Libre comercio (I)
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Libre comercio (I)
El control del tráfico de mercancías legales en el país estuvo regulado hasta el siglo XIX a través de diversos sistemas hacendarios y de seguridad. La antigua aduana del Paso de Cortés evitaba el contrabando de tabaco, descrito por Manuel Payno en la famosa novela “Astucia: El jefe de los Hermanos de la Hoja o los charros contrabandistas de la rama”. Posteriormente, bajo el sistema de alcabalas o torreones, el paso de mercancías era gravado por la Secretaría de la Hacienda pública bajo José Ives Limantour, en el porfiriato.
La entrada al libre comercio por parte de nuestro país no ocurrió con el famoso TLC o NAFTA, sino en 1986 con el ingreso de México como miembro del acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT) y a la apertura de nuestras arcaicas aduanas y sistemas impositivos a la importación y exportación libre.
A partir de esta iniciativa ingresaron un sinnúmero de mercancías de más de 90 países con tasas preferenciales que hicieron accesible a millones de mexicanos la adquisición de productos alimenticios y electrónicos, y a las empresas de refacciones, maquinaria y suplementos que apoyaron su desarrollo, amén del régimen maquilador y su boom en las fronteras del país.
Aun cuando ese acuerdo fue formado en 1947, el ingreso tardío de México constituyo un gran aliciente económico ante una macroeconomía desgastada y en crisis que amenazaba en un estadillo social, como ya se había manifestado en países como Argentina y Brasil.
El North American Free Trade Agreement (NAFTA) constituye un conjunto de reglas que los tres países acordaron para vender y comprar productos y servicios en América del Norte. Las negociaciones concluyeron el 11 de agosto de 1992 por los jefes de los tres Gobiernos. Carlos Salinas de Gortari, George Bush, presidente de EU, y Mulrony de Canadá acordaron las negociaciones entre los tres países.
El TLC fue firmado de intención en diciembre de 1992 y aprobado en 1993 por los tres países, entrando en vigor el 1 de enero de 1994. El tiempo fue necesario por el periodo electoral en EU que colocó a Bill Clinton como nuevo jefe de estado y, por ende, el necesario cabildeo del mismo en un Congreso ahora demócrata.
La estructura del tratado refería no solo ajustes en el sistema aduanal y migratorio también en la estructura laboral y de derechos humanos, por lo que establecía un periodo de ajuste que no fue fácil y no se cumplió en varios puntos por México.
El principal incumplimiento fue el de ajustes salariales; agrupaciones sindicales norteamericanas acudieron a las grandes firmas automotrices del país con ese propósito. Recuerdo el fenómeno en GM Ramos Arizpe, incluso en el 2004 el AFL/CIO –uno de los principales sindicatos de EU– estableció una oficina en Monterrey con esa amenaza.
Durante el llamado periodo de ajuste, 1994 a 2003, en el frente de la producción y del comercio exterior, los indicadores agregados de la evolución sectorial mostraron un saldo favorable.
Aquí el reflejo de ese “periodo”: 1) El PIB del sector primario creció a una tasa media anual de 1.9 por ciento en el período 1994-2003. 2) La producción de los 10 cultivos básicos registró un aumento de 4.5 millones de toneladas. 3) La producción de maíz un incremento de casi 2.5 millones de toneladas. 4) La producción de las principales hortalizas tuvo una elevación de 68.1 por ciento. 5) La producción de las principales frutas observó un aumento acumulado de 27.2 por ciento. 6) La tasa media anual de crecimiento de las carnes en canal fue de 3.6 por ciento, de 3 por ciento para leche y de 4.3 por ciento para otros productos pecuarios. 7) La productividad laboral en el sector agrícola pasó de un nivel de 9.4 a 11.6 en 2002. 8).
Y aunque no todo ha sido miel sobre hojuelas, el TLC consolidó diversos sectores y posicionó firmas en nuestro país y viceversa. Estos temas serán analizados en la segunda parte de esta entrega.