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¿Legítima defensa II?
Las redes sociales derribaron las murallas del viejo control informativo. Muchos medios, particularmente los impresos, entraron en crisis. Sin importar dónde suceden, los hechos se conocen en el mundo entero en tiempo real. Pareciera que por fin había libertad absoluta y horizontal.
Pero los nuevos medios y la recién estrenada libertad sirvieron para construir regímenes autoritarios avalados por la democracia electoral, llevaron también al poder a gobernantes como Andrés Manuel López Obrador, a quien no puede regateársele legitimidad democrática, pues ganó en las urnas con más del 50 por ciento de los votos, tiene mayoría en el Congreso de la Unión y las encuestas de popularidad siguen colocándolo cómodamente con una aprobación superior al 50 por ciento. Pese a todo ello, los críticos con quienes pelea el Presidente, lo acusan de censor, intolerante y autoritario, sosteniendo que se excede “como nunca antes”.
Una cosa es pelear con ellos y otra muy distinta acallarlos, aunque acusan al Presidente de represor, ninguno ha sido silenciado, a nadie se le han retirado cámaras y micrófonos, ni personalmente ni a los medios que los patrocinan.
El litigio, en todo caso, es consecuencia del matutino micrófono presidencial que goza de mucha más audiencia. ¿Deberíamos pedir al Presidente que no responda los ataques de sus detractores, aunque sean falsos o injustos? ¿Quién define o deslinda cuáles son falsos y cuáles son fundados? A fin de cuentas es un asunto de intereses.
Podría decirse que la audiencia que atiende las mañaneras resulta de la libertad de cambiar de canal y escuchar lo que le viene en gana. Otro aspecto radica en el uso de recursos públicos para sostener la polémica, y en el uso de algoritmos en redes sociales.
¿Podemos reprochar al Presidente que sea uno frente al micrófono, mientras que la oposición se encuentra dispersa, desorganizada, dividida y pulverizada? ¿No es ese el objetivo de todo político dentro del juego democrático: atacar al o los adversarios en el marco de la ley y la libertad para, resultando ganador, impulsar su agenda con el apoyo del pueblo que lo eligió?
Sorprende escuchar a ciertos opositores que piden al Presidente aguantar la crítica. ¿No es eso censurar al Presidente? Otros piden que eleve el nivel de la polémica, que se defienda respondiendo los cuestionamientos, no descalificando o denostando. La cuestión entonces es: ¿Quién pone la agenda?
En resumidas cuentas, cuando de lucha política se trata, resulta vencedor quien obtiene el favor del pueblo tal y como el pueblo es, con su cultura y tradición a cuestas. El derecho, la ley son otra cosa y corren por carriles distintos, aun cuando en el discurso se pretenda vincular o armonizar política real y legalidad.
Hoy por hoy ni unos, ni otros tienen siquiera tiempo de analizar la agenda, todo es de botepronto, sabemos que para muchos ni siquiera es interesante, tampoco podemos negar que las reglas del juego se han mostrado inútiles y poco prácticas. Hemos sacralizado la libertad de expresión y hemos desatendido la libertad de pensamiento, que supone estudio y reflexión. Sabemos que la mordaza es muy peligrosa, pero a falta de ideas, argumentos y propuestas, la libertad de expresión ha destruido personas, familias y reputaciones de manera por demás injusta.
El manejo de los medios por parte del Presidente, de manera económica y sencilla, trae locos a sus opositores. Es lamentable que sólo se discutan las formas y se deje de lado el fondo. Gracias a su popularidad y nuestra limitada cultura democrática, ha podido evadir los grandes problemas nacionales valiéndose de lugares comunes, cuida exitosamente su imagen y derrota a sus adversarios en una esgrima mediática que poco o nada tiene que ver con los problemas reales del país.
La salud sigue siendo un desastre, el periodismo, una actividad peligrosa, no tanto por los políticos, sino por el crimen organizado, los decesos por COVID siguen en ascenso, la impunidad es rampante, los homicidios crecen a la par que la desigualdad.
El Presidente va ganando en el juego político, de eso no hay duda. La pobre oposición le ayuda mucho. Eso no significa que México vaya ganando, tampoco significa que avalamos los malos gobiernos del pasado, sólo significa que lo urgente sigue haciendo a un lado lo importante, que el inmediatismo de corto plazo sigue imponiendo su ley y que nos urgen estadistas con visión de futuro.
@chuyramirezr
Regresando a las fuentes
Jesús Ramírez Rangel