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‘Long COVID’, las secuelas y síntomas a largo plazo que deja el virus
El término ‘Long COVID’ es utilizado por pacientes, especialistas e investigadores para referirse a los síntomas y secuelas que la COVID-19 ha dejado, ya sea durante semanas o meses, posteriores a que la persona se ha recuperado de la enfermedad.
De acuerdo a un estudio publicado por Medrxiv el 27 de diciembre de 2020, en el que se encuestó a 3,762 personas de 56 países, el 96% informó tener síntomas después de los 90 días del contagio.
El artículo también encontró a pacientes que reportaron recaída en síntomas tras siete meses del contagio, entre los que destacan: fatiga, malestar post-esfuerzo y disfunción cognitiva. Además, se reveló que hay hasta un 40% de probabilidad de tener síntomas moderados hasta los seis meses.
De las personas recuperadas, el 89.1% reportaron que sus síntomas empeoraron después de actividad física o mental. Ante esto, el médico investigador Omar Yaxmehen Bello-Chavolla, agregó que en las recaídas pueden influir factores como: estrés, ejercicio, menstruación y consumo de alcohol.
Distintas publicaciones, entre ellas la de Medrxiv y el diario especializado The Lance, coinciden en que algunas de las secuelas de COVID-19 son ansiedad, vértigo y mareo, insomnio, pensamiento nublado, pérdida de memoria a corto plazo, pérdida de gusto y olfato.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), aunque por lo general las personas se recuperan de COVID-19 después de dos a seis semanas, en algunos casos ciertos síntomas pueden persistir o reaparecer durante semanas o meses después de la recuperación inicial.
En otro artículo publicado por el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades, se detalla que tras realizar una encuesta telefónica a 274 adultos sintomáticos con resultado positivo a COVID-19, el 35% no había regresado a su estado de salud habitual luego de dos a tres semanas después de la prueba.
PACIENTES DAN SU TESTIMONIO
Alejandra Rodríguez, de 18 años, quien tuvo COVID-19 hace cinco semanas, explicó a VANGUARDIA que sus principales síntomas fueron escurrimiento nasal e irritación de garganta. Sin embargo, en el proceso de recuperación padeció de secuelas como pérdida de peso (cerca de cinco kilogramos), así como de dolor de costillas por la parte de la espalda.
Otro paciente entrevistado, de 30 años y quien pidió reservar su nombre, explicó que durante la enfermedad tuvo síntomas intensos como: dolor muscular y de cabeza; cansancio y fatiga; incapacidad para moverse durante tres días; ardor ocular y conjuntivitis; elevación irregular de la frecuencia cardiaca; baja oxigenación; aturdimiento; mareos intermitentes y sangrado en la orina, entre otros.
A dos meses y medio de que le diagnosticaron COVID-19, lidia principalmente con secuelas relacionadas a la afectación pulmonar y cardiovascular, además de agitación repentina; sensación de falta de aire y hemoglobinuria (presencia de sangre en la orina).
Psicológicamente, tiene menor tolerancia al estrés; leve e intermitente dificultad para mantener la concentración; afectación en la retención de memoria a corto plazo de manera leve. Y consideró que su estado de salud fue afectado por el virus en un 50 por ciento.
FALTA MUCHO POR DESCUBRIR
“Muchas de las fisiopatologías de por qué el virus nos está dando tantas particularidades aún es desconocido”, explicó la doctora Nora Gómez Contreras, quien atiende a pacientes COVID-19 en el Hospital General Salvador Chavarría, en Piedras Negras, así como en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y de forma externa.
Tanto médicos como especialistas, investigadores e incluso la OMS, coinciden en que aún se desconoce mucho sobre cómo la COVID-19 afecta a las personas a lo largo del tiempo, por lo que numerosas investigaciones continúan abiertas.