Los espíritus

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Los espíritus

Una mecedora que cruje en su madera, sola, en la sala. Se mece sin nadie. Dicen que es el fantasma de la tía Ofelia que tuvo una muerte larga y dolorosa en esa casa. Los columpios del jardín hambrientos de niños, también se mecen de forma extraña en noches sin viento. Y hay una silueta que levita por el camino empedrado donde los amplios pinabetes son los únicos compañeros del velador que observa a una mujer avanzar, sin tocar el suelo.

Imágenes reales, sueños, narraciones, cuentos o leyendas. Son presencias que sufrieron en vida, dicen. Que no terminan de llegar a su destino. O simples juegos de la física de los materiales que no terminamos de entender, como esa rama seca que danzaba frente a mis ojos en el desierto, que giraba y no cesaba. Seguro un remolino diminuto y transparente que no pude ver. O la magia del mundo como es.

Los espíritus o la energía. O el mundo onírico y pródigo del inconsciente. ¿Elegimos lo que queremos creer? ¿Creamos en nuestra mente lo que deseamos encontrar? ¿Serán siempre mensajes que nosotros mismos nos dejamos? ¿Surgen el momentos de inquietud, de falta de sexo, de anhelo de una realidad no tan árida como la actual?

Saltillo tiene sus propias cuotas de espíritus, algunos relacionados con suicidios; es lo que cuentan. Es el caso de un hombre que se aparece en una casa. En esa casa se suicidó luego de matar a la esposa y al mozo con el que lo engañaba cuando salía de viaje. ¿Serán éstas, formas de entender porqué los cuadros se desprenden de las paredes y luego posan acomodados en repisas sin daño alguno, o los pasos y sonidos de siluetas que se evaden para ser vistas?

Habitamos nuestros sueños con ladridos de perros inexistentes que nos despiertan en las noches solitarias, ladridos en un futuro que ahora es presente; y que se materializan en sonidos iguales con perros reales que ladran al lado de una cama. ¿Ecos de lo que se iba a vivir?

¿Formamos imágenes que necesitamos y que luego encontramos afuera de nuestra mente? ¿Qué tanto necesitamos el miedo, el horror o el espanto? Si los latidos baten más aceleradamente ¿es para eso que imaginamos?

claudiadesierto@gmail.com