Los mejores deseos de Lev Tolstói
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Los mejores deseos de Lev Tolstói
Todavía está arrancando el año y creo oportuno citar aquí una frase sublime que Tolstói le escribió al poeta ruso Iván Bunin: “No espere nada de la vida: no puede haber nada mejor que lo que ahora tiene, ni ningún momento más importante y serio que el que está viviendo, porque es un momento real y el único que está en su poder. Tampoco piense en una forma de vida diferente y más apetecible: todas son lo mismo. La mejor es la que exige la mayor intensidad de la fuerza espiritual” (Correspondencia, 1894).
Bunin recibió el Premio Nobel de Literatura, mismo que los suecos le negaron a Tolstói. Bunin es un buen escritor que, sin embargo, está kilómetros debajo de Tolstói. Otros grandes que tampoco lo recibieron son Joyce, Proust y Borges, por lo que decir que alguien es “Nobel” no siempre es garantía. ¡Imagínese!, se lo dieron al cantante americano Bob Dylan que, es cierto, tiene hermosas canciones, pero ningún mérito frente a los que nombré. Podrían habérselo dado a John Lenon que fue muy superior (y tampoco).
En la frase citada se encuentran elementos de las grandes teorías y los grandes escritores del mundo entero que leyó Tolstói o que los predijo. Éste estudió lenguas orientales y dominaba el francés a tal nivel que muchas de sus cartas, incluso las enviadas a sus hermanas, las escribió en ese idioma en vez de en ruso. Pero la frase anuncia lo que Heidegger diría medio siglo más tarde sobre el tiempo, lo que escribía entonces Kierkegaard sobre la angustia o las ideas de Saint-Exupéry sobre el compromiso. Tolstói había leído, hay que decirlo, a Cervantes y a San Juan de la Cruz, y se le nota.
Se advierten lecturas sobre arte, de lo cual era experto, sobre poesía, evidentemente, pero sobre todo sobre varios filósofos fundamentales, empezando por los griegos. Tolstói tuvo algunas inquietudes sobre el socialismo, que entonces estaba en el ambiente. De hecho dejó textos y cartas en que imaginaba la liberación de los mujiks (campesinos pertenecientes a algún noble, casi a nivel de siervos o, como él dijo, de esclavos). Tolstói gozó, así mismo, de un acercamiento al cristianismo, lo cual es normal en un país tan tradicionalista como el ruso, con sus bellísimas iglesias ortodoxas y las ceremonias rituales y cánticos religiosos.
Y empezó por cambiarse a sí mismo. Siendo noble por herencia, instaló escuelas para sus “siervos” en las que no pocas veces impartió clases, desde enseñar a leer hasta promover la poesía y la escritura. No fueron pocos los sirvientes que destacaron y se hicieron maestros (es claro que habían dejado de ser siervos).
Hay que decir que Tolstói no era un bonachón como se ha pretendido. En su correspondencia expresó sus dolores, aun sus lloros cuando sufrió vejaciones de los policías que le revisaron hasta las últimas cartas y poemas. Tolstói escribió una larga queja al zar manifestando que le era fiel pero que controlara a sus esbirros.
Su correspondencia se ha publicado en ruso en 30 volúmenes (nada más las cartas que escribió, no las que recibió) y sus escritos totales están en otros tantos tomos. En español fueron publicados en México por editorial Era en dos tomos, traducidos por Selma Ancira, que también tradujo sus cartas en francés. Ella aprendió griego e hizo la versión al español de varios literatos, como el conocido Nicos Kazantzakis con su “Zorba el Griego”.
Selma Ancira era una estudiante normal, lectora enamorada de Chejov, Dostoievski, Gógol y Tolstói, y recibió una beca de intercambio para una corta estancia en la Unión Soviética que no desperdició. Allá se quedó un largo tiempo hasta que hubo leído en el museo Tolstói sus manuscritos. Publicó asimismo su “Diario”, que es una obra maestra.
El lugar donde está enterrado continúa atrayendo a miles de visitantes. Mario Vargas Llosa dijo que en su casa y tumba en Yásnaia Poliana había sentido una extraña fuerza que lo atrapaba.
No arroje a la basura el periódico sin antes releer la frase que Tolstói le envió a Bunin. Léala como si se la hubiese enviado a usted. Verá que siente la presencia del gran ruso y que ese simple aforismo es todo un programa de vida contrario a lo que somos dados a especular como proyectos personales.