (teniendo carencias graves), ni la educación (sabía leer un 6%): sus problemas eran transporte, ofensas de los ladinos (los hablantes de español), la Reforma Agraria, Conasupo y los comerciantes. No se quejaban de su propia vida sino de lo que les hacían sus opresores. No se sentían pobres; de hecho en su lengua no existía palabra para designar “pobre”, ni “rico” y utilizan la castilla (como nombran nuestra lengua) y dicen, por ejemplo: “jel a jitzan pobre aitiki” (qué pobres somos todos nosotros), o también, “je jodido ay’on” (qué jodidos estamos).
Así que mexicanos (primer lugar) y colombianos (segundo), nos damos la maña para creernos felices o para serlo a pesar de que somos rehenes de gobernantes y ricos y que entre ambos nos han hecho pobres, y son ricos porque nos expropian la riqueza (no soy tojolabal).
Un buen tema es el que se relaciona con los chistes. Para Freud reírse de sí mismo es signo de inteligencia y salud mental (él ponía de ejemplo a los judíos que no esperaban a que otro los ridiculizara y se adelantaban; el ejemplo es Woody Allen). Pero Freud no conoció a los mexicanos, cosa que le hubiese sido útil para rehacer su obra: “El chiste y su relación con el inconsciente”.
Un elemento importante para la concepción de la vida, las relaciones familiares y sociales, y el sentido fiestero que cargamos en el alma son parte de la certeza de ser felices. No necesitamos motivos para organizar una celebración.
En la cultura del mexicano está, además, y en primer lugar, la religión católica (y otras opciones cristianas), que aportan su dosis de confianza en un ser que ahí está. Hay un mecanismo de equilibrio que nos hace reír aún en la miseria y las dificultades de la existencia. Sócrates se hubiera carcajeado si fuera mexicano o colombiano, ¿por qué no?, en sus últimos momentos todavía se ocupaba de pagar una deuda y de entregarle un gallo a Esculapio. Bueno lo de Esculapio tiene su explicación pero ya no cabe aquí ni con talco.