Lo mismo
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Lo mismo
En mi adolescencia compuse un tema musical cuyo título es “Lo mismo”, que describe el tránsito entre el presente y el futuro en el que se presentan las mismas guerras, la misma hambre, los mismos errores.
Al visitar la Sierra Tarahumara apenas el fin de semana pasado, aprendí, como en ninguna de mis visitas anteriores, que el estado de cosas que allí se viven sigue igual.
Como antaño se sigue cultivando amapola y mariguana en la sierra, pero ahora bajo el liderazgo de los intereses económicos de la delincuencia. Los ejidatarios siguen siendo manipulados, antes por grandes terratenientes, ahora por los llamados “malitos”.
Allí la pobreza permanece inalterable sólo que ahora en lugar de pedir kórima, algunos tarahumaras insertos en el círculo vicioso del alcoholismo piden un peso. Con vientres abultados y usando tenis de marca estadounidense, han abandonado el ejercicio diario entre las montañas, por la cerveza de importación.
Llegué a Norogachi, Guachochi en la buena compañía de Manuel Chávez, profesional que lidera el proyecto Tarahumara Sustentable en el que están alineados ONU medio ambiente, la Conanp (Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas) y la WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza). En este lugar hay 16 organizaciones de la sociedad civil trabajando algún proyecto social o medioambiental, y aunque hay avances en materia educativa, las condiciones de insalubridad en la población saltan a la vista.
El arroyo que corre por la comunidad está muy contaminado y eso ha generado en la población infantil infecciones en la piel y, por supuesto, enfermedades estomacales. Lo que provoca esta contaminación son los residuos peligrosos que se desechan de un centro de salud, y los residuos cloacales de un centro religioso.
Manuel Chávez tiene un proyecto orgánico para eliminar parte de la contaminación del arroyo, aunque el agua es vital de donde provenga y la cosecha local de lluvia es insuficiente para la vida humana y para los cultivos. En este año, la producción de frijol fue insuficiente y habrá hambre en el 2018, lo que provocará emigración a las ciudades en donde se olvidarán de vivir como tarahumaras y perderán su vestimenta y no hablarán su lengua.
Hay saberes ancestrales que aún se mantienen en el conocimiento de los ancianos y que se han dejado de considerar; por eso la importancia de la educación sobre el patrimonio cultural indígena no sólo para niños, sino también para jóvenes de secundaria, preparatoria y de estudios universitarios.
La juventud tarahumara carece de sueños, no hay una buena comunicación entre padres e hijos, y entre abuelos y nietos, como lo asegura Maria Luisa Bustillos, gobernadora rarámuri de Ciénega de Norogachi. Esto es algo muy delicado.
Es un círculo vicioso el que se debe romper a través de una educación que no haga sentir superiores a quienes han cursado estudios profesionales, más bien que los comprometa con el desarrollo humano de los suyos, porque entre ellos está su lugar.
La crisis hídrica en los pueblos de la Sierra Tarahumara puede solucionarse con apoyos técnicos de la Junta Central de Agua y Saneamiento estatal así como con los conocimientos locales, pero lo que no debe abandonarse es la educación de los jóvenes, porque son los que podrán convertirse en guardianes de los recursos naturales para que las cosas no sigan igual.