Legalizar la mariguana
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Legalizar la mariguana
Hace tiempo se discute en México la posibilidad de regular legalmente la producción, aprovechamiento, comercialización y consumo de la mariguana con fines lúdicos, terapéuticos e industriales, es decir, la posibilidad de colocar a esta planta y sus derivados como uno más de los elementos del mercado.
En el sexenio por concluir, el Gobierno de la República organizó incluso una consulta nacional para socializar los argumentos a favor y en contra de tal posibilidad. El ejercicio, por desgracia, fue conducido con sesgos importantes y ello arrojó como resultado, un “consenso” –de cuya veracidad debe dudarse– según el cual la sociedad se opone mayoritariamente al uso de la mariguana con fines lúdicos, pero acepta su empleo con propósitos terapéuticos.
La consulta, realizada entre enero y abril de 2016, fue “impulsada” por la histórica decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, adoptada en noviembre de 2015, de permitir a los integrantes de la Sociedad Mexicana de Autoconsumo Responsable y Tolerante (SMART) el cultivar mariguana con fines de autoconsumo y propósitos recreativos.
Como suele ocurrir con los procesos de “consulta” en nuestro País, el Gobierno federal fue incapaz de sustraerse a la tentación de “orientar” el ejercicio y prefigurar sus resultados. La razón de ello, puede intuirse, fue la resistencia del gobierno de Enrique Peña Nieto a considerar la posibilidad de despenalizar el consumo del enervante.
Hace unos días, sin embargo, la SCJN terminó de abrir la puerta a la producción y uso recreativo de la mariguana, al emitir las tres sentencias faltantes para crear jurisprudencia en este sentido.
Como si hubiera estado esperando tal hecho, el Grupo Parlamentario de Morena en la Cámara de Senadores dio un paso al frente en la discusión y planteó en la semana una propuesta para regular el uso medicinal, recreativo e industrial de la mariguana en nuestro País.
No es ninguna sorpresa, desde luego, pues la autora del proyecto, la futura secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, había anunciado ya la intención del futuro Gobierno de la República de entrarle en serio al debate desde una posición mucho más liberal a la asumida por la administración actual.
La presentación de esta iniciativa nos coloca en la ruta seguida por Uruguay y Canadá, los dos países del continente en los cuales el mercado ha sido abierto a la producción, comercialización, transformación y consumo de la mariguana y sus derivados.
La propuesta de Morena plantea, de entrada, una discusión amplia y prácticamente sin restricciones, en la cual se analicen todas las posibilidades derivadas de concebir a la cannabis como un artículo de comercio lícito, es decir, como una droga legal similar al alcohol o el tabaco.
El planteamiento es, debe reconocerse, adecuado, pues restringir el debate al uso lúdico de la mariguana dejaría de lado múltiples aristas del fenómeno cuya discusión es tan necesaria como la ya zanjada por la Corte en relación con el derecho de las personas de consumirla.
Lo importante, viendo hacia el frente, será ver cómo asume el Poder Legislativo Federal el reto de analizar una propuesta de repercusiones tan amplias y variadas. Porque con todo y la jurisprudencia de la Corte, no debe concebirse la discusión y eventual aprobación de esta iniciativa como un mero “trámite”.
Porque, tal como ocurre con cualquier tema polémico, cuya discusión implica un cierto grado de complejidad, lo importante aquí no es si la despenalización de la mariguana es “un hecho” o no, sino la forma en la cual se socializa la información relativa a sus implicaciones.
Valdrá la pena en este sentido, impulsar un diálogo serio mediante el cual sean escuchadas todas las voces relevantes para, de esta forma, garantizar el acceso de los ciudadanos a la mayor cantidad de información objetiva posible. Y hacer tal debe tener el objetivo de prepararnos para enfrentar los retos implicados en la construcción de un mercado nacional de la mariguana.
Impulsar un diálogo serio debería significar, de manera fundamental, eliminar de la discusión –o al menos combatir con eficacia– los mitos y falacias con las cuales, opositores y detractores a casi cualquier idea, suelen armar sus discursos. En cambio, debe privilegiarse la información verificable y sobre todo, las experiencias prácticas de otras latitudes.
Si recreamos una discusión informada, seria, profunda y suficiente, seguramente podremos, al final del camino, al menos sentirnos preparados para enfrentar los desafíos de dar un vuelco de esta magnitud en una materia hasta ahora tabú en nuestro País.
Porque, más allá de crear un nuevo mercado, susceptible de convertirse en una fuente de recursos fiscales, el establecimiento de la mariguana como un elemento más del comercio implica repercusiones importantes, al menos en los campos de la salud y la seguridad pública, así como en el diseño, implementación y administración de un modelo de gestión gubernamental capaz de mantener tal actividad en el territorio estricto de la legalidad.
El reto no es menor y por ello no debe triviliazarse la discusión.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3