Los culpables son los otros

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Los culpables son los otros

Comienzo con la siguiente analogía que corresponde al género literario didáctico, que utiliza el libro del Génesis cuando aborda en el capítulo 3 el tema de las responsabilidades entre los primeros tres actores que son parte del escenario del Paraíso, a saber; el hombre, la mujer y la serpiente.

El autor nos coloca a la serpiente con capacidad de comunicación e incita a la mujer a desobedecer la petición de Dios, de comer de todos los árboles del jardín, excepto del que está en el centro porque, si lo hacen, morirán.

La serpiente desmiente lo que Dios ha dicho y le comenta a la mujer: “No es cierto que morirán (…) se les abrirán los ojos y serán como dioses”. Así las cosas, la mujer comió y le compartió a Adam, y dice el texto: entonces se dieron cuenta que estaban desnudos. El resto de la historia usted lo conoce. Dios los busca, ellos se esconden, argumentan que realizaron aquella acción en virtud de que estaban desnudos. Sin más, Adam culpa a Eva y la mujer a la serpiente. La serpiente no tenía a quién más culpar.

Esta analogía nos pone ante las siguientes preguntas: ¿está en nuestra naturaleza culpar?, ¿repartir culpas?, ¿no asumir responsabilidades?, ¿es un tema cultural?, ¿en todos los pueblos ocurre?, ¿nos pasa con más frecuencia a los mexicanos?

Lo pongo en la mesa porque en esta semana, más que en agosto y octubre del año pasado, la realidad que vivimos en torno al COVID-19 en este momento es de proporciones inimaginables. Sólo en nuestro País van más de 157 mil decesos aproximadamente, ayer hubo mil 440 muertes en todo el territorio nacional.

Qué difícil. Hemos llegado al punto en el que ya no podemos decir “que conocemos a una persona que supo de otra a la que le pegó el virus”. Ya lo tenemos en primera línea. Ya la mayoría lo hemos vivido.

¿Quién es el responsable? Los chinos de Wuhan, los italianos, el primer mexicano que trajo la enfermedad, la primera persona que falleció, la OMS con su tibieza, la Secretaría de Salud en México y sus erróneas políticas públicas, dicen algunos; el Dr. Alcocer y el Dr. Hugo López-Gatell, el Presidente de la República y su insistencia de no usar la mascarilla, los gobernadores de los estados y su intransigencia, los empresarios y su afán de obtener ganancias, el transporte que no garantiza sana distancia y orden en los viajes; los jóvenes que desacatan el confinamiento, asisten a fiestas y se convierten en un foco de contagio, todos los ciudadanos que no dejan de andar en la calle argumentando que andan en actividades esenciales o quizás Fuente Ovejuna.

¿Quiénes son los responsables? Como en el relato bíblico, los culpables son los otros; la serpiente y la mujer, nunca Adam-humanidad. Nos hemos caracterizado siempre –y más los mexicanos– por no asumir responsabilidades y culpas. Nadie tiene responsabilidad de nada.

¿Cuántas veces se habló del tema en los medios? En webinars, en conferencias, en redes sociales, en las recomendaciones de amigos. Lo veíamos muy lejos, ahora está tocando a la puerta de cada casa, por las calles, en los lugares públicos, por todas partes; por estos días el riesgo ha cobrado fuerza. No entenderemos hasta que nos ocurra, pero entonces será demasiado tarde y, por supuesto, buscaremos culpables.

La diversión, la utilidad, la convivencia, los viajes, las fiestas, el deporte, los amigos, los restaurantes, todo puede esperar. Definitivamente no somos el pueblo sabio del que una y otra vez habla el Presidente de la República –utilizando un discurso de aceptación–, si lo fuéramos no hubiéramos vivido lo que estamos viviendo y de lo que ahora amargamente nos lamentamos, 157 mil decesos de febrero del año pasado a la fecha, y ayer solamente en datos de la Universidad John Hopkins en su reporte diario, mil 440 decesos en nuestro País.

Aquel aviso constante de “Quédate en casa” o “sana distancia”, ahora muchos lo entendemos perfectamente a la luz de lo experimentado. Pero insisto, estamos en el momento más álgido de la pandemia y a diferencia de finales de febrero del año pasado, ahora comenzamos a ver luz al final del túnel con el tema de la aparición de la vacuna.

Sin embargo, lo que resta de tiempo para que haya cobertura universal puede complicar la situación de los contagios teniendo en cuenta la necedad, el “importapoquismo”, la falta de sumarnos a la idea de que somos un país y no guetos, el pensar en singular y no en plural, quitarnos la ignorancia y andar con la cantaleta sobre si el virus fue creado o es real, o simplemente los que siguen pensando “a mí me tocará cuando me tenga que tocar”, buscando evadir responsabilidades y culpando a los demás sin asumir las consecuencias de nuestros actos, diciendo simplemente “los culpables son los otros”. Así las cosas.