Libertad y predestinación

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Libertad y predestinación

Creo en el libre albedrio. En la voluntad para elegir lo que pensamos es mejor. Tener tanta libertad a veces juega en nuestra contra. También creo que existen circunstancias que influyen en nuestro destino y limitan la libertad. Uno no elige nacer, ni el país, ciudad o familia donde vivirá. Tampoco elegimos que enfermedades vamos a padecer o que accidentes nos van a ocurrir. Hay cosas que vienen de fuera. Esta serie de circunstancias van marcando nuestra vida. En realidad, son pocas las decisiones fuertes que tomamos. Son las que marcan nuestro destino, las que nos llevan a lugares insospechados. Al lugar donde estamos hoy. Lo que elegimos hoy es lo que pensamos nos llevara a un futuro deseado. Sucede que a veces nos equivocamos y terminamos en otro lado. Otras muchas decisiones son poco trascendentales, como la que hago cuando elijo escribir este renglón, que aporta poco al texto.  No creo en un determinismo ni la predestinación de manera pura. Sin embargo, me identifico con una idea filosófica que afirma tenemos un mejor destino, un plan trazado por Dios para nosotros. Luego de ahí nos podemos desviar o acercar a ese camino.  Dependiendo de que tanto nos conocemos a nosotros mismos, a nuestros talentos, podemos elegir la vocación correcta o traicionarla. La verdadera tragedia humana proviene de esa traición a la vocación, y es una fuerte fuente de infelicidad. 

Yo creo que Dios no siempre hace política. A veces sí interviene en la historia de la humanidad. Como por ejemplo con Juana de Arco, o cuando jugó a separar las aguas del mar para evitar que pasara un ejército.  Salvo esas excepciones, El deja que los humanos hagan y deshagan a voluntad, respeta el libre albedrio, a pesar de que conoce las funestas consecuencias. 

Podemos creer que el país está predestinado a que gobierne un candidato Presidencial. A menos que Dios intervenga, lo cual no estaría mal, se puede pensar que de nada sirve lo que hagamos, que da lo mismo si votamos o no. Esa creencia colectiva compartida, se refuerza con un mensaje que repite las tendencias de algunas encuestas. Luego se convierte así en una profecía autocumplida: la creencia compartida por muchos ocasiona que no voten o que, cuando lo hagan elijan en base a quien creen que tiene la mayoría. La idea de que no podemos cambiar el curso de la historia paraliza. Lo correcto sería elegir lo que pensamos es mejor, según el principio básico de libertad. Y no escoger en base a lo que la manipulación nos quiere hacer creer.  Entonces en este año electoral debemos elegir a conciencia, en base a conocimiento, a intuición, a observación. En base a lo que vemos y oímos, actuemos conforme lo dicta la mente y el corazón.  El momento histórico que vive el país lo requiere. El destino sí se puede cambiar, cuando muchos eligen apegarse a la vocación de México.  Cuando se deja de creer en la predestinación, en el determinismo y en la señora opinión pública. O cuando ignoramos a la reinita que pretende usurpar nuestro voto: su majestad, la encuesta. No traicionemos nuestra vocación personal, ni la de ser mexicano.