Libran médicos batalla contra un enemigo invisible, el SARS-CoV-2

Personal de salud pone todo su empeño en las salas de infectados. Sin importar que el desafío crezca, su ánimo no decae.
Pérdida. Abraham Torres Álvarez extraña las normalidades de su vida preCOVDI-19, pero hay una que añora más; estar con sus padres.

TEXTO: FRANCISCO RODRÍGUEZ

FOTOS: CORTESÍA

Esta es la segunda parte de una serie con sus testimonios desde el frente de batalla.

“El frente de batalla no tiene disparos ni explosiones, tiene incertidumbre”, comenta el doctor Abraham Torres Álvarez, encargado del departamento de Urgencias y del módulo de Detección de Enfermedades Respiratorias del hospital Integral de Matamoros.

Y esa incertidumbre, dice el médico, ha generado estrés y ansiedad en el personal médico, en los compañeros. Es tanto, dice Abraham Torres, que en ocasiones que entran y salen de un módulo él o compañeros sienten que traen fiebre o que le duelen los huesos o que le duele la garganta. “Pero es estrés, el estrés genera esos síntomas y sale con ellos pero sin tenerlos”, comenta.

Para el doctor Abraham Torres, cuando se decretó la fase 3 de la contingencia sanitaria en México por el COVID-19, el sentimiento fue el mismo. “El sentimiento es que estamos preparados a lo que venga. Tenemos que enfrentar”, menciona, pese que reconoce que, paradójicamente, no estaban preparados al inicio de la emergencia. “Tenemos más claro conforme hemos avanzado”, comenta.

El sentimiento es que estamos preparados a lo que venga”.
Abraham Torres Álvarez, médico.

Por eso, para el médico, hablar del “frente de batalla” es una cuestión de tipo poético. “Es nuestro trabajo”, aclara y añade que no necesariamente deben catalogarlos como héroes. Pero ¿cómo es ese frente de batalla? Torres Álvarez responde:

“Es estar en el módulo o urgencia, donde ves puro paciente sospechoso para una enfermedad respiratoria como COVID que es letal. Diario estás vestido con protección, sin saber quién va a llegar, sin saber que al que estás tocando, con el que estás hablando, atendiendo, es positivo o no; si mañana amaneces enfermo o no, si contagias a tu familia, si contagias a tus compañeros. Eso es lo que tiene, y eso ha generado estrés y ansiedad en todos los compañeros”, recalca.

Asegura que el temor es una condición humana y el personal médico no escapa de esos temores. Pero insiste que la incertidumbre es lo que demuestra que no se está lejos de una realidad que les puede golpear en cualquier momento.

“Sigue habiendo partos, cesáreas y atenciones, y se han hecho caminos críticos para tener a los pacientes aislados. Sí hay mucho estrés en el personal, hay más discusiones, pero hasta ahí, hemos tratado de trabajar de forma solidaria, con organización”, afirma.

Pérdida. Abraham Torres Álvarez extraña las normalidades de su vida preCOVDI-19, pero hay una que añora más; estar con sus padres.

UN MES SIN VER A SUS PADRES

Para el doctor Abraham Torres la vida se ha modificado, principalmente en su entorno familiar y de amistades. Dice que un doctor también es un hijo, un padre, un hermano, por lo que su labor ha provocado un distanciamiento necesario con sus seres queridos, particularmente con sus padres.

“Mis padres son adultos mayores, ambos con enfermedades crónicas. Tengo un gran apego con ello, pero ahora solo los veo por llamada o videollamada. Estoy en dos puntos donde me expongo a COVID y no quiero llevar alguna contaminación hacia ellos”, explica.

El doctor tiene alrededor de un mes sin ver personalmente a sus padres, que viven en el municipio conurbado de Gómez Palacio. Antes de la contingencia sanitaria solía visitarlos dos o tres veces por semana. Para el médico esos temas pegan, aunado a la carga de trabajo y al estrés. “Estar enclaustrado, pensando y oyendo lo mismo porque COVID son las 24 horas del día, y tener ese desapego afecta, pero también motiva la llamada o la videollamada y nos hace pensar que esto va a pasar y volveremos a reencontrarnos”, comenta.

Inquietud. El estrés y el temor se han vuelto “compañeros” de trabajo de los médicos de la Clínica 16 de Torreón.

Al mayor temor de un medico que enfrenta el COVID, es llevarlo a casa

Los médicos luchan contra perjuicios, enfermedades y los daños psicológicos al estar rodeados de tanto estrés

Juan José Estrella, médico especialista en Urgencias trabaja en el Hospital General Número 16 del IMSS en Torreón y en el hospital Ángeles Torreón.

Lo que más extraña es tener la libertad de salir de casa sin ninguna preocupación. Salir y saber que va a regresar sano.

Extraña también el contacto con la familia, con los amigos, poder estrechar la mano, dar un abrazo; ir a una plaza, a algún evento, vaya, tener un contacto estrecho sin tener la preocupación de que vaya a transmitir el COVID-19, enfermedad que en México suma más de 45 mil contagios y 4 mil 767 muertos.

“Es lo que más añoramos”, comenta el doctor Estrella con ese aire melancólico que le dan sus 46 años de edad. Él recuerda que a partir de que vio cómo empezaba a expandirse la enfermedad, a una distancia muy lejana, pensaba que paulatinamente se vendría acercando. Y eso le generó ansiedad.

Incertidumbre. El temor y la duda afecta tanto a familiares de enfermos, como al personal médico.

Dice que comenzó a tener contacto cuando iniciaron las transmisiones importadas. “Era un poco desconocido. Era a través de redes sociales, artículos, poco a poco nos íbamos empapando de lo que venía sucediendo”, recuerda.

El médico se sentía un poco desamparado al ver que las instituciones no contaban con una coordinación adecuada, y al leer artículos sobre la forma de propagación del virus, a Juan José Estrella le inundó un sentimiento de angustia, de miedo; también una sensación de sentirse sucio.

Esa poca claridad generó incertidumbre. Pensaba mucho cuál sería su alcance si no contaba con todas las herramientas para enfrentar el virus. Eso también le detonó angustia. “Somos seres humanos, tenemos familia, alguien que nos espera en casa. Dentro de nuestro miedo, también es nuestra familia”, comenta.

Solo es cuestión de soportar un poco más”.
Juan José Estrella, médico urgenciólogo.

QUIEN MÁS LO ESPERA ES SU HIJA

Y en su caso lo espera una pequeña de nueve años. “Me espera todos los días que llego y está ansiosa por ver a su papá, y de repente no poder saludarme, o no poder abrazarla, no poder darle un beso.

Me sentía sucio, contaminado, y no quería llevar el problema a casa”, recuerda.

El doctor inició un ritual para entrar a su domicilio que consiste en ingresar literalmente semidesnudo, llegar a bañarse y entonces poder bajar a saludar a la familia.

A partir de que comenzó el confinamiento, surgió la duda de quién cuidaría de la pequeña, pues su esposa también trabaja.

Tenemos que hacer conciencia. Esto no es una película, es algo real”.
Juan José Estrella, médico urgenciólogo.

“Dejábamos a la pequeña a la casa de un cuñado, un hermano, y surgían algunas preguntas sutiles.

Yo iba a recoger a mi hija después del trabajo, y cuestionaban ‘Juan José se baña antes de venir por la niña, no será que traiga algún bicho y la vaya a contagiar’, la familia, los amigos, quienes nos ayudaban a cuidarla, nos hacían entender que no se sentían seguros. Un poco el temor”, relata el médico.

Su esposa platicó en su trabajo y accedieron a darle guardias y trabajar desde casa. Ahora es una amiga de su esposa quien básicamente los apoya en cuidar a la pequeña. “Salgo de la clínica 16, me baño y recién bañado voy por mi hija, no entro al domicilio, la pido desde fuera”, cuenta Estrella.

Inquietud. El estrés y el temor se han vuelto “compañeros” de trabajo de los médicos de la Clínica 16 de Torreón.

LA SUGESTIÓN LES AFECTA

Hay días, relata el urgenciólogo, que tiene esa sensación de que le falta el aire, de algún dolor de tórax. “Es sugestión mía”, dice el médico que tiene 10 años como especialista en el área.

Pero es parte de estar en el frente de batalla. Un frente que ha implicado todo tipo de cosas, desde mejorar la organización y la unión del personal, trabajar pese que los equipos de seguridad llegaron tarde, hasta hacerle frente a la contingencia luego que compañeros o compañeras optaran por ausentarse y pedir licencia. “Los que quedamos nos organizamos, hoy te toca a ti, mañana a mí”, platica.

En el medio privado, cuenta el urgenciólogo, el hospital los enteraba en corto tiempo si tenían un paciente positivo o no. En el Seguro los resultados se tardaban y apuntaban a los pacientes como sospechosos de COVID-19. “No teníamos una respuesta, hasta después que nos enterábamos, después de 7, 10 días”, relata el médico.

Ahora, más de mes y medio desde que se endurecieron las restricciones de movilidad en el país, el doctor Estrella considera que ha ganado seguridad, que con más armas y experiencia se siente más confiado.

Pese a ello, el médico de urgencias —dice Estrella— es el que recibe a los pacientes sin saber por qué problema acude.

“Ser el primer contacto a veces causa algo de adrenalina, al momento que determinamos que puede ser sospechoso se activa todo un sistema dentro nuestro organismo que empieza a actuar de forma ya innata. Los servicios de urgencias tenemos más ese tipo de compromiso”, comenta.

‘NO SOMOS INTOCABLES’

El médico asegura que es lo que le tocó vivir, que es su profesión. Pero también cree que la contingencia sanitaria ha dejado enseñanzas, una de ellas, que el personal de salud no es intocable, que son seres humanos igual que todos, susceptibles de enfermarse.