Los hechos por delante
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Los hechos por delante
Nada más asombroso que la imposibilidad de reflexionar sobre un futuro deseable, ansiado, esperado que podría consistir simplemente en tener alguna certeza y no sólo que no lleguemos a ese futuro y ni siquiera a la certeza. Apenas empezamos a saborear una noticia cuando se echa encima otra de mayor calado obligándonos a conocerla y analizarla. Esto nos lleva a la incomprensión de la realidad. Y la realidad, decía Descartes, se impone, o eso es lo que escribió. En efecto, tenemos un dato que creemos sólido y de pronto y sin previo aviso descubrimos que ya no es exactamente el mismo.
El dominio casi absoluto de Morena y su líder nos era tan claro que no acataríamos una corrección. ¿Qué les sucedió a dos hombres importantes del partido, Batres y Monreal? Cada cual sacó a relucir sus ansias de novillero sin importarle que los aficionados se hartaran de tanto ruido. Y no estoy criticando a ninguno en particular sino a ambos. De manera que la cuarta transformación depende nada menos que de los intereses individuales. ¡Qué importan los magnos proyectos nacionales, los grandes problemas!
Mientras nos definimos o nos define el dirigente como pacíficos, tolerantes e indulgentes los otros hacen su agosto. Una manifestación feminista es aprovechada y distorsionada por mujeres anarquistas que sacan a relucir lo peor de sí mismas, pidiendo a gritos que haya sangre para justificar su incapacidad de luchar bajo una estrategia histórica y tácticas coherentes. Y luego, en la siguiente mañanera, se nos dice que no debe reprimir puesto que estamos imitando a Gandhi y a Mandela. Recorremos vida y hechos de esos dos grandes y no se nos viene a la mente algo que explique lo sucedido, ni menos su interpretación: nada que ver con Gandhi o Mandela ni con sus países.
Estamos recordando con horror que hace nueve años fueron asesinados 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas. Ultimados a mansalva en una especie de bodega rural, las paredes todavía guardan los hoyos de las balas que antes atravesaron cuerpos y dejaron manchas de sangre, cabellos, tejido y pedazos de hueso. Hace dos años ahí estuvimos para estremecernos ante la brutalidad y, quizás, como dijera Hannah Arendt, la banalidad del mal. Ahora rememoramos esa perversión todavía sin castigo.
Eran 74, pero un ecuatoriano fue herido en una pierna y cayó, y así se mantuvo inmóvil haciéndose pasar por muerto. El otro, un hondureño, se dejó caer, pero sin herida alguna. Una vez que se fueron los asesinos ambos se levantaron y empezaron a caminar en busca de ayuda. Estaban a 22 kilómetros de la carretera. El de Ecuador, sangrando y cojeando, iba lento. A la mitad su compañero de aspiraciones, su colega en la desgracia lo abandonó. Tarde, pero el herido llegó y se topó con soldados. No sabían nada y los condujo a la bodega de la masacre: 58 varones y 14 mujeres yacían muertos. Del hondureño nada se supo, la pregunta es por qué no fue solidario o, peor, por qué abandonó a un camarada.
Los hechos por delante, arriba de las interpretaciones. Ni duda cabe de que Martí Batres ha sido un dirigente eficaz y que Ricardo Monreal supo sacar adelante acuerdos fundamentales para López Obrador. No checan los datos. Por lo pronto, como hizo el hondureño: “que se chingue el ecuatoriano mientras yo me salve”, o estos dos grandes de Morena: “la salud de la Patria pasa por mis ventajas”. La más pura ideología pequeña burguesa tan cara a los intelectuales, tan constante en algunos “izquierdistas”. La historia del Partido Revolucionario Institucional o la del Partido Acción Nacional los colocan lejos, muy lejos del objetivo (erraron el blanco). ¿Y Morena?
La idea de cambiar algunas cosas surge continuamente. La realidad exige actos simples, pero que no se realizan porque no se es capaz de asumir que en algo nos hemos equivocado. Es tiempo todavía. López Obrador tiene todas las posibilidades; lo detiene su terquedad, su orgullo individualista. Debe olvidar que tiene que llegar, porque ya llegó. Debe saber que ya no es candidato sino Presidente. No puede dejar ir la oportunidad. Para él no volverá otra y para la nación tal vez tampoco.