Librerías en red resucitan tradición de los circuitos que rodean la venta de libros
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Librerías en red resucitan tradición de los circuitos que rodean la venta de libros
La alianza de librerías La Conspiración de la Pólvora también podría llamarse Los Tres Mosqueteros. Porque La Puerta de Tannhäuser (Plasencia), Letras Corsarias (Salamanca) e Intempestivos (Segovia) comenzaron a gritar a finales del año pasado aquello de “¡Todos para uno y uno para todos!” y no han parado de hacerlo hasta ganar este año el premio Nacional al Fomento de la Lectura.
El rol de D’Artagnan lo va asumiendo mensualmente aquel escritor que se acerca a tierras castellanas para hablar de su último libro. Lo han hecho hasta la fecha Guille Galván, Marta Sanz, Alejandro Palomas, Alfonso Zapico, Mariano Peyrou y Sergio del Molino. Cada uno ha repetido la misma fórmula.
Tres presentaciones en tres noches consecutivas. Más de cien asistentes de media. Repercusión tanto en las redes como en los medios tradicionales, convencidos de que se trata de un modo de enriquecer la vida cultural de las tres ciudades.
Todo ello en el marco de una programación coherente que apuesta por la conexión del público lector con la nueva narrativa, literaria y gráfica.
La idea de librería siempre ha estado vinculada con la de circuito. En Roma y en las ciudades medievales todos los editores manufacturaban y vendían sus libros en calles cercanas.
En los alrededores de Paul’s Churchyard se concentraban las librerías del Londres de Shakespeare, como lo harían en Charing Cross Road tres siglos más tarde.
El Book Row, con sus casi cuarenta librerías de segunda mano, fue su equivalente durante décadas en Nueva York; mientras que en el París de entreguerras la Maison des Amis des Livres de Adrianne Monier y la Shakespeare and Co. de Silvia Beach miniaturizaron en una única calle minúscula la energía ambulatoria que nutre a los amantes de los libros.
Las cerca de treinta librerías del barrio de Gracia, en Barcelona, reeditan ahora, con su mapa y con su web, ese tipo de topografía de la cooperación y del deseo. Puede uno pasar todo el día en esas telarañas del comercio, el intelecto y el paseo. Si otro tipo de comercios rehuye la competencia, el libresco sólo puede entenderse como zoco, colmena o red.
Pero el Premio Nacional al Fomento de la Lectura reconoce una variante mucho más reciente de esos circuitos urbanos.
Una variante que encontramos, informal, en las rutas de promoción de los escritores norteamericanos: en la antología My Bookstore (editada por Richard Russo y Booksellers Across America, 2012), por ejemplo, varios de los autores se refieren a los mismos establecimientos de prestigio, en sus circuitos de costa a costa en Estados Unidos.
Ahora, la unión de La Puerta de Tannhäuser, Letras Corsarias e Intempestivos sitúa a estos tres jóvenes establecimientos en el mapa de las grandes librerías españolas, donde tienen su estrellita roja aquellas que desde hace tiempo decidieron que los encuentros entre escritores y lectores formaban parte de su ADN, como las que han ganado desde el año 2000 el Premio Librería Cultural o como las pequeñas cadenas que se han convertido en referencias indiscutibles (Laie, La Central).
No es casual que en la página www.libreriasdecalidad.com las más de veinte que han conseguido el sello de calidad aparezcan precisamente en un mapa.
Como dice Alessandro Baricco en Los bárbaros, los enlaces cibernéticos son “el sentido mismo de la red, su conquista definitiva”.
Para nosotros una idea ya no es un territorio bien definido, sino más bien un recorrido, varios trayectos, una sucesión de saltos. Mucho antes que los buscadores, las rutas de la curiosidad y del saber —que en las ciudades unían las universidades, las bibliotecas y las librerías— prefiguraron esa forma tan contemporánea de relacionarnos, a ritmo de zapping, con la información y el conocimiento.
Las mejores librerías entienden que el placer intelectual de nuestros días es físico y virtual, papel y pantalla. E imaginan espacios que generan el tipo de estímulos performativos, corporales, conversacionales, que necesitamos para que lo leído, visto o estudiado en soledad adquiera sus máximo sentido en compañía.