Los ciclos se cumplen

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Los ciclos se cumplen

El de la vida humana es el ciclo que mejor representa un proceso que inicia y que culmina aunque hay otros ciclos como el del agua, o los ciclos de la Tierra en los que toda forma de vida converge, representando la realidad del nacimiento y de la muerte.

En paralelo al ciclo de nuestra vida los seres humanos al ganar años aprendemos a entendernos mejor desde el espejo de congéneres nuestros que están en distintos momentos de su propio ciclo.  Todos los adultos algún día fuimos bebés y despertamos ternura, luego fuimos niños inquietos pasando a la sorpresiva pubertad en un santiamén. 

Hoy tenemos la posibilidad de recordar a los amados ancianos de la familia a la que pertenecemos en la época en que fuimos infantes o jóvenes y mañana, si somos afortunados, llegaremos a la senectud etapa que identifica nuestra memoria en la figura de los maravillosos seres que fueron nuestras abuelas y nuestros abuelos.

El ciclo de la vida contiene un tránsito preciso donde el despertar es luminoso y el sueño permanente aparece cuando la luz se extingue. Cada cual vive su propio ciclo, nacemos en un acto individual, morimos también solos, aunque no a solas cuando tenemos el privilegio de haber contado con compañía en nuestra existencia. 

Con suerte la muerte nos llega al amparo del amor de los nuestros. 

Cada año, en el jardín de la casa espero atento que florezcan las parras. En este momento ya presumen las esperadas uvas.

El limonero ya tiene frutos. En octubre el mandarino me sorprenderá, luego en enero del próximo año aparecerán las toronjas y las naranjas, aunque estarán dulces hasta febrero. Cada árbol frutal tiene su ciclo.

Cada ser humano también vive su ciclo y ofrece sus frutos en el contexto de sus familias. Algunos pocos, continuamente y en contextos no familiares, ofrecen a los demás su tiempo y capacidades porque saben que es una manera de devolver lo que han recibido.

Los ciclos ocurren en las organizaciones de la sociedad civil que se van construyendo con liderazgos individuales que inician y concluyen.

He sido parte de estas organizaciones, algunas veces con la responsabilidad de llevar la guía de ellas –muy difícil rol- lo que me ha significado nacer y morir muchas veces. Recientemente presidí la Asociación Estatal de Cronistas Municipales de Nuevo León “José P. Saldaña” A.C. integrada por personas altamente generosas. Ayer tomaron protesta a un nuevo comité directivo encabezado por un hombre generoso que ejercerá seguramente lo mejor que pueda su responsabilidad.

El maestro Hernán Farías Gómez, cronista de Rayones, Nuevo León –paraíso terrenal entre montañas-, es un hombre que ama su pueblo. Lidera de manera cordial una familia de hijos y nietos donde es notoria la unidad. Su aspecto siempre es formal pero se nota en él la alegría de tener ahora que guiar a un conjunto de personas que tienen en común el mismo trabajo honorífico. Por ser de apellido Farías tiene vínculos de sangre con la noble estirpe de hombres y mujeres de Coahuila.

A lo largo del territorio mexicano, en la mayoría de sus municipios se cuenta con un cronista que relata el acontecer de su comunidad humana pero que va más allá porque también se interesa por la conservación y fortalecimiento de la identidad municipal.

Abrir y andar los caminos de la crónica, encontrar las nuevas miradas sobre el patrimonio natural y sobre el patrimonio cultural tangible e intangible, y apoyar el reconocimiento de lo propio son tareas que tienen los cronistas municipales.

Confieso que la sensación de culminar un ciclo es algo que mueve las fibras más entrañables del universo personal. Estoy listo para encarar el siguiente ciclo, en el campo de actuación que sea. Hay que devolver algo de lo mucho que nos ofrece la magnífica vida.