Literatura post-mortem

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Literatura post-mortem

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El valor que cobra el trabajo de un autor muerto es un elemento difícil de gestionar y estos son los resultados que han dado algunos gestores de la literatura “nonata”

Hay de últimas voluntades a otras. Mientras unos quieren sus cenizas contaminando el mar, otros solo esperan que se maneje responsablemente el material que no alcanzaron a ver publicado. 

Sin el anhelo de quien concibió aquellas piezas, ambigua se vuelve la labor de hacer lo que los autores hubieran querido, con el ligero tropiezo de que no se puede hablar con los muertos (al menos no sin recurrir a cosas de espantos para que todo podamos seguros de que así es).

Tantas subjetividades han llevado a las “albaceas literarias” a ser vistas como figuras terribles, que se valen de un tesoro que no es suyo para incrementar sus bolsillos e incluso a ser llamados ladrones de los autores. 

Estas son algunas de estas historias. 

1
Doris Atkinson y Gabriela Mistral
La escritora estadounidense Doris Dana fue durante casi 10 años amiga íntima y ayudante de Mistral, siendo su albacea hasta 2006, cuando a la muerte de Dana siguió Doris Atkinson. En 2007, ella donó todo el archivo de Mistral al estado de Perú, mismo que se encontraba en Estados Unidos. La única condición es que existiera en aquel país la infraestructura para resguardar adecuadamente los más de 10 mil documentos. Finalmente es la Biblioteca Nacional la que guarda este legado, satisfaciendo las peticiones de Atkinson quien señaló que se ha hecho un buen trabajo con ese tesoro nacional “que a mi no me correspondía”.
2
La Fundación Juan Rulfo
Con el centenario del escritor mexicano, diversas situaciones han provocado el sentimiento de que un pilar de la literatura nacional nos está siendo prohibido. Aunque han sido varios los desplantes que muestran a un Rulfo sobreprotegido, fue en abril de este año cuando la Fundación no permitió a la Universidad Autónoma de México usar la imagen del escritor en su Feria del Libro, que tenía como una de sus temáticas centrales la vida y obra del autor de “Pedro Páramo”. Sus hijos Juan Pablo y Juan Carlos estuvieron en esta feria recientemente y aseguraron que esta acción no fue un acto de rompimiento o censura, sino un descontento con los medios por su forma de tratar esta situación. Además de la cancelación del evento del director de la fundación Víctor Jiménez, también se prohibió la presentación del libro “Había mucha neblina o humo o no se qué” de Cristina Rivera Garza, donde hace un análisis de su obra. Ellos se defendieron asegurando que esta es una “obra ambigua en cuanto al tema de creación personal que toma una serie de elementos banales que buscan crear una imagen disminuida de mi padre”.
3
Carolina López y Roberto Bolaño
La presión que radica sobre López consiste en dudas sobre si el material que publica actualmente es real y si se está aprovechando del trabajo del escritor. En diversas ocasiones, ella se ha defendido asegurando que no ejerce de viuda de Bolaño y que ella está a cargo sólo hasta que sus hijos sean mayores de edad. Se ha defendido señalando que Bolaño comenzó a escribir muy joven y no fue publicado hasta los 43, por lo que cuando murió a los 50 años, aún tenía 14 374 páginas pendientes de publicar. La suspicacia aumentó con el cambio de editorial a Alfaguara. “Es un orgullo que me comparen con María Kodama. Sólo hay que ver cómo y dónde está la obra de Borges. Ha hecho un gran trabajo para preservarla y difundirla”, ha señalado.
4
María Kodama de Jorge Luis Borges
Al saberse enfermo de cáncer en 1986, Borges realizó lo últimos ajustes para una partida en orden. Se instaló en Ginebra y se casó con Kodama, quien tras la muerte del escritor en junio del mismo año, se convirtió en la cuidadora de todo su material inédito. Se le ha criticado el nunca demostrar un verdadero entendimiento sobre la poética de Borges y otras polémicas. La más reciente fue la demanda contra Pablo Katchadjian por haber intervenido en 2009 “El Aleph”, relato del argentino. Acusado de alterar una obra protegida, el escritor tuvo que pagar una multa de 80 mil pesos argentinos. También ha sido acusada de quitarle a latinoamérica un Borges que no le pertenece, como cuando el escritor español Agustín Fernández Mallo publicó “El hacedor (de Borges)”, cosa que a Kodama no le gustó y provocó que Alfaguara retirara las copias de este libro con tal de evitar una demanda.