Los más vulnerables en tiempos del coronavirus; ¿Quién se acuerda de ellos?

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Los más vulnerables en tiempos del coronavirus; ¿Quién se acuerda de ellos?

Isabel Allende escribió, con respecto a la pandemia, que luego de haber presenciado el último aliento de su hija Paula, no le teme a la muerte. Que sabe que ella es, ya desde su edad, parte de la población de riesgo por la enfermedad, y que al ver todo aquello que cada uno acumula día con día se da cuenta que, de pronto las cosas dejan de tener la importancia que les concedemos.

Y se pregunta: “¿Qué crees que la pandemia nos enseña a todos? Nos está enseñando prioridades y nos está mostrando una realidad. La realidad de la desigualdad. De cómo unas personas pasan la pandemia en un yate en el Caribe, y otra gente está pasando hambre”.

“También nos ha enseñado que somos una sola familia. Lo que le pasa a un ser humano en Wuhan, le pasa al planeta, nos pasa a todos. No hay esta idea tribal de que estamos separados del grupo y que podemos defender al grupo mientras el resto de la gente se friega. No hay murallas, no hay paredes que puedan separar a la gente”.

Leerla nos pone de frente con lo que a nuestro alrededor está ocurriendo en nuestras sociedades, esa desigualdad tan persistente en un sentido social, pero igualdad en el otro: la vulnerabilidad por igual al virus.

En nuestra ciudad, como sucede en todo el mundo, esa desigualdad social causa escozor y dolor. Y van unas imágenes que retratan esa enorme brecha económica entre unos y otros.

En los escalones para acceder a un negocio de venta de comida rápida, en medio de los aromas del queso fundido y el pan recién horneado, una mujer con un bebé de menos de cuatro meses aguarda a poder vender una caja de mazapanes. A 10 o 15 pesos cada mazapán, una caja de unas 24 piezas, la venta de la jornada puede ser, si lo pensamos de manera optimista, entre 240 y 360 pesos.

Otra mujer, igual con niños, estos de entre 5 y 10 años, vende muñecas tejidas en las afueras de otro establecimiento comercial, mientras una más hace lo propio con dulces y paletas en el exterior de una empresa telefónica.

Tres mujeres a quienes la pandemia les agrava una situación que arrastran de tiempo atrás. Las ventas serán ínfimas si no hay quién piense en la situación precaria que atraviesan y pasen de largo, literalmente hablando.

Mientras los geles, el agua clorada y demás líquidos de limpieza y desinfectante flotan en nuestros ambientes, en cualesquiera de las áreas en las que nos movamos, personas como ellas viven en la más precaria situación y vulnerabilidad.

Ni hablar de los que rondan las ciudades sin hogar fijo y toman noche donde esta los sorprende, como lo hacen los migrantes y los pobres hombres y mujeres vagabundos.

Cada persona, al toparse con ellos puede hacer una gran diferencia, como ocurre con muchos que, al advertir situaciones como estas, utilizan sus propias redes y hasta los hogares facilitan los apoyos. Son iniciativas personales. Pero, ¿cuál es la estrategia oficial, en tiempos de COVID, para personas que están en riesgo alto y permanecen en las calles sin esperanzas, con hijos, sin trabajo, altamente vulnerables a la enfermedad y esperando ventas que no llegan a concretarse, y si lo hacen juntará apenas para mal comer?

MERCEDES

De personalidad discreta, la viuda de Gabriel García Márquez, Mercedes Barcha, murió el pasado sábado 15. La que primero vio las mariposas amarillas; la que conoció a Mauricio Babilonia antes que nadie; la que vio en los ojos del escritor el Macondo que a tantos sigue fascinando, y lo impulsó decididamente con aquel mágico “Cien años de soledad”, y lo que siguió… Buen viaje.