A los gobernadores electos

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A los gobernadores electos


Sorpresa, sorpresa: las elecciones sirven para castigar. Y a usted, candidato ganador, novel gobernador electo, ese castigo le sabe a premio. Los votantes decidieron que ya no querían lo mismo y que usted era la alternativa. Ahora está en usted convencerlos de que no se equivocaron. 
Pero para eso tiene que hacer algo que sus predecesores no hicieron: dar resultados (buenos, de preferencia). ¿Y eso qué significa? Pues depende de su ubicación en la geografía nacional. No es lo mismo Tamaulipas que Aguascalientes, Chihuahua que Veracruz. Pero, respetando las diferencias, hay algunos consejos, propios de los temas que me ocupan (seguridad, justicia y asuntos circunvecinos), que sirven sin importar sus coordenadas específicas. 

¿Cuáles son? Venga una breve y humilde lista: 

1. El gobierno federal no le va a salvar el pellejo. Si las cosas se ponen color de hormiga, posiblemente le manden un operativo, algunas tropas, algunos recursos. Y sí, eso puede ayudar en lo inmediato: habrá bandas desmanteladas, delincuentes encarcelados y algo de paz en las calles. Pero (y esto es crucial), nada es para siempre. Las tropas que le manden y los recursos que le faciliten se van a ir en cuanto explote otra emergencia en otro estado. Y usted, si no hizo su trabajo, se va a quedar a lidiar con el infierno. 

2. Si tiene un desastre en las calles, es muy probable que tenga un desastre de tamaño similar en sus instituciones de seguridad y justicia. Puede, si quiere, filosofar sobre las causas profundas del delito, pero si sus policías y sus procuradurías y sus prisiones no hacen (ni de cerca) lo que supuestamente deberían de hacer, no hay política de prevención que valga. Ni operativos conjuntos. Ni coordinación interinstitucional. Ni nada, para serle franco. En consecuencia, su objetivo primario debería de ser arreglar la catástrofe institucional. 

3. El problema de sus instituciones no es (solamente) de dinero. O de equipo. O de instalaciones. Es de rendición de cuentas. Si algo sale mal, no pasa nada. El que la hace, no la paga, salvo que se ubique en los rangos más bajos de la institución y se requiera algún chivo expiatorio. Más presupuesto para sus policías o sus procuradurías sería bueno, pero mejor sería más control interno y más supervisión externa. Si ha de gastar en algo, gaste en hacer más responsables a sus instituciones y menos impunes a sus mandos. 

4. Las instituciones no se reforman solas. En muchos casos, hay que modificar el marco legal relevante, pero no es ni puede ser todo. Si quiere una transformación, va a tener que invertir capital político, tal vez más de lo que se imagina. Y va a requerir poner liderazgo y atención a los detalles. Y tiene que saber que muchos colaboradores lo decepcionarán o lo traicionarán. A eso, tendrá que ponerle remedio tan pronto suceda, tal vez a un alto costo personal y político. Pero ni modo, si usted no se involucra directamente, no van a suceder las cosas. 

5. Hay que obsesionarse con los números, pero con los números correctos. Por favor, de aquí a un año, no nos venga a presumir que las averiguaciones previas por secuestro o robo o extorsión bajaron 20% (o lo que sea). Eso sólo significa que disminuyeron las denuncias, no los delitos. Si quiere un número, concéntrese en la cifra negra. Póngase como meta que al dejar su cargo habrá menos delitos sin denunciar. No cero, porque eso es imposible, pero sí menos. Considerablemente menos. Eso sí sería progreso. 

En resumen, señor gobernador electo, felicidades por su triunfo. Disfrútelo mientras pueda y póngase a trabajar a la brevedad posible. Y no olvide que, si no hace algo bien y pronto, su premio sabrá en poco tiempo a castigo. Buena suerte. 

@ahope71