Los lirios de la ciudad

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Los lirios de la ciudad

Hospital psiquiátrico de Parras. Pabellón con 52 hombres y pabellón de 21 mujeres provenientes de diversas ciudades. Caminan como almas en pena, deambulan entre el frío de las paredes blancas, son los sin nombre, sin historia ni identidad. Uno de ellos dice “¿Me da coca?, ¿me da coca, doctor? El refresco es uno de sus pocos y breves placeres. 
Algunos son indigentes, otros tienen problemas mentales. Tuvieron una madre y un padre, un tutor que los cuidó de pequeños, sin embargo un día los abandonó, porque murió o así lo decidió. Cuando veo una persona así en la calle, me da tristeza y compasión, luego pienso ¿cómo sobreviven día a día, que comen, donde duermen? ¿Quién cuidará de ellos ahora y en el futuro? 

Son como los lirios del campo y las aves del cielo de Kierkegaard: “Sal al campo, allí donde ningún hombre cuida de los lirios abandonados, y donde a pesar de todo se palpa que no están abandonados. ¿Cómo pueden crecer? Los lirios no se fatigan ni hilan, se quedan en casa… Tiene que haber alguien que los conoce tan exactamente como el jardinero las plantas raras”. Vivimos en una sociedad obsesionada con la razón que desprecia a los que sólo valen por su alma. 

Jesús Favela, el enfermero más antiguo del nosocomio dice que hace tiempo había ahí un programa en que personas de la comunidad adoptaban a un paciente abandonado para visitarlo semanalmente y llevarles algún regalo. “Les traían su refresquito, lo que ellas podían y eso motivaba a los pacientes. Pero eso se acabó.” 

Favela dice que los pacientes del hospital son algo así como su segunda familia, tanto que hubo una temporada en que él, con autorización de los directivos, sacaba a tres de ellos y se los llevaba a comer pollo y luego a tomar una nieve los sábados, después los regresaba al sanatorio. “Hay que recordar que son seres humanos y que necesitan mucho, mucho cariño”. “Un médico nos decía ‘es que no se vale que aquí lo tomen como basurero’”. Alguien más dijo: “desgraciadamente, aquí lo usan como un depósito porque vienen y los abandonan”. 
Héctor Viel Temperley tenía un tumor cerebro, mientras estuvo internado en el “Hospital Británico” escribió un poema con ese nombre. El poema bien pudiera ser recitado en el Psiquiátrico de Parras: Pabellón Roseto, larga esquina del verano, armadura de mariposas: mi madre vino al cielo visitarme. Tengo la cabeza vendada. Permanezco en el pecho de la luz horas y horas. Soy feliz. Me han sacado el mundo. Mi madre la risa, la libertad, el verano. A 20 cuadras de aquí yace muriéndose. Aquí besa mi paz, ve a su hijo cambiado, se prepara-en tu llanto-para comenzar todo de nuevo… Voy hacia lo que menos conocí mi vida: voy hacia mi cuerpo”. 

Héctor Viel dijo acerca de su poema: “Hospital Británico es algo que estaba en el aire. Yo no hice más que encontrarlo. Hospital Británico me permite creer que me salí del mundo y no sé para qué. Volaban mariposas y había unos eucaliptos muy hermosos, nada más que esto, y fui rodeado y traspasado por una sensación de amor tan intensa que me arruinó la vida en el mundo”. 

En México, el número de indigentes aumenta 7 por ciento cada año. La esperanza de vida de un indigente es de 5 años. 

El diputado Sergio Garza Castillo, promovió un punto de acuerdo relacionado a la construcción de refugios temporales para indigentes. Creo es una de las mejores iniciativas que le he visto a un diputado en mucho tiempo. ¿Deseas ayudar a los pacientes del Hospital Psiquiátrico de Parras? Marca al celular 8180109220, de Monterrey, N.L., con la señora Sandra Arizpe Gilmore. El Patronato Pro Salud Mental de Parras A.C. exhorta a la comunidad a apoyar la causa.