Los buenos maestros… esos incomprendidos
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Los buenos maestros… esos incomprendidos
La respuesta que le di a Óscar Gutiérrez Martínez me sorprendió pero fue una respuesta honesta. Él es un joven que está por egresar de la preparatoria y como la mayoría de sus compañeros está por decidir la profesión que quiere emprender.
Vive en Bustamante, Nuevo León, cuna de mentores de la talla de Macario Pérez García, de Celso Flores Zamora, del también escritor y poeta Manuel M. Serna, de Carmen Jiménez y de la respetable Josefina Valderrama que tiene más de 60 años como docente y es un ejemplo vivo de dignidad humana.
Para que Óscar tome clases de magisterio tendría que viajar todos los días al municipio vecino de Sabinas Hidalgo lo que representa un gasto importante en la economía familiar de sus padres. Eso le implicaría levantarse más temprano e irse a la cama más tarde.
Pero al menos él tiene el estímulo de estudiar y hará lo posible por seguir su sueño. Existen miles de jóvenes de su edad que no tendrán la oportunidad de realizar estudios superiores. ¿Qué le hizo pensar a Oscar que podría ser maestro como se les llama coloquialmente a los profesores que egresan de las escuelas normales?
Probablemente tenga una vocación real por la carrera magisterial pero cuando Óscar me preguntó lo que pensaba al respecto de su decisión pues soy amigo de sus padres y lo conozco desde que era un niño, le dije que buscara otras opciones.
Debo aclarar que tengo un respeto genuino por los maestros que tuve a lo largo de mi educación básica. ¡Qué hombres y mujeres! ¡Qué nivel de compromiso el de todos ellos!
Entonces había un respeto absoluto de los padres hacia los mentores pues tenían una ética a toda prueba que proyectaban frente a sus alumnos, y aunque sus salarios eran modestos lograban con esfuerzo tener una vivienda propia y hasta un automóvil.
Recuerdo a una dedicada maestra que comentaba alegremente que su sueldo no le alcanzaba para adquirir suficientes medias. Y es que la presencia de los profesores era impecable.
Desde hace dos décadas el estado de cosas que enfrenta un maestro de educación básica ha cambiado. Por temas de escalafón muchos construyeron capacidades que no pusieron en práctica pues simplemente lo que importaba era contar con un diploma de acreditación.
La loable carrera de maestro fue depreciándose ante los ojos de los mismos maestros quienes acuñaron el término de “pobresores” para autonombrase. Aunque se ha tenido la existencia de notables dirigentes de sindicatos de maestros, de pronto aparecieron en el horizonte casos patéticos como el de Elba Esther Gordillo que continúa en la cárcel a pesar de que sus defensores han intentado sacarla de allí porque pretextan que está enferma.
Ser maestro de educación básica hoy en día es ser un héroe o heroína porque no hay comprensión hacia su profesión y sufren de una gran vulnerabilidad. Los sueldos que obtienen son raquíticos y no están acordes a la trascendente responsabilidad que tienen.
Quiero recordar el día de hoy que se celebra el Día del Maestro a Evangelina Garza de primer grado, a Francisco Meléndez Shultz, de tercer grado, a Ramón García de sexto grado, a Margarita González Amaya, a Emilio Morales, a Óscar Treviño Villarreal y a Alicia Treviño de la escuela secundaria. A la inolvidable María de Jesús González Vidaurri directora de la escuela primaria a la que acudí. ¡Mi reconocimiento para todos ellos!
Pero ahora frente a la pregunta del joven Óscar sobre su decisión para elegir una profesión, pienso que en este momento ser maestro de educación básica es retador ante los avatares de los sindicatos y de las nuevas políticas de la Reforma Educativa.
Pero debo decir que en el sistema educativo se cuenta con algunos buenos maestros pero son incomprendidos, mal estimulados y peor pagados en estos tiempos de miseria moral. Sin embargo le diría a Oscar: Si tu vocación es suficiente y la pasión existe en tí, ¡sé maestro!