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Like

Sin ‘likes’ para nuestra ‘selfie’, capaz que uno no acopia la fuerza necesaria para salir a la calle a afrontar la vida.

Hablar de un hombre acaudalado en tiempos del Imperio Romano era referirse a alguien que poseía una casa (no mayor que un palomar de los de Infonavit), un caballo, algunas armas y quizás algún lacayo.

Después el concepto del dinero y el crédito se perfeccionó, y la riqueza del hombre se midió entonces en función de los activos que una institución bancaria le reportaba.

Hoy día (como diría don Francisco), el capital de las personas se ha vuelto más abstracto. Ahora nuestra riqueza se mide en “likes”.

El “like”, como bien sabemos, es la notificación de que alguien aprueba, respalda, o gusta de aquello que a bien tengamos publicar, ya sea un pensamiento baboso, una cita de dudosa autoría, o una imagen propia o de cualquier calamidad gastronómica que estemos por empacarnos.

Sin “likes” para nuestra “selfie”, capaz que uno no acopia la fuerza necesaria para salir a la calle a afrontar la vida. Si no nos dan “like” a nuestras citas de Pablo Coelho (o copelas o Coelho), capaz que se derrumba nuestro sistema de valores y nuestra filosofía de vida se va por el caño. Sin el “like” a nuestro misterioso estado sentimental (“se siente… sabecómo”), capaz que la interesantísima historia de nuestra vida no se logra. Sin “likes” para nuestro almuerzo, capaz que ni nos sabe rico y  mejor dejamos que se enfríe y se lo coma el chucho.

Y sin “likes” para la columna de Enrique Abasolo… ¡No! Esos sí son súper necesarios. Pobre, pobre, pobre del que no le dé su pulgar arriba a esta Nación Petatera. ¡Ya saben!

Ahora, una verdad de Perogrullo: Las redes sociales son como todo (¡Nambre! ¿A poco?). Me refiero a que pueden tener una utilidad real, o ser una absoluta pérdida de tiempo; pueden ser un entretenimiento ocasional o una verdadera adicción; pueden ser un factor de cambio o de enajenación. Todo está en el enfoque y, sobre todo, la actitud de los usuarios.

Pero es precisamente por esta ambigüedad y extremosa ambivalencia que la importancia de las redes sociales resulta innegable. Desestimarlas así como a su influencia no nos vuelve seres humanos más auténticos, sólo nos exhibe como obcecados anacrónicos.

Yo soy un ultra convencido del Facebook, aunque se supone que existen otras redes, plataformas y foros de mayor influencia y expansión entre los jóvenes (¡ah, shingá! Yo aun soy joven, ¿qué no?), lo cierto es que el fenómeno social creado por Mark Zuckerbeg aun no es replicable y, por consiguiente, al día de hoy no ha sido aun superado.

A mí me encanta FB, no sólo porque interactúo con una red constante de amigos, colegas, lectores y ciudadanos con los que compartos por igual aficiones y preocupaciones; también soy seguidor de varios líderes de opinión (como el actor George Takei) cuya calidad de los contenidos que comparten está muy por encima del plato de enchiladas que sube el usuario promedio.

Hay artículos, noticias, videos, nostalgia, foto arte, ocio (mucho). En fin, el buffet está servido, lo que elijamos es nuestra entera responsabilidad.

¿Cómo se hace uno experto en redes? ¡Metiéndose en ellas! ¡Moviéndole! Involucrándose. Siendo selectivo con lo que se comparte, con lo que le damos difusión y con lo que le damos “like”. Cultivando nuestra red de contactos. Participando en los debates. “Troleando” lo que no nos gusta. Aprendiendo la jerga propia de las redes (BTW).

Nuestros legisladores locales, que ni administrar su pinche perfil de Facebook saben, recibieron capacitación en redes sociales de parte de una intelectual y experta en la materia. La actriz Ana La Salvia, especialista, con dos doctorados en Social Media y Nuevas Tecnologías (una por la Complutense de Madrid y otra en línea a través de Elektra y Banco Azteca), fue quien impartió sus conocimientos a nuestros diputasnos (¡esa es nueva, lo juro!), como parte de una serie de cursos que sin requerir el consentimiento de nadie se autorizaron y nos costaron a los ciudadanos apenas un par de cientos de miles de pesillos.

Además de certificarse en redes sociales, nuestros legisladores se tomaron la foto con la instructora (la doctora La Salvia es un bombón) y pues, nuestros caballeros legislativos se deben haber enamorado pues ya la tienen contemplada para que pronto regrese a Coahuila a dar cátedra en algún otro de los muchos temas de su especialidad.

El propio líder de los Legisladores, José María “Flintstone” Siller, dijo que gracias a esta importante capacitación ya supo cómo cambiar su foto de perfil y que todos en el Congreso Coahuilense están contentos porque ya se pueden mandar mensajitos con emoticones por “Inbox”.

Son mis ganas de decirle al diputado Presidente de la Junta de Gobierno del Congreso Estatal que deslactose un poco su vida, su gestión y las respuestas que nos da a los ciudadanos sobre estas mamarrachadas.

Pero me abstendré. En vez de ello, y para poner a prueba sus conocimientos recién adquiridos, voy a publicar este artículo en su muro de Facebook (cuento con la ayuda de todos ustedes). A ver si Chema lo comenta, lo comparte y, si le gusta, a ver si aprendió y me le da su LIKE.

petatiux@hotmail.com 
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