López Obrador, a tres años de su triunfo

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López Obrador, a tres años de su triunfo

La noche del 1 de julio de 2018 se concretó, sin lugar a dudas, un resultado histórico en el proceso de renovación de la Presidencia de la República en México: por primera ocasión un candidato de izquierda accedería al poder gracias a una contundente votación a su favor.

Era la tercera ocasión en la cual Andrés Manuel López Obrador buscaba acceder a la máxima magistratura del país y esta vez los datos que surgieron de todas las encuestas de salida y el conteo rápido realizado por el Instituto Nacional Electoral confirmaron lo que ya habían anticipado los sondeos de preferencia realizados a lo largo de toda la contienda.

La legitimidad de la elección del entonces futuro Presidente fue coronada con el rápido reconocimiento de su triunfo por parte de sus adversarios en la contienda y eso allanó el camino a una transición tersa que ofreció todas las ventajas para que el nuevo gobierno preparara su estrategia sin contratiempos ni obstáculos.

Por si algo faltara, los electores decidieron otorgarle a la coalición que postuló a López Obrador el control del Congreso de la Unión y de la mayoría de las legislaturas estatales. Desde la época del priismo hegemónico, ningún presidente había llegado al poder con tanto margen de maniobra a su disposición.

Han transcurrido tres años desde aquel momento y, aunque el Presidente y su partido siguen gozando de un amplio respaldo popular, la confianza de los electores se ha visto minada y la prolongada luna de miel que López Obrador recreó con la ciudadanía tiene hoy notas amargas.

El distanciamiento que el Presidente ha decidido mantener con el sector de la población que tiene posiciones críticas frente a su “estilo personal de gobernar” se nota de forma cotidiana y el propio mandatario parece decidido a sostenerlo y profundizarlo.

Su vocación de “informar” de manera profusa y constante, que ayer le llevó a encabezar su enésimo informe de gobierno, fue solo una ocasión más para sostener el discurso polarizante que ha marcado, sobre todo, los meses recientes de su mandato.

Poco puede reseñarse de este acto, pues cuando se utilizan varias horas todos los días para hablar sobre las acciones propias no solamente existe muy poco espacio para exponer ideas nuevas, sino que la repetición de los argumentos constituye ya una constante.

Si acaso, dada la formalidad del acto, cabría destacar la inconveniencia de que el Presidente se asuma como gobernante solo de aquellos que le respaldan de forma acrítica y, aunque asegure que respeta el derecho a disentir, insista en hostilizar a quienes ha decidido convertir en enemigos.

Han pasado tres años desde el triunfo histórico del líder político más carismático de nuestro país en décadas y en este espacio temporal acaso lo más notorio sea el severo desgaste que el ejercicio del poder ha provocado a la figura de López Obrador, lo cual va restringiendo el adjetivo de “histórico” exclusivamente para su triunfo electoral y haciendo cada día más difícil que este pueda adjudicarse a su ejercicio como Presidente.