Los indios de Miguel León-Portilla

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Los indios de Miguel León-Portilla

Por años me pregunté si el historiador León-Portilla había estado en la Compañía de Jesús. Su estampa y forma de expresarse eran jesuíticas. En sus múltiples entrevistas conocidas no tocó el tema. Ahora que murió leí una en que habla de su etapa en la Compañía. Estudió filosofía, latín y griego; fue “maestrillo” en el Seminario de Montezuma, Nuevo México. No vea en la palabra maestrillo un término despectivo, los jesuitas lo daban a quien sin ser todavía sacerdote impartía clases en instituciones religiosas. Dijo que casi salió ateo de la Compañía.

Fue hombre con suerte. Se le pegó al padre Ángel María Garibay, el gran nahuatlato, traductor de los cantares de los mexicas, del cual tomó los poemas que lo hicieron famoso a él más que a Garibay. León-Portilla publicó su famosísimo “Visión de los Vencidos. Relaciones indígenas de la conquista” en la UNAM, libro leído por no menos de un millón de personas y traducido (que yo sepa) al menos a siete idiomas. Como curiosidad menciono que un gran historiador francés, Nathan Wachtel, publicó en francés su propia “Vision des Vaincus”, pero con documentos sobre los pueblos andinos. Un bello libro. León-Portilla se enojó muchísimo afirmando que era un plagio… y no, no lo era. Wachtel lo admiraba demasiado y no era tonto para exponerse a un pleito legal. El título completo es: “La visión de los vencidos: los indios del Perú frente a la conquista española, 1530-1570”.

León-Portilla vino a la Feria del Libro de Saltillo cuando todavía se celebraba en el Museo de las Aves; había carpas en el estacionamiento y ese día cayó un chubasco. Mal que bien impartió su cátedra, con poca audiencia. Al terminar estaba solo con su esposa. Me acerqué a platicar y fue muy amable. Malamente le hablé de Wachtel porque todavía no le pasaba el coraje a pesar de que aquello sucedió 20 años antes.

No creo necesario repetir lo que tanto se dijo estos días: León-Portilla fue grande entre los grandes. No sé cuántos doctorados honoris causa recibió, pero no fueron pocos. Recordaré uno en particular, el que le otorgó la Universidad de Toulouse, Francia. En la ceremonia tomó la palabra el gran mexicanista Georges Baudot, especialista en Nueva España colonial y uno de los franciscanistas más reputados. Baudot, frente a un público culto y ávido, lanzó un discurso en náhuatl que al final atemperó con un resumen en francés. Respondió León-Portilla haciendo que la hermosísima lengua mexica retumbara en el recinto.

Admiro mucho a este historiador que dio a conocer la poesía y filosofía de los nahuas. Estudió a los primeros cronistas de la conquista y a quienes rescataron la vida y cultura de los mexicas, como fray Bernardino de Sahagún. Instaló en el mundo el pensamiento indígena de la manera más sugerente y atractiva. Gracias a él surgieron cátedras de náhuatl en universidades alrededor del mundo. Se estudia esa lengua en no menos de 25 países: merece la gloria.

Debo declarar que uno de sus últimos libros, “Francisco Tenamaztle, primer guerrillero de América. Defensor de los derechos humanos” es el único que no me ha gustado. Tenamaztle fue un dirigente cazcán que organizó la ofensiva contra los españoles en el norte de Jalisco y sur de Zacatecas. Se hicieron fuertes en un monte: el Miztón. El conquistador Pedro de Alvarado, nombrado por los aztecas “Tonatiuh” (el sol), ahí murió apedreado por los indios desnudos. Éstos no fueron derrotados, más bien los españoles dejaron el campo. Luego, con engaños, llevaron a Tenamaztle a México y de ahí a España a la cárcel de Valladolid, donde el padre Bartolomé de las Casas lo visitaba y de cuyas entrevistas generó un largo escrito en defensa de los indios. El dirigente murió de hambre y frío.

León-Portilla atribuyó el valioso texto a Tenamaztle, cosa errónea: era analfabeta. Decir que era guerrillero es un desatino; atribuirle la defensa de los derechos humanos un yerro (no existía tal preocupación). Pero León-Portilla dio a conocer el manuscrito y hay que agradecérselo. Tiene otro desliz en ese libro: de manera sutil, pero clara, deja saber que los indios que más cerca están de los mexicas son mejores y más cultos que los que se aproximan a los chichimecas (opinión racista). Mas el libro es bello.