Lleyton “Rusty” Hewitt, el guerrero australiano de espíritu indomable

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Lleyton “Rusty” Hewitt, el guerrero australiano de espíritu indomable

El tenista australiano Lleyton Hewitt celebra su victoria ante su compatriota James Duckworth. Foto EFE
Hewitt se dedicará ahora a capitanear a Australia en la Copa Davis.

Posiblemente se pueda rellenar un libro de mil páginas si se juntaran todas las veces que Lleyton Hewitt gritó "¡come on!" sobre una pista de tenis. Ese bramido, acompañado por el puño apretado, resume a la perfección la carrera de un jugador indomable.

"Siempre admiré su ética de trabajo, su espíritu de lucha en la cancha a pesar de que a veces me molestó, porque al principio lo expresaba de una forma más alocada que ahora", dijo de él Roger Federer esta semana en Melbourne.

El suizo nació el mismo año que Hewitt, 1981, pero cuando celebró el primero de sus 17 Grand Slam, en Wimbledon 2003, el australiano ya había ganado los dos que tiene en su haber (Us Open 2001 y Wimbledon 2002) y era el número uno del mundo.

Precoz como ninguno -alcanzó el primer puesto del ranking con 20 años y 268 días, récord aún hoy vigente- y polémico en sus inicios por sus constantes gestos en la pista, Hewitt puso hoy punto final a su carrera a los 34 años al caer en la segunda ronda del Abierto de Australia con el español David Ferrer, un tenista a su imagen y semejanza, un guerrero.

Sin embargo, Ferrer es uno de los tenistas más sosegados del circuito, mientras que Hewitt es volcánico. Siempre le gustó convertir sus partidos en batallas, ya fueran tenísticas o personales, y tuvo roces con muchos rivales. Además, sus aspavientos en la pista no gustan a todos, pese a que poco a poco se fue ganando el respeto y la admiración de sus colegas.

Su cara de niño bueno y su gorra echada para atrás, que le acompañó durante toda su carrera, le conferían un aspecto de hombre inocente. Pero su apodo, "Rusty", podría traducirse al español como aguerrido, luchador.

Gracias a su espíritu de no dar un punto por perdido conectó con las gradas de todo el mundo. "Muchas veces se ve a los jugadores de esta generación que no lo dan todo. Uno espera que la gente se fije en lo que ha hecho Lleyton", señaló Patrick Rafter.

Precisamente sólo Rafter, una semana en julio de 1999, y John Newcombe, durante ocho semanas en 1974, habían podido conquistar desde 1968 el número uno para Australia.

Hewitt estuvo 80 semanas mirando al resto de tenistas del mundo por encima. Además, después de dejar en su adolescencia el "Australian rules football" (fútbol australiano) para dedicarse sólo al tenis, levantó 30 títulos, dos de ellos de Grand Slam, y ganó la Copa Davis en 1999 y 2003.

Hasta que irrumpió el español Rafael Nadal en el circuito, el de Hewitt era el puño -cuando no la cobra, ya que también hacia ese gesto con la mano- más famoso del tenis masculino. "Come on", gritaba una y otra vez el australiano para celebrar puntos al límite.

"Al principio no era tan querido por su carácter en la pista. Nadal y él, por ejemplo, tenían sus piques, el uno con la cobra, el otro con el puño. Luego su carácter se fue suavizando y fue más querido en el circuito", recordó hoy Fernando Verdasco.

Hijo de un jugador de fútbol australiano y de una profesora de educación física, Hewitt se sabe de memoria cada diálogo de la saga de "Rocky" protagonizada por Sylvester Stallone, otro "Rusty" como él.

Hewitt se dedicará ahora a capitanear a Australia en la Copa Davis, donde podrá pulir a las jóvenes perlas del tenis "aussie", Nick Kyrgios, Thanasi Kokkinakis y Bernard Tomic. Todos jóvenes, todos con carácter indómitos.

Hasta que le llegue la hora de debutar en el banquillo, tendrá tiempo para disfrutar de lo que queda de Abierto de Australia con su hijo, Cruz Hewitt, un niño que no pasa desapercibido en el torneo. Viste con la misma ropa que su padre y lleva un gorra hacia atrás que deja escapar el mismo revoltoso cabello rubio del ex número uno.