Castillo de naipes
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Castillo de naipes
Dejando de lado la obtusa discusión de si estamos o no en recesión e independientemente del criterio a seguir para afirmar que esta exista, lo que es una realidad es que los datos del PIB dados a conocer la semana pasada por el Inegi, así como la información referente a las finanzas públicas divulgadas por la Secretaría de Hacienda, ya dan muestras inequívocas de que si bien nos va, pasaremos de una desaceleración a un estancamiento económico.
Pretender utilizar el comportamiento del tipo de cambio como un termómetro para evaluar el ritmo de la economía mexicana, además de mostrar una profunda limitación en el conocimiento del tema, se ve como una apuesta suicida.
La anémica tasa de crecimiento del PIB durante el primer semestre del 0.3% respecto al mismo período del 2018, encendió las alarmas en Hacienda y no es para menos. La proyección de crecimiento económico planteada en los Criterios Generales de Política Económica (CGPE) para este año, suponían un valor puntual de crecimiento del PIB del 2%. Ya mejor ni hablar de la posibilidad de alcanzar esta meta en lo que resta del año.
Los efectos de un crecimiento de la economía por debajo de la estimación planteada en los CGPE, ya dejaron sus primeras secuelas. Tal como lo informó Hacienda en su Informe sobre la Situación Económica, las Finanzas Pública y la Deuda Pública correspondiente al segundo trimestre del año, si bien es cierto que los ingresos presupuestarios totales del sector público aumentaron 0.6% en términos reales, respecto a lo observado en el mismo período del año anterior, cuando lo comparamos contra los ingresos presupuestados, resulta que el Sector Público se quedó por debajo un 2.5% menos de lo que esperaba recaudar. Unos 68 mil 430 millones de pesos para ser exactos.
Ante ello, el secretario de Hacienda anunció que de continuar con esta tendencia (cosa que así sucederá) se hará uso de una parte de los recursos del Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP).
Aunque se encuentra fundamentado en la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria que el uso de este fondo es justamente cuando se presenta una disminución en los ingresos respecto a los estimados en el presupuesto, no deja de sorprender la inconsistencia en que por un lado observamos una obsesión por la generación de ahorros o subejercicios, mientras que por otra parte, está la preocupación por disponer de este fondo para cubrir los ingresos faltantes.
Esta inconsistencia de criterios -aún y cuando se esté respetando hasta el momento la meta de superávit primario-, aunado a que la recaudación de impuestos continuará estando por debajo de lo programado a consecuencia de un débil desempeño económico, les dará más elementos a las calificadoras para una potencial rebaja en la nota crediticia.
Ello restringiría (aún mas) la confianza de los inversionistas en el país, encareciendo el costo del crédito y provocando una depreciación de la moneda, justamente el bastión en el cual se ha refugiado la actual administración para la defensa de su política económica. Y así, el castillo de naipes iniciaría su colapso.