López-Gatell tiene razón

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López-Gatell tiene razón

Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, tiene razón al decir que los niños con cáncer y sus padres han estado desarrollando desde 2019 “una estrategia ‘casi golpista’ contra el gobierno de la 4T” por denunciar -con organizaciones sociales y partidos de oposición- el desabasto de medicamentos para niños con cáncer.

Bien pudo Hugo haberse equivocado en su manejo político, pero no científico de la pandemia; pudo, inclusive, haber evitado 190 mil muertes de mexicanos (USF-OMS: 2021). De esta manera, México no hubiera ocupado el tercer lugar con más muertes por COVID y el cuarto lugar en exceso de mortalidad, ambos, a nivel mundial.

Pero, en el caso de los niños con cáncer y sus papás golpistas, Gatell no se equivoca. Por ello, los moneros -Hernández y Fisgón- le aplaudieron como focas de circo decadente, cuando presentó su tesis “golpista” en el programa de televisión de ambos.

Mientras aplaudían, seguro, su enfebrecida mente imaginaba las últimas palabras del presidente chileno, Salvador Allende, víctima de un golpe de Estado militar en 1973: “Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero los procesos sociales no se detienen ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”.

López-Gatell está en lo cierto. Lord Molécula y Corredor Keniano, periodistas favoritos de las mañaneras, me hicieron llegar un sobre cerrado con documentos que así lo prueban.

Los mismos aseguran que todo ocurrió en Zipolite, la playa nudista, a la cual -en plena pandemia- acudió Gatell, sin guardar protocolo sanitario alguno. Contagiado de COVID, AMLO le conminó: “vete a la playa Hugo y demuéstrale al pueblo de qué madera estás hecho. Necesitamos más hombres ejemplares como tú”.

Ya en Zipolite, después de mirar todo tipo de espécimen desnudo, mientras bebía cerveza artesanal y comía ceviche de pescado con ostión, Gatell se retiró a su recámara.

Dormido desnudo y con fiebre, Hugo empezó a soñar a miles de niños rapados en pijama y con letreros alrededor de su cuello que decían: “Soy (nombre del niño) y ¡quiero vivir!  AMLO, no me niegues mis medicamentos”.

Gatell, entre sueños, sudoroso gritaba: “¡méndigos papás, títeres de corporaciones farmacéuticas y partidos de oposición, no manipulen a sus hijos!”

Pero luego, veía a esos miles, no, millones de niños rapados en pijama, de mirada triste pero esperanzada, con espadas de madera, lanzas de palos de escoba y cacerolas en sus cabezas que corrían y brincaban -entre risas- rumbo a Palacio Nacional.

En ese momento, el mismo Gatell se veía abrazando a AMLO y diciéndole al borde de la histeria: “ya nos chingaron mi Señor; el golpe de Estado tan temido está aquí”.

Por eso, reitero, sólo en este punto, Hugo tiene razón.