Lecturas indiscretas
Usted está aquí
Lecturas indiscretas
Un buen amigo, a mitad de una conversación, presenta un dato, un hecho o cita una frase y pregunta: ¿qué lectura le das a esto? Y ahí estás intentando una respuesta válida o convincente o, a veces, te rindes y declaras que no tienes lectura acerca de esa cuestión. La palabra lectura tanto como la palabra discurso cambiaron del sentido único que se les daba, para transformarse en conceptos. Los filósofos franceses introdujeron ambas discusiones a mediados del siglo 20. Lectura ya no se refería fatalmente al acto de leer, sino al de interpretar algo, por ejemplo: ¿qué lectura le das al texto de Sartre en que aprueba la tiranía de Stalin?, o, algo parecido, ¿qué lectura le das al poema que Neruda le dedica al Padrecito Stalin? Y en lo que toca a discurso, ya no es necesaria la referencia a una persona que frente a un micrófono se lanza a hablar y hablar. Ahora se aplica a otras cuestiones, por ejemplo, Peña Nieto tuvo durante meses un discurso anticorrupción (lo que significa que en muchas ocasiones hizo alusiones a la corrupción como algo malvado, y en eso sigue; y de que es discurso lo es, porque no lo trasladó a obras).
Los últimos nombramientos de López Obrador nos obligan a revisar el discurso temático. Yo he criticado en no pocas ocasiones a Manuel Bartlett y sostengo las críticas. ¿Qué lectura se da a su nombramiento? Bueno, es difícil decirlo en un artículo tan breve, pero hay que explicarlo por el equilibrio de fuerzas que debió aglutinar AMLO si quería ser presidente (cualquiera sabe que Maquiavelo sugería que tus fuerzas las mides no desde ti mismo, sino de las de tus enemigos; Mao Tse Tung escribió que la política es el arte de hacer alianzas). Pero una lectura más allá del nombramiento me da otras ideas. Él será director de la Comisión Federal de Electricidad, pero no es el jefe del área estratégica referente a energía, pues el presidente (casi declarado) nombró encima de Barttlet a una mujer dura, honesta y técnica.
Regreso a la idea que tenemos del verbo leer como el acto de comprender lo que dicen las letras y las palabras que forman. También en esto nos han enseñado a leer las lecturas de terceros. Tomemos el “Hamlet” de Shakespeare: no hay quien no lo alabe porque es una obra maestra, pero ese drama nos muestra a un asesino perverso, calculador, hipócrita, despiadado y añádale usted lo epítetos que desee (si ha leído Hamlet, por supuesto). Tome usted la “Ilíada” y verá que es una oda dedicada “a la cólera de Aquiles” y a través de sus páginas veremos cómo los dioses se involucran promoviendo asesinatos. Esto es también lectura, pero de la que no tenemos consciencia. Vaya usted a “Edipo Rey”, que en griego se llama “Edipo Tirano” y si lo lee bajo el influjo de Freud encontrará en cada página el complejo de Edipo. Léalo sin prejuicios y ya no se trata de que Edipo mata a su padre y se acuesta con su madre, sino de esos padres que cuando nace el niño lo mandan matar y la clavan un hierro en los piececitos, de ahí el nombre “Oidipus”: el de los pies hinchados. Entonces, en la tragedia de Sófocles veríamos muchas otras cosas y deberíamos encontrar, si sabemos leer, que Edipo es el único personaje inocente y que todos los demás eran perversos: el padre de Edipo, Laio, fue un rey expulsado del trono por el pueblo, un traidor al rey que le dio asilo, un homosexual que pervirtió al hijito de ese rey y el asesino de su mismo hijo. De igual manera leeríamos la saga de nuestro padre Abraham intentando sacrificar a su hijo Isaac. ¿Qué lectura?
La idea que deseo proponer es la de que hay que leer los acontecimientos actuales (López Obrador, el dominio absoluto de Morena en las cámaras…) no desde la primera lectura, sino desde el análisis de cada dato, discurso, nombramiento, cambio, propuesta o sugerencia. De otra manera estaríamos destacando un elemento sin su contexto.
Sostengo mis artículos anteriores en que criticaba a Bartlett y a Napoleón Gómez Urrutia, pero los coloco dentro de más de mil personas que rodean a López Obrador, cuya mayoría parece ser de excelencia, como Juan Ramón de la Fuente para la ONU o María Elena Álvarez-Buylla en Conacyt. Estos dos suman más puntos que los dos enunciados antes y otros tantos.