Locos por la gasolina

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Locos por la gasolina

Foto: Archivo

Se estrella un automóvil, a la salida de Moscú; el conductor emerge del desastre y gime: -”Mi Mercedes… mi Mercedes…”. Alguien le dice: -”Pero, señor… ¡qué importa el auto!, ¿no ve que ha perdido un brazo?”, y mirándose el muñón sangrante, el hombre llora: “¡Mi Rolex!, ¡mi Rolex!”.

Tener un carro es una obsesión para muchos; conducir un carro, es una religión. Creemos que tenemos auto, cuando el auto es el que nos tiene: requiere alimentarlo con gasolina, agua y aceite, repararlo, darle mantenimiento, bañarlo, comprarle seguro, tener en orden su papelería legal, sacarlo a pasear, presumirlo, pagar los daños que ocasiona.

De cada seis dólares que gasta el ciudadano medio, uno se consagra al automóvil. El auto nos da la sensación de que somos más poderosos, rápidos, eficientes para trasladarnos.

Los vehículos inflaman nuestro ego, los creemos una extensión de nuestra personalidad, signo de estatus y poder. La aceleración del automóvil crea la ilusión de llevarle el paso al ritmo acelerado que demanda la sociedad actual.

Sin embargo, cada vez pasamos más tiempo en el tráfico, en embotellamientos que el Gobierno considera señal de progreso; de cada seis horas de vida, una se dedica a viajar en auto o trabajar para pagarlo, y de cada seis empleos, uno está directa o indirectamente relacionado con el automóvil.

La sociedad norteamericana genera la cuarta parte de los gases que más envenenan la atmósfera; los automóviles son en buena parte responsables de ese desastre, y los políticos garantizan impunidad a cambio de dinero.

Cada vez que alguien sugiere aumentar los impuestos a la gasolina, los grandes fabricantes ponen el grito en el cielo y desatan campañas millonarias y denuncian amenazas contra las libertades públicas.

Los accidentes de Tránsito matan y hieren cada año más personas; según la Organización Mundial de la Salud, para el año 2020 los automóviles ocuparán el tercer lugar como factores de muerte o incapacidad. “Impunemente, los automóviles usurpan el espacio humano, envenenan el aire y con frecuencia asesinan a los intrusos que invaden su territorio conquistado”.

En la ciudad de México se hizo famoso el “hoy no circula” o la emergencia ambiental, con las quejas y molestias que conlleva. El automóvil genera la mayor parte del coctel de gases que enferma los bronquios, los ojos y demás.

Localmente no medimos la calidad del aire, estamos acostumbrados a no sacrificar ni un día sin auto; no tenemos conciencia de que los recursos son limitados, esta temporada de escasez es un buen momento para reflexionar, que nuestro estilo de vida sólo piensa en lo inmediato, en la comodidad y sacrifica el futuro en el altar del presente.

Vivimos algo similar a la película “Mad Max”: En un futuro apocalíptico signado por la escasez de combustible y el desorden social, las pandillas de motociclistas pelean en las carreteras por conseguir gasolina.

Existe un descontento social, cuyo combustible en parte es la gasolina: su escasez e incremento, esto nos molesta por varias razones: 1.- Tenemos arraigada la idea de que somos un país petrolero, que “el petróleo es de los mexicanos”. 2.- La falta de gasolina representa el fracaso de Pemex y el país, ambos mal administrados y saqueados. Molesta que se mienta respecto a que no habrá incrementos. 3.- Estamos acostumbrados a la comodidad del automóvil para movernos y gastamos bastante en comprarlo.

El tercer punto sí está en nuestras manos, lo que se requiere es cambiar nuestro estilo de vida consumista, comodino, irreflexivo, estar conscientes que los recursos son finitos y contaminar menos.

“El crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores y conciencia”. 

jesus50@hotmail.com